“La irrupción del juez Alejo Ramos Padilla y su equipo en este lodazal me levanta el ánimo, reconcilia con la vida y me llena de esperanza. No soy religioso, así que no tengo a quien dirigirle mi agradecimiento, que es cósmico. ¡El Estado debe protegerlos!”
No los protegió (y no lo protegió a Alejo Ramos Padilla).
El colega Juan José Salinas cuando escribió así en su blog Pájaro Rojo en su artículo “Affair D’Alessio-Stornelli: una jornada histórica, bisagra” (que se la recomendamos y está en nuestra página) fue pródigo, pero no inocente, porque ya está sobradamente curtido (de tantas miasmas flotando en las entrañas burocráticas de los edificios del poder de la Argentina) como para gastarse cartuchos de credibilidad, pero no obstante ello, destiló en ese párrafo una pequeña luz de esperanza o mejor dicho un reclamo, una exigencia, una arenga: la arenga que cualquier persona con valores y escrúpulos puede hacer pública, en honor a la verdad y por respeto a la sociedad civil de la cual forma parte; la arenga propia a cualquier periodista libre, que en los últimos años lo único que ha hecho (como nosotros desde nuestra redacciones de Uruguay, Argentina, Paraguay e Italia) es denunciar y expresarse independiente y libremente de toda presión o condicionamiento, porque creemos en la justicia: bueno, al menos intentamos creer en ella. Que después se haga justicia o no, esa ya es otra historia. Una historia que (últimamente) nos lleva de la mano a transitar por los caminos de la resistencia y de la perseverancia. Ahora, más que nunca.
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