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OBAMA Y LAS VERDADES INDECIBLES
obamaDe Giulietto Chiesa - Megachip 
Estoy de acuerdo con quien ha dicho ésto: los presidentes se juzgan por lo que hacen, no por lo que prometen. En realidad vale no solo para los presidentes, sino para todos.

Seguramente vale también para Barack Hussein Obama, el cual ya sabemos que pasará a la historia por la absoluta peculiaridad que ha caracterizado su elección, prescindiendo de lo que hará o no hará y también de si lo hará bien o mal.
Pasará a la historia como la más fantástica operación de marketing presidencial que jamás haya sido ni siquiera imaginada.
Cuando era joven recuerdo haber leído un libro, donde se explicaba que un presidente americano, ya en aquel entonces, era un fenómeno de mercado, en todos los sentidos. El autor era un americano, Joe McGinnis. El título “Como se vende un presidente”, que se entendía en el “buen” sentido, precisamente, de como un presidente pueda ser comparado a una jabonera grande, no en el sentido, malo, sino de un presidente que se vende a si mismo a quien ofrece más.
En el caso de Obama, después de algunos decenios, nos hemos pasado. Los demás, los anteriores, eran « vendidos » todos con los mismos sistemas. En cambio esta vez es una situación inédita para un presidente americano de un país que está viviendo una crisis profunda. Tan profunda que, por el momento, nadie está en condiciones de ver el fondo del abismo.
Por lo cual, elegir un presidente en el 2008 no podía significar solo vender una jabonera. Las mentes que esta vez han construído la “mercancía” tenían delante el cometido de “revender la America” toda entera. Y no era ni siquiera cuestión de reconstruir solo su maquillaje, de hacerle el lifting radical. Era cuestión de lanzar de nuevo el « sueño americano » con toda su hollywoodiana magnificiencia. Y hacerlo en el momento peor, el momento en el que todas las “mission accomplished” (misiones cumplidas) se demuestran que no están cumplidas para nada.
He leído en estos meses de espera de la posesión del cargo, decenas de comentarios, variados pero todos aunados por el mismo mantra: aquí está, veis, América en crisis es capaz de sacudirse, se vuelve a levantar, demuestra que no hay ninguna decadencia, que se trata solo de un paréntesis infausto, provocado por el desastre de su predecesores.
Se podría decir que esta es la única señal que demuestra la verdadera grandeza del Imperio: su capacidad de manejar su propia imagen. Genial la campaña electoral que ha puesto en competencia una mujer (la primera absolutamente en la historia americana) y un negro (otra primacía absoluta, de Guiness). Antes incluso de terminar la campaña los ideólogos de esta operación ya habían obtenido el 50% del éxito, presentando una nueva versión de America lista para el uso del mundo entero. Una clásica situación que justo los americanos han definido icásticamente como “win-win”. Es decir una situación en la que no puedes perder, solo ganar, a la grande o a la Guinness.
Después, sobre el camino, el sentido común de los americanos (¿quien ha dicho que los pueblos no existen y que son solo abstraciones? Yo estoy con Elias Canetti, (que creía en el alma de la masa) ha comprendido que no se podía reproponer la idea de un nuevo Imperio si no cambiando completamente la imagen. Y ha dejado vencer al negro.
¿Fin del racismo? Pero que. Está claro que esto tiene que ver con la victoria de Obama, pero yo creo que America ha elegido a aquel que mejor que cualquier otro le hubiera dado la posibilidad de demostrar su dinamismo, de proponer de nuevo su supremacia mundial, es decir, como dirían los franceses, “train de vie”.
¿Cómo se puede seguir haciendo shopping? ¿A no pagar los impuestos? ¿A poder dictar al resto del mundo las propias decisiones como si fuesen las de todos? No, no tengo intención de filosofar. Se bien que estos no son los objetivos del americano medio. Está claro que estas son las ideas de la élite de esa sociedad, de esa que tiene el poder desde siempre. Pero su fuerza ha consistido siempre –como ha explicado magistralmente Michael Moore- en el tener la idea del sueño americano tan pegada a la nariz del verdadero americano al fin de que sienta incluso el olor. Convencerle de que podría comérselo, con un poco de suerte, incluso mañana.
El problema llega ahora, cuando Obama se verá obligado a alejar unos centímetros el sueño de la nariz. Y el verdadero punto interrogativo se pondrá al final de esta otra pregunta: ¿lo hará diciendo la verdad, al menos “alguna” verdad, o tendrá que hacerlo con brutalidad, sin decir como están las cosas?
