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20transito05/07/2018 12:37

La coca llega a la Muskitia en avionetas venezolanas que aterrizan en pistas clandestinas

Esta es la quinta entrega del reportaje multimedia de La Vanguardia sobre la Muskitia, realizado en colaboración con la ONG Ayuda en Acción. Hasta el próximo domingo, se publicará un capítulo cada día sobre temas como la situación de la mujer y la infancia, la influencia del narcotráfico, la defensa del espacio natural y la lucha contra el cambio climático. Puede consultar la primera, segunda, tercera y cuarta entrega.

Erasmo Wood acerca la barca al muelle de Brus Laguna. Cae la tarde y el embarcadero está lleno de gente que espera para partir, los fardos bien apretados contra las piernas. Una patrulla militar vigila desde un banco de piedra. Los niños saltan al agua marrón. Hacen volteretas en el aire, sonríen, piden fotos. Todo parece tranquilo, un día más en uno de los lugares más peligrosos de la Muskitia.

Llevamos dos días con Erasmo recorriendo los canales y las lagunas de esta zona conectada al Caribe. La conoce tan bien que puede navegar con los ojos cerrados, pasando a toda velocidad, en plena noche, frente a la comunidad de Palacios con su hotel de cemento y jardín iluminado, cuartel general, hasta hace poco, de mexicanos y colombianos, los amos del lugar, adictos a todo: coca, alcohol, armas y esclavas sexuales.

El 85% de la cocaína que se consume en Estados Unidos pasa por Honduras. Se calcula en un mínimo de tres toneladas al mes

Erasmo es un hombre franco y de pocas palabras. Ha visto y ha callado, ha sido vice alcalde de Brus, ha hecho lo que ha podido y ahora se dedica a lo suyo, a llevar cooperantes, la gente de Ayuda en Acción que intenta reconstruir una sociedad donde el narcotráfico causa estragos.

La calle principal de Brus está adoquinada. Erasmo la pavimentó durante su mandato. Parte del embarcadero hacia el interior, perpendicular al agua. Las calles que la cortan están sin asfaltar. Tampoco hay alumbrado público. La luz sale de los generadores que funcionan con gasolina, motores que ensordecen la vida nocturna. Las casas son de madera, como es habitual, pero hay otras de cemento, viviendas de familias enriquecidas, muchas de ellas, con el narcotráfico y el narcomenudeo, como llaman aquí a las pequeñas tareas que son imprescindibles para mantener abiertas las rutas clandestinas de la coca.

El vice alcalde de Brus es ahora José Alberto Everett Dican, otro hombre franco y parco al que no le importa reconocer que en este municipio de 18.000 personas “hay muchos jóvenes drogadictos, que roban y matan para el vicio”. Asegura que, aún así, “la situación de zozobra” era antes mucho peor y que “gracias al presidente Juan Orlando, el narco ha disminuido”.

Es verdad que las planeadoras de Los Cachiros, franquicia del cartel mexicano de Sinaloa, ya no surcan la laguna con la frecuencia y la impunidad de antes, pero siguen haciéndolo, y allí donde la presión del ejército hondureño y la DEA estadounidense ha puesto contra las cuerdas a los grandes capos de la droga, su lugar lo ocupan bandas más pequeñas, como Los Peludos, “nuevos reyecitos” que buscan el respeto en la sangre derramada.

El año pasado hubo 26 asesinatos en la Muskitia, una región de 90.000 habitantes. Los contó el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que identificó a Puerto Lempira y Brus Laguna como las poblaciones más violentas. En el departamento de Colón, vecino a la Muskitia, la tasa de homicidios fue de 42,4 por cada 100.000 habitantes.

“Las autoridades no dan abasto para controlar la violencia”, explica Everett Dican. “Incluso en los pueblos más sanos, donde nunca había asesinatos, hoy los hay”, añade.

Norberto Alen García, presidente del consejo miskito, casi se enfada cuando le preguntamos por la incidencia del narcotráfico en su pueblo. “Los miskitos no somos traficantes, nunca lo hemos sido y no sabemos quiénes lo son”.

Los miskitos, sin embargo, igual que los garífunas y otros pueblos de la Muskitia, se han visto involucrados en el negocio de la droga. Poco antes de nuestra visita a principios de junio, una treintena de miskitos habían sido detenidos por preparar, en plena noche, una pista de aterrizaje para las avionetas del narco. El ejército ha destruido más de una docena en lo que va de año. Las inhabilita con bombas que abren socavones insalvables para los pilotos.

“La Muskitia es un territorio frágil y vulnerable, amplio, despoblado y conflictivo”, explica Roberto Bussi, responsable de Ayuda en Acción en Honduras. “La presencia del Estado es limitada. No fue hasta 1957 que el departamento de Gracias a Dios, donde se encuentra la Muskitia, se incorporó a Honduras. Desde entonces, apenas ha habido recursos para su desarrollo. No ha sido hasta este año que se ha aprobado una partida presupuestaria, y ha sido de solo 20 millones de euros a gastar en dos años”.

El 85% de la droga que entra en Estados Unidos procedente de América Latina haga escala en Honduras

Esta vulnerabilidad, que se extiende también a la zona norte de Copán, a la frontera sur con Nicaragua y al golfo de Fonseca en el Pacífico, facilita que el 85% de la droga que entra en Estados Unidos procedente de América Latina haga escala en Honduras. La cantidad de droga es enorme y difícil de precisar. Las estimaciones van desde tres toneladas al mes (la más baja) hasta 300 toneladas al año (la más alta). Entre enero y abril de este año se han decomisado tres toneladas de cocaína. En todo 2017 fueron 10,5. El tráfico aumentará este año porque también ha aumentado la producción de coca en Colombia y Estados Unidos sigue siendo el principal mercado del mundo.

