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02de Ruanda 20014 de enero de 2017
Intentos de secuestro, visitas de la policía, acusaciones de traición y hasta desapariciones forzadas. Los riesgos que corren quienes cuentan lo que pasa en la tierra del temible Paul Kagame
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Robert Mugabe (no tiene ningún vínculo con el homónimo dictador de Zimbabue) publicó en octubre del año pasado una nota describiendo el panorama político de su país, Ruanda. Como lo haría cualquier periodista, incluyó el testimonio de referentes de la oposición. La primera particularidad del caso es que tuvo que pagar por llamadas de larga distancia, porque los dirigentes opositores están en el exilio. La segunda es que, poco después, sufrió un extraño intento de secuestro. Así comenzó su calvario.
En los días siguientes trataron de secuestrarlo por segunda vez. Se salvó de milagro. Pero no pudo evitar que le sacaran el celular. Empezaron a llamar a sus contactos. Querían tener información sobre él, buscar un punto débil.
"En mi país no hay muchos periodistas independientes. Muchos tuvieron que irse. Soy uno de los pocos que quedan", contó en una entrevista con Infobae. "Ahora me acusan de traición porque en mis notas contacto a miembros de la oposición que están en el extranjero. El Gobierno dice que son enemigos de la patria. De hecho no hay oposición en el país. Y me acusan de incitar al público porque cualquier cosa que se aleje de la narrativa oficial es considerada una provocación. Desde diciembre del año pasado la Policía me lleva todos los días para someterme a interrogatorios que duran de cinco a siete horas".
Mugabe, de 37 años, es CEO de The Voice Ltd, un pequeño grupo de medios. "Hasta donde sé es la única organización periodística crítica con el gobierno", afirmó. El conglomerado incluye un periódico web en inglés, The Great Lakes Voice, y uno en kinyaruanda (principal lengua de Ruanda). Además estaba por lanzar un canal de televisión online, pero el hostigamiento le está haciendo casi imposible avanzar con el proyecto.
—¿Cómo empezó la persecución?
—Primero sufrí dos intentos de secuestro. Querían hacerme desaparecer. Después me sacaron el teléfono a punta de pistola y lo usaron para contactarse con mis socios. Querían encontrar algo de lo que acusarme. Después de eso publiqué una nota contando lo que me había pasado y lo que está ocurriendo en Ruanda. Además denuncié a la Policía lo sucedido, pidiendo que garanticen mi seguridad. Cuando me llamaron por primera vez, me dijeron que era para hablar de eso, pero cuando fui me comunicaron que tenían un caso en mi contra.
—¿Qué le preguntan en los interrogatorios? ¿Hay violencia física?
—Me interrogan sin mi abogado presente. Me mantienen encerrado casi todo el día, y me dejan salir a la noche. Me preguntan por mis artículos, por la gente de la oposición. Me preguntan por qué hablo con ellos. Indagan sobre mis posteos de Facebook y mis tuits, que son críticos del gobierno.
—¿Y con qué argumento lo amenazan con encarcelarlo por traición?
—El cargo de traición tiene penas de hasta 25 años de cárcel. El de incitar al pueblo son 15 años. Son ofensas muy serias. Lo que están tratando de hacer es silenciarme antes de las elecciones en julio. Quieren asegurarse de que esté en prisión para ese momento.
—Usted trabaja como periodista en Ruanda desde hace muchos años. ¿Qué cambió ahora?
—Ya me habían interrogado en el pasado, pero nunca me habían tomado declaración de manera oficial, lo que significa van a abrir un proceso judicial. En unos meses me llevarán a la cárcel y luego a los tribunales.
Ruanda después del genocidio
Paul Kagame manda en Ruanda desde hace más de 22 años. El Frente Patriótico Ruandés (FPR), del que es líder indiscutido, llegó al poder en 1994. Es considerado un héroe porque derrocó al gobierno de la etnia hutu, responsable del genocidio en el que fue exterminada el 75% de la etnia tutsi, entre 500 mil y un millón de personas.
Su heroicidad es algo discutible. Primero porque él mismo fue acusado de muchas masacres durante la guerra civil y también después. Segundo, porque el genocidio comenzó luego de que, en abril de 1994, el avión que transportaba al presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, y al de Burundi, Cyprien Ntaryamira, fuera derribado por un misil tierra-aire. Ambos murieron. Todas las investigaciones apuntan al FPR de Kagame como el autor del atentado, pero él siempre lo negó.
