Por Julio Algañaraz
Londres augura un colapso. Y en España hablan de escenario catastrófico. El golpe desbarataría a los bancos acreedores masivos de Atenas. Y se teme por el efecto contagio. Sólo Alemania sostiene que la eurozona esta preparada para resistir.
Escena. Pobreza y desesperanza frente al edificio del Banco Central griego en Atenas. La incertidumbre ha provocado un fuerte retiro de fondos.
El premier británico, que gobierna un país miembro de la Unión Europea pero que está fuera de la Eurozona, lanzó una advertencia fúnebre. O los 17 países del euro adoptan acciones urgentes “o afrontarán el colapso. Las decisiones no se pueden aplazar por más tiempo”, dijo David Cameron. El primer ministro conservador echó las culpas a la “continua incertidumbre” de la Eurozona para justificar las malas noticias de que el crecimiento británico bajará del 1,2 al 0,8% este año. Cameron afirmó que hay que crear de inmediato un muro antiincendio (firewall) para proteger a los países más débiles de la Eurozona, que fue un tirón de orejas a la rigidez de las posiciones alemanas. Aludía a España, Italia, Portugal, en menor medida Irlanda, que si se termina de derrumbar Grecia quedarán en la primera línea de la “tormenta perfecta”.
Ayer, a los mercados financieros les corrieron escalofríos cuando a comienzos de la tarde el diferencial de riesgo español perforó por primera vez los 500 puntos de “spread” con los bonos decenales alemanes. Pero las bolsas, que parecían destinadas a otra jornada negra, subieron después la cuesta gracias a los datos alentadores de la economía norteamericana.
El primer ministro español, Mariano Rajoy, sostuvo sin vueltas que la salida de Grecia del euro “sería catastrófica”. El líder de los conservadores españoles pidió a la Unión Europea un apoyo inequívoco al euro y “un mensaje claro, contundente, en defensa de la sostenibilidad de la deuda pública de los países europeos”. Rajoy estaba reclamando la urgente intervención del Banco Central Europeo porque, reconoció, el agravarse de la crisis griega, ha hecho más complicada la crisis. “La prima de riesgo (el spread) ha subido muchísimo y es muy difícil financiarse”, explicó.
España se siente acosado por los mercados, que huelen sangre. El presidente del Banco Central, el italiano Mario Draghi, dijo que “preferimos que Grecia continúe en el euro”. Pero en Atenas no le creen. Al parecer el BCE ha congelado su política de suministrar liquidez a algunos bancos griegos a los que considera poco solventes. Esta decisión agrava la crisis. El diario holandés Financieele Dagblad, dijo que se les cerró el grifo de la liquidez que mantiene vivos a los institutos helénicos, porque el BCE considera que están demorando la reestructuración financiera. Ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, declaró que “de ninguna manera modificaremos los compromisos que le exigimos a Grecia”. Pero el ministro de Finanzas alemán, el halcón Wolfgang Schäuble, afirmó que “la zona euro soportaría sin grandes problemas la salida de Grecia de la Unión Monetaria y su divisa única”, el euro. “Hemos desarrollado sistemas de defensa. Los peligros de contagio a otros países de la eurozona se han reducido y la región es más resistente”, recitó en una especie de ultimatum a los griegos y de epitafio por anticipado. El ministro germano de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, dijo que en las elecciones del 17 de junio “habrá muchísimo en juego y el pueblo griego debe ser consciente de su responsabilida
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