La estrategia de confrontación y contención del presidente Juan Orlando Hernández ha forzado a Los Cachiros y los Valle Valle, los dos carteles principales, a buscar rutas alternativas, pero la droga sigue circulando, y lo hace en avionetas venezolanas que aterrizan en narcopistas que se preparan en una noche. Testimonios de varios capos encarcelados ahora en Estados Unidos aseguran que trabajaron codo a codo con las elites políticas y financieras de Honduras. Aseguran que sin su apoyo habría sido imposible mover la droga y lavar el dinero.

 “Es evidente”, afirma Wilmer Vásquez, director de Coiproden, la coordinadora nacional de las organizaciones dedicadas a la infancia. “A diario escuchamos las grandes denuncias que hay sobre la vinculación con el narcotráfico de los que hoy están al frente de las instituciones del Estado.”

Vásquez habla de informaciones publicadas en los medios de comunicación que establecen conexiones del gubernamental partido Nacional con el narcotráfico, el crimen organizado y el tráfico de armas, así como con intereses políticos en la lucha contra los carteles porque, en su opinión, más que una campaña militar contra el narco lo que hay es una pelea de los carteles por el territorio, pelea en la que el gobierno y la elite financiera tiene un papel relevante favoreciendo a unas bandas en detrimento de otras.

La periodista Thelma Mejía, ex directora de El Heraldo recuerda que Los Cachiros financiaron la campaña presidencial de Porfirio Lobo, que gobernó entre el 2002 y el 2006. Su hijo está en una prisión estadounidense cumpliendo una pena por narcotráfico y su esposa está en una cárcel hondureña a la espera de un juicio por corrupción. Los Valle Valle, en consecuencia, y según diversas informaciones, pagaron 400.000 dólares a un sicario para que asesinara a Lobo, crimen que al final no se cometió.

Los vínculos del Estado con el narco afectan especialmente a la policía

Los vínculos del Estado con el narco afectan especialmente a la policía. Un informe del inspector general, publicado por la agencia Ap el pasado enero, acusa al actual jefe del cuerpo, José David Aguilar Morán, de permitir el paso de un camión cargado de droga en el 2013, cuando medraba para subir posiciones en el escalafón. El valor de aquella carga, que había sido aprehendida por sus propios hombres, rondaba los 20 millones de dólares. El gobierno afirma que el informe es falso y destaca que desde el 2016 ha depurado a más de 4.000 agentes por sus vínculos con el narco, es decir casi el 30% de la fuerza policial. En esta línea, Aguilar Morán acaba de cerrar un acuerdo con la Universidad Católica para formar a los policías en los valores cristianos que deben protegerlos de tentaciones ilegítimas.

Carmelo Zschocher, miembro del consejo Barauda que representa al pueblo garífuna, en la Muskitia, reconoce que la riqueza del narco los cogió por sorpresa. Una mañana, por ejemplo, apareció un cargamento de coca en la playa. La comunidad decidió repartirse este “regalo de Dios” y bautizar aquel lugar como El Milagro.

“¿Quién se iba a imaginar que se podría hacer dinero con la droga?”, se pregunta Carmelo. “Nuestra vida nada tenía que ver con esto y aún así entró este flagelo. Perdimos a hermanos y hermanas, vidas de mucho valor, y hubo niños que tuvieron que crecer solos. Andábamos con mucho cuidado y poca libertad. Teníamos que acomodarnos. Ver y callar”.

Carmelo asegura que la presión de los carteles “casi ha desaparecido”. “Ya no se ve a esa gente armada que nos causaba temorcito”.

El gobierno hondureño, dirigido desde Washington, ataca a los carteles pero no ofrece ninguna alternativa a las víctimas de la droga

“Puede que ya no sintamos el narcotráfico como antes -tercia Tulio Martínez, compañero de Marcelo en el consejo Barauda- pero sí las secuelas que dejó. Estamos en un corredor por el que circula la droga y no toda llega a su destino .Hay droga que se va quedando por el camino y hay narcomenudeo y nuestros jóvenes se vuelven adictos. Se ve claramente en las comunidades como la droga destruye nuestra juventud. Yo veo a los jóvenes en la calle, sin hacer nada, incapaces, como inmóviles”.

El gobierno hondureño, dirigido desde Washington, ataca a los carteles pero no ofrece ninguna alternativa a las víctimas de la droga. No hay programas de prevención ni tratamiento para los drogodependientes.

Tampoco hay remedio político para otra consecuencia del narcotráfico: la tala del bosque tropical para abrir claros al pasto del ganado vacuno. Ocupar tierras y llenarlas de vacas es una forma habitual de blanquear dinero. Carmelo ha visto “a estos nuevos ganaderos que llegan de fuera y compran 200 ó 300 manzanas de tierra -una manzana equivale a 0,7 hectáreas- para destruir el bosque y lavar el dinero de la droga” y también ha visto “como la naturaleza se venga” porque la erosión del terreno provoca inundaciones, como la que en el 2005 arrasó la comunidad de Batalla.

El problema del narcotráfico -como señala Wilmer Vásquez- es que, a pesar de ser Honduras un puente entre Colombia y México, la droga se queda y con ella lo hace un conflicto que “ha contaminado a la clase política y empresarial”. La cocaína pasa camino al norte, pero “aquí se quedan los muertos”.

http://www.lavanguardia.com/internacional/20180705/45655874871/transito-droga-eeuu-honduras-muskitia.html

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