Entre 1994 y 2000 fue vicepresidente de Pasteur Bizimungu, puesto por él mismo porque era hutu y quería conservar a un representante de ese grupo mayoritario en su coalición. Una crisis interna desatada ese año terminó con Bizimungu depuesto y posteriormente encarcelado cuando osó formar un partido opositor. Kagame asumió la presidencia de forma interina hasta 2003, cuando fue elegido por amplia mayoría en elecciones muy cuestionadas.
Tendría que haber dejado el cargo en 2015, ya que no estaba autorizado a una tercera reelección. No obstante, el 18 de diciembre consiguió el apoyo del 98% de los votantes para hacer una reforma que le permitirá seguir gobernando hasta 2024. Todo muy transparente.
El de Mugabe no es un caso aislado. Desde el propio ex presidente Bizimungu hacia abajo, cualquier político, dirigente o periodista que se atrevió a criticar al gobierno fue sistemáticamente perseguido. Muchos tuvieron que abandonar el país. Otros fueron asesinados o desaparecieron misteriosamente, como le ocurrió en agosto pasado a John Ndabarasa, de Sana Radio.
Hace exactamente un año, el periodista indio Anjan Sundaram, que estuvo cinco años como corresponsal y dando clases de periodismo en Ruanda, publicaba Bad News: Last Journalists in a Dictatorship (Malas noticias: los últimos periodistas en una dictadura). El libro cuenta lo que le ocurrió a muchos de sus estudiantes. Los más valientes, los que decidieron contar lo que pasaba, fueron encarcelados y condenados a muchos años de prisión, o bien perseguidos y quebrados psicológicamente, obligados a escapar. Otros eligieron el camino fácil y se convirtieron en propagandistas del gobierno.
Autocensura
A pesar de todas las evidencias, la Asociación de Periodistas de Ruanda no considera que la libertad de prensa está en peligro. "La situación del periodismo continúa mejorando en Ruanda desde la sanción de un nuevo marco legal en 2013, que incrementó las inversiones del sector privado en los medios", aseguró a Infobae Gonzaga Muganwa, secretario ejecutivo de la organización.
De todos modos, reconoció que "en los medios hay autocensura, poco periodismo de investigación y escasas críticas a los principales funcionarios del país, como el presidente, los militares y los empresarios más poderosos". Incluso admitió que "hubo un caso prominente el 3 de febrero, cuando la Policía allanó las oficinas del periódico The East African y detuvo brevemente a algunos periodistas".
Sin embargo, Muganwa negó que el hostigamiento fuera una práctica habitual. "No estamos al tanto de que haya ningún periodista desaparecido por criticar al gobierno", dijo. Cuando se le preguntó por el caso de Ndabarasa respondió que "por ahora no hay ningún indicio de que su desaparición estuviera vinculada con su trabajo".
Muganwa se refirió también a la persecución sufrida por Mugabe. "Estamos muy preocupados por los interrogatorios que le están haciendo, porque incluyen acusaciones de traición —señaló—. Es cierto que la Policía no ha dicho exactamente qué es lo que le están preguntando e investigar está entre sus funciones. Pero creemos que un periodista tiene derecho a escribir una nota sobre un tema de interés público y a hablar con cualquier tipo de fuentes, sean progubernamentales u opositoras".
"El precio de la libertad"
El contexto no podría ser más adverso para Mugabe. Frente a un gobierno autoritario que no duda en usar a la Policía como fuerza de choque para perseguir a sus adversarios, sin una red de periodistas que pueda apoyarlo y sin organizaciones fuertes en la sociedad civil, parece demasiado solo. Pero no está dispuesto a renunciar a la batalla.
—¿Cree que hay posibilidades de que tenga un juicio justo y de que lo declaren inocente?
—Cuando es el Gobierno el que te lleva a juicio uno no espera que el juicio sea justo. Todo aquí está bajo su control.
—¿Nunca evaluó la alternativa de irse del país?
—No, porque si todos los periodistas críticos nos fuéramos del país estaríamos dejando solos a los ruandeses. Y no creo haber cometido ningún crimen. No hice nada malo. El periodismo no es un crimen. Es una lucha por la libertad de expresión y de prensa. No me puedo ir.
—Pero asumo que tiene miedo…
—Por supuesto. Soy un ser humano y tengo miedo. No quiero pasar 25 años en prisión. Pero tengo que tener coraje, porque estoy buscando el bien común. Hay que pagar un precio por la libertad.
Fuente: http://www.infobae.com/america/mundo/2017/01/14/entre-la-redaccion-y-la-carcel-el-acoso-a-los-ultimos-periodistas-de-ruanda/

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