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escobar200Por Jean Georges Almendras y Matias Guffanti

Enviados especiales de AntimafiaDuemila a Buenos Aires, Argentina-19 de febrero de 2017

Arremetiendo literalmente (y literariamente) contra el continuismo aquel que indica que todo hijo debería seguir los pasos de su padre, por tratarse de su referente de vida, el hijo del más grande –y mediático- narcotraficante de los últimos tiempos (especialmente de Sudamérica, en los años 80 y 90) Juan Pablo Escobar (o Sebastián Marroquín)  presentó  su reciente libro “Pablo Escobar: In Fraganti” en la ciudad de Buenos Aires.

Una publicación pasaporte para las reconciliaciones y para  la paz, pero también una publicación –que por su contenido y por sus revelaciones- resulta ser un pasaporte para las restricciones, una de ellas por ejemplo, la de que nunca más podrá ingresar a los Estados Unidos, sencillamente porque  en el libro hace público que su padre trabajaba para la CIA vendiendo cocaína para financiar la lucha contra el comunismo en Centroamérica. A los 39 años de edad (cumple los 40, el 24 de febrero)  Escobar Jr, el primogénito del jefe narco, reside en la Argentina junto a su familia. Arquitecto de profesión y diseñador industrial, decide un buen día revertir la situación respecto al estigma de ser un Escobar, y tras cambiar su identidad (como también lo hacen su hermana y su madre) se apresta a impactar al mundo entero presentando en diciembre de 2009 el documental biográfico “Pecados de mi padre”. De esa forma rompe con la cadena del espiral mafioso en el que se crió hasta el momento de salir raudamente de Colombia, transformándose en un Escobar antimafioso, pero sin renegar de la afectividad paterna, a la cual pondera y no deja de reconocer en todo momento, aún en su muy bien fundamentada discrepancia con la faceta criminal de su padre, a quien lo amó y lo ama profundamente.  Cinco años después publica el libro “Pablo Escobar, mi padre”, siendo su más reciente publicación “Pablo Escobar In Fraganti. Lo que mi padre nunca me contó”. Publicación que nos convocó –al colega Matías Guffanti y a mí-  al Auditorio BajaLibros de la calle Costa Rica al 5639, en la tarde del jueves 16 de febrero, oportunidad en que, en respuesta a una consulta de estos enviados especiales, hizo público el hecho de que su padre tomó a Cosa Nostra como modelo de los métodos violentos que utilizó en Colombia, en los años del terror.

Ni el más eximio novelista habría imaginado al primogénito del “Patrón del Mal”, y a casi 24 años de su muerte, embanderarse con una causa a contrapelo de una trayectoria paterna abrazada a la criminalidad, sentado ante una audiencia a la que no hace otra cosa que hablar de las historias de sus enemigos, contenido básico del último libro. Enemigos a los cuales buscó expresamente, para  reunirse con ellos, personalmente o por skype: “Me parecía que  el ejercicio más franco y más directo para contar y  para terminar de cerrar esta verdadera historia de Pablo Escobar es justamente dándole voz a aquellos que lo enfrentaron a muerte y que lo sobrevivieron, como fue el caso de Ramón Isaza y de sus hijos. De escuchar de sus hijos el testimonio de decirme vamos a mirar para adelante, no nos vamos a quedar atrapados en el pasado, tenemos que superarlo. Tenemos que avanzar”.

Y avanzar; no quedarse en el pasado; y mirar para adelante,  para Juan Pablo Escobar (como lo dice a los medios de prensa reiteradamente) es  una constante, una forma de vida si se quiere, porque tras la exhibición del documental “Los pecados de mi padre” la vida del hijo del narco más temido de Colombia y de la región -inmortalizado en seriales televisivas de distintas versiones- cambió notoriamente.

Apelando a todos los recursos editoriales de promoción y de marketing; y a todos los recursos del mundo de las redes sociales a través de internet, Juan Pablo Escobar, sin dejar de mencionar que su nueva identidad es Sebastian Marroquín, divulga sus actividades de conferencista  y sus libros:  “Tengo derecho a una nueva oportunidad. Me hago responsable de los pecados de mi padre. Yo le pedía a mi padre que no pusiera bombas”.

