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16violencianarcoARGENTINA TEME ‘MEXICANIZARSE’ POR VIOLENCIA DEL NARCOTRÁFICO
Atentado contra el Gobernador de Santa Fe prendió alarmas. Este se convirtió en el tercer país de tráfico de narcóticos hacia Europa.
El 11 de octubre desconocidos balearon la casa del gobernador de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti, quien se encontraba en la residencia y tuvo la suerte de salir ileso. El hecho prendió todas las alarmas entre las autoridades argentinas. Las primeras hipótesis señalan que se trata de un acto cometido por mafias del narcotráfico, que cada vez tienen más injerencia en Argentina, que ha pasado de ser un país de tránsito y lavado de dinero, a convertirse en un país de fabricación y consumo.
Según cifras de las Naciones Unidas, Argentina es el tercer país de tráfico hacia Europa detrás de Colombia y Brasil. En 2009 se decomisaron en el país 12.643 kilos de cocaína.
Para Mario Montoto, director de la fundación Taeda, “lo que hizo el narcotráfico fue una advertencia. Cuando yo veo que a un gobernador le balean el frente de su casa, pienso que en México empezaron así. Al poco tiempo siguieron asesinando a determinados políticos, empresarios, periodistas”.
El ministro de Justicia y Seguridad de Buenos Aires, Guillermo Montenegro, dijo, en referencia al narcotráfico, “hoy no tenemos un problema, tenemos una guerra”.
Para el juez Luis Losada, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, “se observa un coctel explosivo de corrupción, degradación y violencia. El narcotráfico decidió atacar los propios cimientos del Estado”.
Rosario, capital del narcotráfico
La provincia de Santa Fe es una de las más castigadas. Según la diputada opositora Elisa Carrió, su capital Rosario, la tercera ciudad del país y un pujante polo agrícola y ganadero, se ha convertido en “la capital del narcotráfico”: en lo que va del año, fueron asesinadas 190 personas por vendettas.
Se empieza a hablar de “economía narco de subsistencia” definiéndose a familias enteras que viven de la producción de cocaína.
La semana pasada fueron detenidos doce miembros de la familia Zacarías, que producían media tonelada de cocaína por mes en su casa, un chalet rodeado de árboles con piscina, que luego se distribuía en bocas de expendio en Rosario, aparentemente, bajo la protección de la Policía.
Pero no solo se trata de Rosario: para citar solo datos del último mes, el 13 de octubre, dos niños de 9 y 11 años murieron al incendiarse su casa en el barrio porteño de La Boca, tras un ataque con una bomba molotov a un kiosko de venta de droga, y el 10 de octubre, cinco personas fueron ultimadas en la Villa 1-11-14 en Buenos Aires.
El aumento de los crímenes producto del narcotráfico es geométrico: en diez años hubo 53 asesinatos relacionados con el narco, 21 de ellos se produjeron el último año.
Corrupción policial y ausencia del Estado
Lo más grave es la penetración de las instituciones: en dos de las tres provincias más importantes del país, Córdoba y Santa Fe, la cúpula policial tuvo que ser removida por acusaciones de protección a narcotraficantes.
En Córdoba, han sido detenidos nueve oficiales de la Policía, siete de los cuales pertenecen a la División de Lucha contra el Narcotráfico, y en Santa Fe van diez miembros de la Policía detenidos por colaborar con la banda de narcotraficantes ‘los Monos’, una de las mayores de la ciudad. Cuatro de ellos fueron detenidos por su vinculación con el ataque a la casa del gobernador.
La penetración de la droga es proporcional a la desaparición de la presencia del Estado. Por orden de Cristina Kirchner, en agosto de este año, 5000 gendarmes - la fuerza encargada de controlar las rutas y pasos fronterizos - fueron enviados al gran Buenos Aires, para acallar, en un periodo preelectoral, las protestas crecientes por falta de seguridad en el conurbano.
Debido a la falta de controles se han ido estableciendo varias autopistas de la droga: la ruta 34, que se extiende por Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy, la ruta que viene de Paraguay, continúa por Corrientes y Chaco y la hidrovía Paraguay-Paraná. En amplias zonas de frontera no existe ningún control. En Salta, límite con Bolivia, por donde ingresa la mayoría de cocaína, hay localidades como Salvador Mazza donde a lo largo de 32 kilometros del cauce seco de un río, 1700 personas pasan al día con sus bultos sobre el hombro, sin que nadie los revise.
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