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44armasinsurgentesARMAR A LOS INSURGENTES, UNA FORMA DE EQUILIBRAR LAS FUERZAS
Viernes 02 de marzo de 2012 | Publicado en edición impresa
Por Roger Cohen  | The New York Times
LONDRES.- Esta es la cruda verdad de la situación en Siria: antes de mejorar, no hará otra cosa que empeorar; es la madre de todas las guerras a distancia; el régimen del despiadado Bashar al-Assad ya está acabado, sólo falta saber cuándo terminará.
Las naciones se liberan de la tiranía por diferentes caminos. Cuando cayó el comunismo, algunos países viraron hacia Occidente mientras otros agonizaban. Yugoslavia -una hermosa idea que nunca funcionó- es una de las muchas naciones que se invocan como ejemplo posible del sangriento destino de Siria; otras son Irak y el Líbano.

Los ingredientes son archiconocidos: Siria es un Estado multiétnico gobernado con puño de hierro por una minoría -los alauitas, que son casi chiitas- que si se incluye a cristianos, drusos y otros grupos minoritarios alcanzan a sumar alrededor de una cuarta parte de la población. La mayoría es sunnita. Cuando en países como éstos el puño de hierro deja de existir, la libertad es vivida más como una liberación de los otros que como una posibilidad de unirse dentro del nuevo orden liberal de dar y recibir.
Y durante el último año ése ha demostrado ser el caso de la Siria de Bashar al-Assad, quien retomando una página de la historia de su padre intenta suprimir con una matanza la gesta de un levantamiento generalizado para liberarse del monopolio del poder de la familia gobernante. ¡Al-Assad es un médico recibido! No hay médico que haya pisoteado tan descaradamente el juramento hipocrático.
Los Al-Assad son una mafia, una minoría (la familia) dentro de otra minoría (los alauitas) dentro de otra minoría (la policía secreta Mukhabarat). Los Al-Assad han gobernado Siria como si fuera su feudo personal, un juguete que pueden pasarse de padres a hijos. Eso ya terminó.
Dije, al principio, que antes de mejorar la situación empeorará. El pacto sirio se rompió, y bajo los Al-Assad es inconcebible un pacto nuevo. Hay en juego intereses más poderosos. La teocracia chiita de Irán, cada vez más aislada, defiende al régimen sirio del Ejército Libre de Siria, financiado en parte por la teocracia sunnita de Araba Saudita: ésa es la guerra a distancia.
Temiendo una "primavera rusa" en su propio vecindario, y con un cinismo que lleva su sello, Vladimir Putin optó por defender a su viejo aliado Al-Assad, en contra de los pedidos norteamericanos para que renuncie.
Israel conoce a Al-Assad y sabe que ayuda con armas a Hezbollah, pero también sabe que es un enemigo predecible y básicamente pasivo. Lo que no sabe es lo que puede pasar sin ese Estado policial cuyos hábitos puede predecir.
Siria es un polvorín. Pero ésa no es razón para quedarse quietos. Tal como quedó demostrado con la guerra de Bosnia, las bases de cualquier acuerdo deben partir de un cierto equilibrio de fuerzas. Así que, en mi opinión, hay que redoblar los esfuerzos que ya están tímidamente en curso y hacer llegar más armas al Ejército Libre de Siria.
Hay que entrenar esas fuerzas, tal como se entrenó a los rebeldes en Libia. Llegó la hora de la revancha: Estados Unidos le advirtió a Al-Assad que no permitiera el paso de combatientes de Al-Qaeda por territorio sirio hacia Irak. Ahora se puede permitir el paso desde Irak hacia Siria de armamentos y fuerzas capaces de entrenar al Ejército Libre.
También es necesario montar un gran operativo de ayuda humanitaria coordinado por las Naciones Unidas y centrado en enclaves de refugiados como Turquía, Jordania y otros países.
Ya estoy escuchando el grito de alarma: suministrar armas a los opositores de Al-Assad no hará más que exacerbar los temores de las minorías sirias y hacer que se unan, con mayor derramamiento de sangre, y socavar los esfuerzos diplomáticos que ahora lleva adelante Kofi Annan, un talentoso pacificador. El riesgo es que una guerra a distancia se convierta en una conflagración a distancia.
Armar al Ejército Libre de Siria apuntalará los esfuerzos diplomáticos de Kofi Annan y tal vez abra el camino de una transición como la propuesta por la Liga Arabe. A cambio, la dividida oposición siria debe comprometerse firmemente a respetar el derecho de las minorías.
Si Al-Assad cae, Irán sufrirá una crucial pérdida de poder y desaparecería el conducto establecido de Teherán con Hezbollah. Entre articular la caída de Al-Assad y bombardear las instalaciones nucleares de Irán, la elección es obvia hasta para un descerebrado: la primera alternativa es inteligente y loable; la segunda, una locura. La esposa de Al-Assad compró recientemente propiedades en Londres: hay que asegurarse de que tenga la oportunidad de usarlas, liberando al pueblo de Siria.

http://www.lanacion.com.ar/1453056-armar-a-los-insurgentes-una-forma-de-equilibrar-las-fuerzas

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