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G20_2EL G-20 Y SU DESAFÍO DE COORDINAR
La reciente cumbre del G-20 en Seúl hizo escasos avances en la resolución de los problemas fundamentales que afectan a la economía global, particularmente en lo referido a los desequilibrios macroeconómicos. La negativa de los EE.UU. a discutir los estímulos monetarios de la Reserva Federal, que se esparcen globalmente, y la obstinación de China por impedir la apreciación de su moneda, manteniendo así un amplio superávit externo, parecerían ser obstáculos insuperables para el éxito de la cooperación internacional. Esta situación acarrea el riesgo de intensificar tendencias proteccionistas y provocar una guerra comercial.
En este contexto, la relevancia del G-20 está en juego. En 2011, Francia ocupará la presidencia del grupo y ha puesto especial énfasis en consensuar una agenda de trabajo que logre avanzar sobre esta problemática. Esa agenda tiene tres elementos fundamentales: (a) la revisión y reforma del Sistema Monetario Internacional (SMI); (b) la especulación financiera en el mercado de las commodities , y (c) la estructura institucional y la composición del G-20.
De estos temas, probablemente, el primero sea el más relevante y controversial. Justamente, en la convención del Foro Económico Mundial que se realizó hace una semana en Dubai se discutió en detalle el impacto de la crisis financiera actual sobre el SMI, y se confeccionaron recomendaciones específicas para ser incorporadas en la agenda antes mencionada.
En la práctica, existen dos elementos centrales de esta problemática que requieren ser considerados de manera rigurosa. El primero tiene que ver con los desequilibrios internacionales y el mecanismo de ajuste y el segundo se refiere a los flujos descontrolados de capital hacia los países emergentes y la proliferación de controles de cambio.
En cuanto a los desequilibrios, el problema se origina en la falta de un mecanismo que corrija el déficit externo, casi crónico, de los Estados Unidos. El mecanismo natural de corrección debería ser una devaluación del dólar y una correspondiente apreciación de la moneda de los países superavitarios. Pero ¿cuáles son estos países? Principalmente, Japón, Alemania y China. Pero una revaluación del yen, adicional a la que ya ha experimentado, agravaría la recesión secular que viene sufriendo Japón. Alemania no tiene moneda propia y una apreciación del valor del euro afectaría negativamente a los miembros periféricos de la zona, que luchan por recobrarse de la recesión. China, con su gran superávit, debería absorber el mayor impacto de la revaluación, algo que el país asiático no está dispuesto a afrontar. Alega que su moneda no está subvaluada, ya que los costos de producción subieron internamente y el impacto regional de una revaluación del yuan podría causar una disrupción significativa en su economía. Además, insiste en que las políticas monetarias expansivas de los EE.UU. son la real causa de los desbalances.
En este contexto, el G-20 enfrenta la dificultad de coordinar de modo objetivo intereses contrapuestos para alcanzar acuerdos que conllevan cierta subordinación de la soberanía nacional en aras del beneficio colectivo. La solución cooperativa es superior a los equilibrios individuales, pero hay un problema de coordinación que el G-20 no logró aún superar y que es su gran desafío para el próximo año.
Exacerbando esta situación, un corolario de la crisis financiera ha sido la necesidad de implementar políticas contracíclicas que resultaron en tasas de rendimiento muy bajas para los activos de los países avanzados. Esto causó un aluvión de capital hacia los países emergentes, donde los rendimientos son superiores y su macroeconomía resistió mejor los embates de la crisis. Los flujos de capital revalúan las monedas de estos países causándoles grandes pérdidas en su competitividad. Esto se ve agravado por la mencionada necesidad de una devaluación del dólar, que no está siendo absorbida por los mayores países superavitarios. Precisamente, en esto consiste "la guerra de las divisas". La reacción de los países afectados por los ingresos excesivos de divisas, que son los países más atractivos por su performance económica, es la implementación de controles cambiarios y otros impedimentos a los flujos de capital. El consenso en Dubai fue positivo respecto de estos controles, pero quedó plasmada la preocupación de que éstos degeneren, si no se encuentra pronto una solución cooperativa, en una fractura del sistema financiero y comercial mundial.
Esta discusión ejemplifica la complejidad de la problemática financiera actual. A esto se le suma la necesidad de asegurar la provisión de liquidez en tiempos de crisis y la solución del conflicto intrínseco al sistema actual, que proviene del rol central que juega el dólar como moneda de reserva, al mismo tiempo que los EE.UU. enfrentan tensiones económico-financieras de gran magnitud. Esto se agrava en momentos en que el euro, como proyecto, se ve debilitado, reduciendo así la posibilidad de servir como alternativa. En estas circunstancias el G-20 puede y debe reducir los conflictos puntuales, pero una solución final requiere un rediseño del sistema monetario actual basado puramente en monedas nacionales. Este objetivo es de largo plazo y requiere reformas que podrán implementarse solamente cuando la crisis actual haya menguado.
Mario I. Blejer
Domingo 12 de diciembre de 2010
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1332719

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