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11macrisFECHA: 13/02/17
No es necesario haber estudiado psicología ni haber leído Edipo Rey para saber que Mauricio Macri es presidente gracias a su padre Franco. El mismo lo ha reconocido infinidad de veces. Se postuló a presidente de Boca Juniors porque se aburría en Socma y también porque creía que nunca le iban a dar el manejo de la empresa familiar. Así que dejó en el cuadrito su título de ingeniero civil y se fue a probar suerte en la política. El primer paso era liderar el club de fútbol del que era hincha. Pero siempre tuvo en claro que Boca era un trampolín. El peldaño imprescindible para saltar hacia las batallas por el poder.

Y le vino bárbaro que a Franco no le gustara. Que mascullara en contra de su aventura boquense y de sus sueños de independencia. Esa oposición le dio la fuerza que necesitaba para proyectarse hacia territorios más hostiles. Y no le fue mal. En dos décadas de rebeldía al mandato paterno, Mauricio fue diputado, jefe de gobierno porteño y, oh Franco, presidente.
A esta altura de la vida, Mauricio tiene claro que Franco ha sido siempre más un obstáculo que una ayuda para avanzar en su carrera. Y la más reciente de esas vallas es el escándalo que acaba de estallar por el pedido de una fiscal para que se revise si, en la oferta que Correo Argentino S.A. había hecho para saldar una deuda del año 2001 con el Estado, se está beneficiando a Franco Macri, el dueño de la compañía que después dejó a los hermanos de Mauricio. El reclamo es que estarían eximiéndolo de abonar la indexación suficiente por haber dejado de pagar 296 millones de canon hasta que Néstor Kirchner estatizó la empresa en 2003. Macri hijo tendrá que enviar a sus ministros para dar las explicaciones en el Congreso y también en la Justicia.
El conflicto padre-hijo nunca fue un secreto. Básicamente porque sus instancias siempre fueron públicas. Apenas hay que recorrer algunas de las frases que Franco le fue dedicando a Mauricio a lo largo de su trayectoria para entender el trasfondo de tragedia griega que los unía pero que, sobre todo, los separaba.
“Tardé años en perdonarle a Mauricio que se fuera de mis empresas…”, fue la reflexión de Franco cuando Mauricio ya era presidente de Boca. El mandato del padre italiano estaba claro en sus dichos. Nunca fueron las empresas de la familia y mucho menos de sus hijos. Eran “mis empresas”, como decía el jefe del grupo.
La distancia con Mauricio se ensanchó en los años del kirchnerismo. Franco logró que los Kirchner jamás lo presionaran para pagar la deuda del correo. Y también gozó del respaldo necesario para extender sus negocios: el automotriz con base en China y el ferroviario con la concesión del tren Belgrano Cargas. A pocos les extrañó entonces que, en plena campaña presidencial en la que competía con buenas chances su hijo, Franco elogiara al adversario Daniel Scioli y pronunciara otro par de frases inolvidables.
“El próximo presidente tiene que salir de La Cámpora”.
“Mauricio tiene la mente de un presidente pero no el corazón”.
Sófocles no lo hubiera escrito mejor.
La saga de Franco no se detuvo con Mauricio presidente. A pesar de las reconciliaciones públicas y de la presencia del padre en la fiesta de celebración por el triunfo presidencial del hijo, siempre el cortocircuito estuvo a flor de piel. La primera complicación importante del Gobierno fue la difusión de los Panama Papers, donde las compañías off shore de Franco pusieron a Mauricio en las páginas negras de la prensa internacional.
“¿Los Panama Papers?, un absurdo total… Mauricio no ha querido que me metiera. ¿Si las declaré? Estoy casi seguro que sí…”, se defendió el padre. Con la suficiente ambigüedad como para que el hijo tenga que enfrentar un proceso judicial de aclaraciones que le va a llevar seguramente un tiempo largo.
Como no podía ser de otra manera, la evaluación que Franco hizo del gobierno de Mauricio en su primer año de gestión fue ruda y exigente. Si el Presidente había provocado sonrisas irónicas al autocalificarse con un 8, lo de su padre fue muy diferente.
“Le pongo un 5, pero sé que ha querido ir por más”, concedió Franco. Y hasta Ricardo Darín se impresionó con la frialdad del número. Es que la tensión asoma cada vez que cada uno de ellos opina sobre el otro. “Traté de ser el mejor padre que pude. Tal vez le puse una vara demasiado alta con las cosas que yo había hecho. Competí con él cuando se fue convirtiendo en hombre…”, reconoció Franco a fines del año pasado. “El tiene 84 años y sus propias visiones de la realidad que, claramente, no coinciden con las mías…”, fue una de las últimas definiciones de Mauricio.
No hay que buscarle más vueltas. Ni Elisa Carrió, ni Sergio Massa, ni Cristina Kirchner le han provocado tantos dolores de cabeza como los que Franco le generó a Mauricio en todos estos años en que la centralidad y el protagonismo pasaron del padre al hijo. Mauricio ya no es el hijo de Franco porque el peso de la realidad ha invertido el orden de los factores y ya hace tiempo que Franco ha pasado a ser apenas el padre de Mauricio. Una conclusión más razonable y sin dudas menos sangrienta que el final de la tragedia de Edipo Rey.
LINK:

http://www.clarin.com/opinion/mauricio-versus-franco-version-argentina-edipo-rey_0_rJGNiN0dl.html

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