En resumidas cuentas, en las presentaciones de su libro y en sus conferencias públicas, profundiza siempre  de que su propuesta literaria es para que se  tome conciencia de que el camino elegido por su padre no es  -y no fue- el más saludable y que él, como hijo, optó por no seguir por ese mismo sendero. Así de simple. Así de sincero.

Y sobre éste su  último trabajo, en el encuentro de la calle Costa Rica, habló a la audiencia de que además de relatar las diferentes circunstancias en que se encontró con algunos de los archi enemigos de su padre, como Ramón Isaza, Willian Rodriguez Orejuela y el hijo de Barry Seal, puntualizó que en el proyecto están las historias verdaderas y las historias reales de todos esos personajes, presentándose las dos caras de la moneda.

Juan Pablo Escobar dijo que se registraron dialogados con “aquellos que tienen la posibilidad de decir si estoy equivocado o no, de decirme a mí. Porque creo que es la mejor manera de construir estas historias, contándolas, y desde ese lugar decir otras experiencias. Yo creo que suman un montón de hechos y de testimonios que nos permiten a reconciliarnos desde las más diversas arenas o digamos, sectores políticos, porque es claro que el paramilitarismo está totalmente vinculado con la ultraderecha en Colombia; en el caso del M 19, por supuesto que estamos hablando de la izquierda. Por ejemplo Willian Rodríguez, publicó un libro que se llama “No elegí ser el hijo del cartel de Cali”. Y él es un personaje que reconoce su vinculación con la organización de su padre, con el Cartel de Cali. Manejaba el área política de ese Cartel y era el encargado “como dicen aquí” de las coimas para los políticos. Era el encargado de reunirse con todos los políticos que le daban un apoyo total  y absoluto al Cartel de Cali. Es este diálogo que publico, pues fue un encuentro tremendo. Esa reunión tendría que haber terminado a los tiros pero no fue así, porque la tuvimos por skype, por una imposibilidad de juntarnos. El está imposibilitado de abandonar los EEUU y yo gracias a la publicación de éste libro, de por vida estoy imposibilitado de ir a visitarlo, por lo cual este libro también es una renuncia a mi visa. Más ahora, en ésta era Trump. Entonces, tuve la posibilidad de hablar con Willian Rodríguez y él hace un reconocimiento de mi labor frente a la paz y frente a la actitud que he asumido frente a la vida, de no continuar  los pasos de mi padre y de no convertirme en un Pablo Escobar 2. Les digo que ya se me fue el tren, que es demasiado tarde y que tengo, sumando los dos libros, más de 700 páginas de razones por las cuales yo dejé un camino muy diferente. En este recuento digamos que Willian Rodríguez, reconoce por primera vez la autoría intelectual de su padre y de su tío, del atentado al edificio Mónaco, que algunos medios de comunicación de Colombia recuerdan como la respuesta de todos los atentados que hizo mi padre, cuando en realidad la noticia está publicada al revés y muy convenientemente. La realidad es que es el 1er atentado que da comienzo a la gran narco-terrorista en la historia de Colombia, y sucede el 3 de enero de 1988, a las cinco y trece de la mañana, cuando explota un coche bomba con 700 kilos de dinamita que destruye los vidrios de la ciudad a un kilómetro a la redonda y nos hacen nacer de nuevo ese día. Entonces fue para mí muy revelador escuchar a Willian Rodríguez reconocer totalmente la autoría y la responsabilidad de su familia en un hecho que hasta yo fui obligado a negar esa autoría”.

Apoyado visiblemente en todas sus vivencias y en todo lo que pudo ir hilvanando merced a  sus encuentros con los enemigos de su padre,  su libro fue cobrando forma. Una forma de denuncia, en particular cuando dentro de la publicación pone énfasis en que su padre trabajó para la DEA, detallando los vínculos en ese sentido.

En el contexto del relato en el libro, de esa intensa vida del máximo jefe de Cartel de Medellín, según su hijo Juan Pablo, no siempre se habla de violencia, sino que se van acumulando hechos y episodios de distinta naturaleza, y también se van sumando caminos de esperanza. Una de esas historias, donde la realidad se da de bruces con desenlaces inesperados, se refiere a un piloto informante de la DEA. Se trata de Barry Seal, que estrechó vínculos con Pablo Escobar abandonándolo luego para acumular dinero, trabajando como espía. Fue quien obtuvo las primeras fotos que vincularon al Cartel de Medellín con el gobierno sandinista de Nicaragua. No bien Pablo Escobar supo de la traición, ordenó su asesinato.

