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ninos2EL DOLOR DE LA POBREZA
Nos planteamos muchas veces si es conveniente acercar a los niños al drama de la pobreza y la exclusión; si deben o no conocer lo que significa “carecer”, estar privados de necesidades y no de deseos. Porque la diferencia entre lo que quiero o deseo y lo que necesito es inconmensurable.
Cuando nos hacemos este planteo, nos inclinamos a hablar de este tema, ya que podemos ver juntos cuánta injusticia existe alrededor nuestro y cuánta compasión debiéramos sentir ante el dolor ajeno, para comprometernos a realizar alguna acción en pro del otro.
En realidad, tendemos con frecuencia a ocultarles estos temas, por temor a que se angustien, pero no es más que pretender ocultar la realidad que nos rodea. Sin embargo, parece conveniente que estas circunstancias de vida sirvan para enseñarles a compartir, no sólo el dolor, sino también algunos bienes y posibilidades propias que contribuyan a paliar el sufrimiento de quien está necesitado.
Por otra parte, los chicos tienen sus propias experiencias y encuentros en sus vivencias diarias, en la calle o en su colegio. Frecuentemente verán gente con más o menos dinero y también gente más o menos predispuesta a la generosidad y la compasión (otra cara de la pobreza).
Nuestra tarea será la de centrar el tema, hablando para esclarecer, que si bien el dinero establece muchas y muy duras diferencias entre las personas, hay otros bienes tanto o más importantes que la plata y que también a veces se distribuyen desparejamente, como la consideración, el respeto, la compasión y la alternancia social y humana, junto al cariño y a la delicadeza en los modos de relacionarse.
Hay personas pobres y personas paupérrimas, marginadas, indigentes, con diferencias en su situación de injusticia, que por ser personas y sólo por eso, merecen mucho más de lo que tienen. Merecerían tener comida, techo, abrigo y servicios de agua, luz y cloaca, para contar después con igualdad de oportunidades de trabajo, salud y estudio que les posibiliten emerger, progresar y vivir mejor.
Estas desigualdades no significan “todos iguales”, sino iguales en posibilidades, para que cada uno pueda construir su vida.
Hacerles conocer estas crudas realidades seguramente contribuirá a que los niños y adolescentes valoren más sus posibilidades y oportunidades y las aprovechen y vean que no es carencia no llegar a la última computadora o a la más nueva Play, cuando no muy lejos de casa hay niños mal alimentados.
Desde allí pueden surgir dos sentimientos importantes: el de la gratitud por todo lo recibido, y el de la solidaridad que los lleve a querer ayudar un poco más al prójimo necesitado de bienes, de cariño y compasión.
Porque cuando hablamos con los hijos de este tema es para suscitar en ellos valores y virtudes que los empujen a ser mejores personas.
(*) Orientadora familiar
Fecha Publicación: Viernes, 01 de Abril de 2011
Por Leticia Oraisón de Turpín (*)
http://www.el-litoral.com.ar/leer_noticia.asp?IdNoticia=159415

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