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locura200Por Paola Becco desde Brasil-29 de octubre de 2018

“Las catástrofes gigantescas que nos amenazan no son procesos elementales de índole física o biológica, sino acontecimientos psíquicos. Nos conminan en una medida aterradora guerras y revoluciones que no son más que epidemias psíquicas. En cualquier instante millones de hombres pueden ser atacados por una nueva locura y entonces tendremos otra guerra mundial o una revolución devastadora (…) Un dios del terror vive en el alma”. (Jung, Conferencia de Viena 1932 presagiando la segunda guerra).

Muchos son los análisis de corte socio-políticos que se han hecho sobre el fenómeno de Bolsonaro en Brasil, es decir sobre el auge de un líder que es vitoreado por las masas por su naturaleza abiertamente inmoral. La verdad es que uno tiene la sensación de ser testigo de un verdadero brote psicótico a escala colectiva. Los argumentos descriptivos de los mejores especialistas apenas pueden trazar las razones por las cuales, un personaje menor y grotesco, que desde hace décadas estaba instalado en las sombras de la política Brasilera, de un momento a otro, se convierte en un presidente apoyado por una abrumadora mayoría.

El ascenso vertiginoso de Bolsonaro debería guardar relación seguramente con algún secreto oscuro bien guardado en el corazón de los brasileros por años. Un árbol de odio acaba de florecer en la bruma incierta de este presente. Un sentimiento engendrado a escala social que supo esperar pacientemente la emergencia de un personaje obsceno, como vehículo que lo represente. El problema es que esa caricatura extraída del guión de una mala película de bajo presupuesto, estereotipo de un supervillano nazi,  antes pasaba desapercibido como un animal folklórico dentro del establishment político. Pero ahora su figura se llena de contenido. Y lo que menos interesa parece ser ahora lo que dice o lo que piensa. Su verdadera funcionalidad es la de darle salida a tanto resentimiento amasado por un sistema de dominación sin salida.

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Brasil, décima potencia mundial, custodia del amazonas , motor económico de Latinoamérica ahora está gobernada por un demente. No reniego de las causas políticas, es decir, del posicionamiento interesado de los sectores de poder, que ven en una sociedad estúpida la oportunidad de manipularla. Tampoco reniego del diseño de una estrategia continental y sistemática por parte del imperio que comenzó con Zelaya (Honduras), Lugo (Paraguay) y Temer (Brasil) y continúa. Pero nada de esto hubiera sucedido sin una sociedad que estuviera tan enferma, a la que la discusión política hay que rebajarla a los aspectos fundamentales de lo obvio, donde una parte absurdamente termina explicándole a la otra porqué está mal matar a los negros o a los pobres.

Hoy en Brasil se vive esto, el aire en las calles está lleno de violencia latente. Los votantes de Bolsonaro exhultados son capaces de las peores reacciones. Hablar públicamente de manera contraria y decir lo que uno quiera es un desafío que puede ser tomado como una provocación. Una furia irracional traspasa a los votantes de Bolsonaro que se comportan como una jauría de perros, ellos son padres y madres de familia, blancos y negros, ricos y pobres, cristianos evangélicos o laicos, que son capaces de linchar a un indefenso o pasarte por arriba con el auto.

El auge del nazismo estuvo también lleno de elementos irracionales y causa aparentes,  de sentimientos heroicos y nacionalistas que se entretejieron con pensamientos pertenecientes a un substrato místico. Que aparentaban consistencia en su conjunto pero ocultaron aquello que no se podía decir, una especie de dolor no purgado que emerge mostrando una herida llena de podredumbre. En las calles de Brasil, casi un siglo después, en otro continente, nuevamente la peor pesadilla se repite.

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*Foto de Portada: www.diariodejuarez.com

*Foto2: www.latercera.com

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