“Hable con su hijo Aron Seal, en México, en el 2016, y le mostré el capítulo y vio un perfil certero de su padre. Barry Seal, queda desprotegido. Hubo un complot para facilitar su asesinato. Eso lo demuestro en el libro. La familia Seal me mandó saludo navideño. Y con Aron Seal continuamos una amistad y hasta compartió conmigo una conferencia que di a jóvenes” relata Juan Pablo Escobar, durante la reciente presentación del libro en la ciudad de Buenos Aires. Y sobre el tesorero de Pablo Escobar (del Cartel de Medellín) alias “Quijada” nos dice: “fue un hombre que fue más perseguido que  mi papá” “y que tenía una vida de lujos” “y lo vi en Colombia, empobrecido totalmente”.

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Seguramente este segundo libro, en sí mismo, no resulta suficiente para conocer la profundidad del mensaje de su autor, a la sociedad colombiana y mundial. La historia de su padre arrasó con vidas y en medio de esas violencias que dejaron huellas, los acontecimientos rebasaron todos los límites imaginables. Y esas historias, esas “dos caras dela moneda” presentadas por el hijo del jefe del Cartel de Medellín, seguramente también encierran vivencias de menor importancia que deben  haber quedado fuera de las páginas y páginas de los dos libros publicados. Historias que quedarán anónimas, quizás. ¿Podrá haber un tercer libro?-

¿Todo el voluminoso historial criminal de un bandido que ensangrentó, convulsionó, impactó y desestabilizó Colombia por aquellos días, involucrando a un núcleo familiar, como el de los Escobar, hace que pensemos de buena fe que este camino elegido por uno de los involuntarios protagonistas de aquellos años del terror (que se fusionaban con las bondades, los respetos y los afectos paternos, hacia esposa e hijos del jefe narco) abrirá las mentes de las generaciones futuras y las aguas que se echarán sobre los sucesos, muchas veces turbios y repletos de nubarrones o de distorsiones, permitirán conocer facetas diferentes de un hombre joven que valerosamente (y a conciencia) pone las cartas sobre la mesa, en un siglo cargado de intrigas, conflictos y de revelaciones?. Apostemos, honestamente, que sí, que se abrirán muchas mentes y muchos caminos, pero no descartemos también, la posibilidad de que se cerraran otras mentes y se cerrarán otros caminos. Son las reglas del juego de quien apuesta por construir, llevando un apellido como el de Escobar.

Una apuesta que se hace (que la hace nada menos que el hijo predilecto de un jefe narco colombiano histórico y mítico, a costa de la sangre y del plomo) con un cometido pacificador y dentro de un inevitable marco de búsqueda  (y de denuncia) de la verdad. Una verdad situada en las entrañas mismas de una sociedad, culturalmente violenta y en las entrañas mismas de una familia paterna en la que no fueron pocas las traiciones y las luchas intestinas. Luchas que hoy son evaluadas con una admirable óptica conciliatoria, nada menos que de uno de los perjudicados: el hijo de mayor de los Escobar.

“Fue duro ver a mi abuela. La familia de mi padre vive todavía de mi padre, aunque loentregaron” -dice Juan Pablo escobar. Y agrega: “todos los días los perdono, los perdono sistemáticamente, porque sus ataques son sistemáticos. Roberto, su hermano (de Pablo Escobar)era informante de la DEA y contribuyó con su muerte”.

El hijo del “Patrón” no escatima en críticas a su padre, o mejor dicho a su proceder como criminal, al punto de que ante una de nuestras consultas sobre el posible vínculo suyo con los jefes mafiosos sicilianos de Cosa Nostra de los años 80 y 90, aportó muy interesantes revelaciones que profundiza mi colega Guffanti, más adelante, lo que demuestra que Pablo Escobar, conocía perfectamente el contexto mundial y no se manejaba aislado o distanciado de las realidades criminales de otras latitudes.

