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maria cecilia bartolinPor María Cecilia Bartholin, desde Chile-Octubre 22 de 2020

A un año del inicio de la rebelión del pueblo chileno, la Plaza de la Dignidad en Santiago y las calles y plazas de muchas ciudades de nuestro país siguen siendo el lugar de encuentro del pueblo, que hace un año reconoció que el gran causante de nuestra pobreza, desigualdad, abusos e injusticias era y es el capitalismo salvaje y despiadado e instaurado en dictadura.

Décadas después, con una transición post dictadura no culminada, seguimos teniendo el mismo problema, una clase y casta política subordinada al gran empresariado, y a los grandes grupos empresariales vinculados a las transnacionales que concentran la riqueza, la propiedad y millonarias ganancias, las que se blindan a través de Tratados de libre Comercio (TLC's), negociados a espaldas de nuestro pueblo y que utilizan y enajenan nuestros bienes comunes.

Con un gobierno de derecha como el de Sebastián Piñera, que hoy es servil al gran capital (particularmente al capital especulativo y financiero internacional) y que con aumentar significativamente la represión y las medidas autoritarias para contener y reprimir a las fuerzas sociales y a los trabajadores, utiliza y manipula las instituciones como Carabineros (hoy convertida en un cuerpo militarizado y represor que debe ser refundado) y a las Fuerzas Armadas como sus protectores y sus guardianes. No en vano, ellos también han sido beneficiados con sueldos, bonos y pensiones que no solo son dignas, sino muchas veces excesivas para la cantidad de años que trabajan (que son 24 a 26 años, cuando un trabajador debe hacerlo ente 40 y 45 años por lo menos y sus pensiones son de miseria).

Hoy, el pueblo una vez más le dice al Estado, a los empresarios y al capitalismo (hoy llamado Neoliberalismo) que se cansó, que ya no quiere que le mientan y que quiere participar de las decisiones que toman las autoridades, pues estas afectan su vida diaria.

Chile sufre una crisis de representación sistémica profunda y requiere avanzar con urgencia en una refundación, no sólo con una nueva Constitución, sino además, con una profunda refundación del conjunto de sus instituciones para avanzar en una verdadera democracia participativa, que permita un nuevo modelo de desarrollo integrador, justo y redistributivo distinto al neoliberal predominante.

Hemos visto recientemente en la Plaza de la Dignidad una olla común, para aquellos que se quedarían hasta tarde para manifestarse ; olla común pagada con lo poco que la clase trabajadora tiene; y durante este tiempo de rebelión y pandemia ha sido el pueblo el que ha ayudado al pueblo, pues las autoridades y las instituciones han brillado por su ausencia; muy por el contrario se han dedicado durante este año a criminalizar y reprimir la movilización social y en ello se han plegado de todos los sectores políticos que no quieren perder sus privilegios y han decidido estar en contra de aquellos que los eligieron, para que fueran su voz en el parlamento.

El pueblo chileno, sobre todo los jóvenes han dicho basta; han dicho que les han quitado tanto, que hasta el miedo les quitaron; y es muy difícil luchar en contra de una idea, pues ni las balas son capaces de parar una rebelión así.

Hoy tenemos esperanza en este pueblo y en estos jóvenes que se manifiestan y luchan, por sus abuelos que tienen pensiones miserables y que muchas veces optan por el suicidio porque no les alcanza para comer todo el mes o para tener calefacción durante el invierno; que luchan por sus padres porque ven que hacen malabares y se endeudan para poder pagar una educación para ellos; por sus hijos para que no tengan que endeudarse para poder estudiar o para tener una salud pública de calidad y gratuita.

Todo esto se podría haber pagado con todo el dinero expoliado y arbitrariamente apropiado por los grandes grupos empresariales (caso Penta, Soquimich, caso colusión confort y farmacias) sin contar con la grave y millonaria malversación de fondos de parte de Carabineros y del Ejército, no permitiendo que la Contraloría (una institución supuestamente independiente) los auditara para saber hasta donde llegó y la cantidad de dinero que significó: los impuestos no pagados por las grandes transnacionales de la minería, pesca, etc. Con todo ello, se podría tener salud pública y de calidad gratis, educación pública de calidad y gratis, vivienda digna y de calidad, y pensiones que permitan vivir en Chile.

Otro tema central del Chile actual y del futuro que emerge es persistente la lucha nacional por terminar con las AFP'S y abrirle paso a un verdadero sistema de pensiones solidario, tripartito y de reparto.

Hoy tenemos esperanza en un pueblo que a pesar de la represión y de la crisis sanitaria generada por el Covid-19 (situación aprovechada por el gobierno de Piñera para desmovilizar al pueblo) ha salido nuevamente a las calles de todo el país a decir que no cesará la movilización hasta que “La Dignidad se haga costumbre, para todos”.

Hemos iniciado el proceso de recuperación de nuestra soberanía como pueblo y como nación.

Un proceso constituyente como el que instaló el pueblo movilizado obligando al sistema político en crisis a convocar a un plebiscito Constitucional, que será letra muerta sin movilización y organización social y popular.

De nosotras y nosotros depende el futuro de nuestra patria.

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*Foto de Portada: www.pressenza.com

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