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claudio rojas clFue un triunfo apabullante, pero aún falta un largo camino de lucha por recorrer

Por Claudio Rojas desde Chile-27 de octubre de 2020

“Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza/La historia es nuestra y la hacen los pueblos” (Salvador Allende, 11 de setiembre de 1973).

Con la votación en el Plebiscito del recién pasado 25 de octubre, el pueblo de Chile le otorgó un certificado de defunción a la Constitución de Pinochet, que fue concebida para no ser modificada. Por lo mismo, para enterrar todo vestigio de ella, debemos aún recorrer un largo camino de lucha.

Chile abrió una nueva página de su historia el 18 de octubre del año pasado. Cuando un contundente estallido social se verificó a lo largo de todo su territorio, exigiendo el fin de la Constitución Pinochetista y del modelo económico y social impuesto por la dictadura, como extendido por todos los gobiernos que la sucedieron. Treinta años de espera, para que por fin la clase política fuera forzada a escuchar al pueblo, como allanarse a convocar a un plebiscito destinado a aquietar los encendidos ánimos de la población y salvar la institucionalidad, a punto de precipitarse por las demandas democráticas, la exigencia de un régimen de equidad social y el respeto a los derechos humanos conculcados sistemáticamente, por la larga era neoliberal que hoy da inequívocos síntomas de extinción.

Sin lugar a dudas que ha sido un histórico pronunciamiento oficial de la ciudadanía, apabullador (con un 80 por ciento de aprobación) y con las reglas del sistema; a diferencia de la movilización popular que es extraoficial y subjetivo. Este plebiscito se acordó un 15 de noviembre de 2019, inmediatamente después de una creciente y sostenida movilización popular, que culminó con un paro total el 12 de noviembre de 2019. Un paro que hizo temblar los cimientos de todo el sistema económico del país; y que por tanto hizo que los empresarios, llenos de miedo, ordenaran a la clase política que buscaran la forma de aplacar el movimiento. Así, ellos, políticos obedientes, evacuaron este acuerdo, que, aunque tiene varias trampas, si se ve y estudia bien, y se considera la abrumadora votación por el “apruebo”, se puede avanzar en la dirección que el pueblo requiere.

Plebiscito chileno parte de un proceso historico 2

El único ganador efectivo es el pueblo que concurrió a las urnas venciendo los temores propios de la pandemia y la horrible represión descargada contra los jóvenes, los trabajadores, y todos los hombres y mujeres concertados sin la tutela de los partidos políticos y los demás intereses fácticos. Ganaron, por cierto, en esta jornada cívica los trabajadores, los jóvenes, los pensionados y todos los que han sembrado por tanto tiempo la necesidad de proteger nuestros ecosistemas, ponerle freno a la economía consumista y advertirnos de la codicia y corrupción del gran empresariado. Es decir, de ese puñado de multimillonarios que tiene cooptado a los gobernantes y legisladores dejados seducir por los grandes capitales nacionales y foráneos. Ciertamente empoderados en nuestros yacimientos mineros, la actividad pesquera y forestal, como en aquellos servicios públicos tan estratégicos como el suministro del agua potable, la producción de energía, las concesiones viales y la banca.(Porque lo que ya no tiene Chile a causa del régimen militar y de todos los gobiernos que le sucedieron, es soberanía alguna en las altas cumbres, en el mar, en sus valles y manantiales).

Perdieron, también, los partidos políticos coludidos de derecha a izquierda para beneficiarse de los altos estipendios que dispone el mal llamado servicio público, cuyas cifras superan el ingreso de los legisladores norteamericanos y europeos. De allí que en las masivas celebraciones de la victoria del domingo siguieran ausentes las banderas, pabellones y otros distintivos, mientras de desplegaba con entusiasmo el pabellón nacional, la bandera mapuche y los emblemas de las más diversas organizaciones sociales, artísticas y culturales.

Por lo mismo es que el pueblo, ahora (más que nunca), no debe (ni deberá) descuidarse. Ni mucho menos adormilarse.

Deberá permanecer en las calles para impedir que nuevos conciliábulos cupulares intenten torcer la voluntad soberana, exigiendo durante los dos años que siguen la materialización de las reformas educacionales, previsionales y otras que han sido constantemente burladas por La Moneda.

Es evidente que solo la masiva expresión callejera puede obtener los cambios radicales que necesita nuestra convivencia política y social, además de ejercer la justa presión a los miembros de la Constituyente, susceptibles de ser engañados, sobornados y amenazados, como lo han sido antes los diputados y senadores, con las honrosas excepciones que confirman la transversal corrupción política.

El pueblo debe exigir con fuerza, ahora, la liberación de los centenares de presos políticos imputados por los Tribunales. Así mismo, las demandas de la Araucanía deben ser respaldadas, por todo el pueblo discriminado y abusado a lo largo del país.

Estamos nuevamente en la utopía, con la responsabilidad histórica de darle sentido a los sacrificios de quienes murieron, fueron torturados, cegados y encarcelados, abrazando la esperanza. Cada barricada fue necesaria para mantener encendido el espíritu libertario y cada manifestación artística fue su alimento.

Hoy, podemos decir que sí hemos ganado algo y que estamos conscientes de un triunfo. Los pueblos son una fuerza constituyente que no requiere de las dirigencias de los partidos ni de las elites; por ello hay que bregar por una verdadera Asamblea Constituyente, aunque cause escozor en las filas de la derecha y a muchos tibios que temen salir de este sistema.

El desafío ahora está en que después de esta fiesta no nos retiremos de las calles, la representación popular requiere de los cabildos. Es en estas asambleas donde debe surgir el contenido para la nueva Constitución. La organización será fundamental para que en abril logremos instituir a los representantes de este movimiento.

Nuestra primera responsabilidad será la mantención de la coherencia, sin caer frente al desánimo, el temor, la confusión. La recuperación de aquella vida más justa y solidaria es nuestra felicidad.

Dimos una gran batalla, pero nos esperan varias más. Tenemos la fuerza para mostrar que las Constituciones las pueden hacer los pueblos, desde abajo, con total protagonismo. Los jóvenes luchadores, merecen nuestro apoyo y nuestra colaboración.

Vamos por el Chile de ellos, que también será el nuestro.

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*Foto de Portada: www.carasycaretas.com.uy

*Foto 2: ANSA Latina

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