“MI padre se suicidó sobre el tejado. No permitió que lo mataran. Los forenses fueron amenazados y debieron modificar los informes de las autopsias”, dijo enfáticamente Juan Pablo Escobar, insistiendo en una  verdad, que en libros y series televisivas no se contempla ni se considera, porque distorsionarla es el cliché que conviene remarcar, para el presente y para el futuro. Claro está, que nunca se imaginaron que un buen día el primogénito de los Escobar transitaría por los senderos de las revelaciones y de las reconciliaciones.

“Viviré y moriré aferrado a las banderas de la paz. Como hombre de paz crearé conciencia en ese sentido por respeto a las víctimas de la violencia y por respeto a nuestro país. Los hombres de paz son apolíticos. No me atrae la política. No me dejo seducir por la política, que siempre es un juego sucio. Mi padre fue el padre más bueno del siglo y el bandido más peligroso del siglo” afirmó Juan Pablo Escobar.

“Mi padre era un seguidor de TotóRiina”

“Mi padre era un observador y seguidor de TotòRiina y claramente aprendió de él sus métodos violentos”, nos aseguró  el hijo de Pablo Emilio Escobar Gaviria, hablando sobre la gran admiración de su padre por la mafia italiana Cosa Nostra. Lejos de ser una coincidencia, Sebastián Marroquín explicó que los asesinatos selectivos, las bombas, los secuestros y demás actividades llevadas a cabo por el Cartel de Medellín en los años 80, fueron una repetición literal y calcada de la presión ejercida sobre el Estado, que en esos mismos años llevaba adelante el jefe de la mafia siciliana.

“No me equivoco cuando digo que la capacidad de mi padre para desafiar al Estado colombiano la aprendió de TotòRiina”, expresó Juan Pablo Escobar, quien manifestó conocer muy de cerca la historia del mafioso, debido a la permanente mención de su padre sobre él.  Y agregó: “Nosotros como familia, y yo como su hijo, nos sentábamos a leer las noticias de TotòRiina y veíamos lo que había ocurrido con Giovanni Falcone, y con los demás asesinados, y de alguna manera con todo el terrorismo del cual él comenzó a hacer uso, para someter a las autoridades”.

“En aquella época, según lo que entiendo yo, como ha sido siempre, la mafia italiana estaba en el interior de los Estados Unidos pero no quería relacionarse con el negocio de la droga directamente, había otro tipo de roles mafiosos que ellos llevaban adelante, porque consideraban que los estupefacientes les traerían muchos más problemas, como de hecho a la larga se los trajo, y empezó a haber una división entre esas organizaciones mafiosas italianas, que pensaban que había que seguir sin involucrarse en ese negocio, lo que les garantizaría tranquilidad y libertad, y esas otras facciones que sí querían hacerlo y pensaban que no deberían quedar afuera, por la inmensa capacidad de distribución que tenían, como buena mafia que eran”, explicó Marroquín.

Con una mirada crítica a las investigaciones de Estados Unidos, en las que a lo largo de la historia se descubren únicamente narcos latinoamericanos, con raras excepciones, el hijo de Pablo Escobar no dejó de denunciar el vínculo entre su padre y los norteamericanos: “En aquella época y aún hoy, en Estados Unidos, había y hay, un gran déficit de narcotraficantes. Es decir, hay más adictos y más consumidores de drogas que cantidad de narcotraficantes, con la capacidad de abastecer el producto que desesperadamente claman. Es por esto que su gran cliente fue Estados Unidos”.

“En aquél entonces mi padre tenía una organización que le llevaba la droga hasta adentro de EE.UU., se la compraba un norteamericano. Pongo un caso concreto: el caso de Max Mermelstein, que fue uno de los pocos narcotraficantes estadounidense que se reconoció, y ya el narco latinoamericano regresa feliz por la ganancia, pero no se mete más allá de ese negocio” señaló Juan Pablo Escobar, dando a entender con el testimonio de su vivencia en el medio de los hechos, la complejidad de un negocio que no termina sólo en la droga, sino en un sistema criminal integrado, mundial, que atraviesa carteles, mafias internacionales, ejércitos, gobiernos, servicios secretos y cualquier organismo de seguridad.



*Fotos : Alicia Conti y BajaLibros

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