Pero sobre este punto, si el lector me lo permite, hablaremos después. Ahora quisiera hablar de nosotros, súbditos del Imperio que será guiado por Obama. Estamos extasiados por este destello de novedad, de energía. Tengo una querida amiga que no hace más que repetirme una cosa que no puedo ignorar: me invita a reflexionar que las cosas que Obama dice no puede habérselas escrito nadie, porque son demasiado inteligentes. Y que ciertos vocablos, ciertas ideas, o las tienes en la cabeza, o no te salen ni aunque tuvieras los mejores diez “speech writers” del mundo.
Además he visto emerger con mis ojos a otro “mutante” en otro país en crisis actual, muy cercana, por profundidad a la de la América de hoy. Nadie hubiera imaginado nunca que pudiese surgir, ese « mutante », de esas condiciones. Sin embargo apareció y produjo, o quizás simplemente entrevió lo que estaba por suceder. Era Gorbaciov, que salía de las vísceras del aparato más cerrado y refractario a las novedades y trajo una ventolada de cambios que todavía no ha terminado de sacudir al planeta. Sabemos que le fue mal, pero esto es otro discurso.
El hecho es que sucedió. Y si sucedió entonces, ¿por que no podría suceder de nuevo?
Por lo cual yo mantengo una reserva positiva: por él. Un crédito de confianza: nunca se sabe.
De los que desconfío más es de sus enaltecedores en nuestro país. Esos para los que todo iba bien también con Bush Junior y que ahora se han inscrito deprisa en el equipo de Obama. Esos que, cuando te atrevías a decir que había algo de insensato en esa mano escondida del mercado que golpea con hendidura en donde salían sangre y dolor para miles de millones de desheredados, te hacían pasar por ingrato o como enemigo del occidente.
« Aquellos que », hubiera dicho Giorgio Gaber (conocido cantautor fallecido), porque hubieran ido bien en su lista de entonces, años 60. Los que estaban listos para vender Europa para comprarse la América, visto que todas las novedades venían de allí, visto que nosotros éramos viejos y ellos eran « Silicon Valley », visto que nosotros teníamos la pensión y ellos en cambio invertían en fondos pensión, que a despecho de la semejanza en términos, tenían poco o nada en común, es verdad al punto que quien había creído en ello no verá más la pensión.
¡Qué bonito soñar sobre las espaldas de los demás! Eso es, de éstos no me fío.
Y entonces vuelvo al negro Obama y al abismo sobre el que se ha asomado. Se que de cómo mirará ahí dentro dependerá no solo nuestro bienestar, sino incluso nuestra vida, seguramente la de nuestros hijos. Se que si se equivoca él y esas treinta personas que están a su lado, habrá problemas para todos.
Se que, para no equivocarse, tendrá que decir a los americanos, a los que han disfrutado de la “american way of life”, la que ha conquistado el mundo, que se ha terminado. Que América ha llegado a la estación final, como todos nosotros ricos, por decir algo, ricos respecto de otros, que nunca lo han sido. Que una “mejora económica”, si la habrá, durará poco y después caerá de nuevo, como sucede a los que no saben nadar y que de vez en cuando consiguen de todas formas sacar la cabeza para respirar. Porque ya no se puede aspirar a todo el modelo de crecimiento exponencial en el que hemos vivido durante un siglo y medio, no se puede ni siquiera realizar, porque ya no hay recursos. Tendría que decir a sus conciudadanos que la fiesta se terminó, es más, que no era una fiesta, sino un simulacro de fiesta. Era una imagen, como es solo imagen la que le ha llevado al poder para salvar esa otra imagen anterior de si mismo. ¿Y nosotros tendríamos que pensar ahora, que de un espeji! smo, que nos ha engañado, pueda emerger una realidad que nos consuele de ese engaño en el que hemos creído, costase lo que costase –a los demás?
Yo se que Obama no podrá decir la verdad y no la dirá. Ni siquiera si hubiera visto hasta el fondo del abismo. Tendría que decirnos, crudamente, una cosa que muchos no podrían ni siquiera entender, no digo estar de acuerdo: que un crecimiento indefinido en un sistema finito de recursos no es posible materialmente. Y nosotros, con los americanos, estamos viviendo, que casualidad, justo dentro del contexto de una sistema finito de recursos, después de haber producido un crecimiento tan infinito que ha roto incluso con ese sistema. Estamos viviendo con los pocos restos de la naturaleza que no nos hemos comido ni bebido todavía y que seguimos pensando que puedan durar hasta el infinito. Nos guían en esto esa “ciencia estúpida” que es la economía que no ha sabido distinguir el dinero (que hemos inventado y no tiene límites) de la materia, que no hemos inventado nosotros y que es inexorablemente limitada.
De ahí nace el desastre. Obama, aunque fuera un “mutante”, no tiene frenos para detenerlo.

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