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No está nada mal, nada mal. Estar activos hoy contra la radiactividad tiene sus pequeños-grandes logros.
Tampoco está mal las noticias que llegan de Bélgica ni de Suiza.
Tampoco, lo contrario es más cierto.
En Suiza, con cinco centrales, en septiembre de 2011, el Parlamento aprobó el abandono progresivo de la energía atómica conforme las centrales cumplan su vida útil. Ninguna más se va a construir ni tampoco parece que se vaya a renovar el permiso de alguna de ellas.
Sí, y en Bélgica los seis partidos que negociaban en octubre de 2011 el futuro gobierno acordaron olvidar el programa que preveía tener sus siete reactores a pleno funcionamiento hasta 2025. Han acordado cerrar los tres más viejos en 2015 y volver a lo acordado en 2003, un plan que se cambió en 2009.
Aquí, en España, en cambio...
Aquí, el señor Zapatero decía que él estaba a lo que dijeran las autoridades japonesas. De risa por no decir para llorar. Se oye tantas veces esta excusa. Hablas de normas, de criterios, y suelen decir: esto es competencia de la Unión Europea; ya está, a otra cosa. Nadie quiere ninguna responsabilidad.
Aunque sea otra cosa muy distinta. ¿Qué opinas de Garoña? Han alargado su vida un par de años más y su tecnología es parecida a la de los reactores dañados.
Es un reactor de la General Electric obsoleto.
Qué debería hacerse responsablemente en tu opinión
En primer lugar revisar. Es muy improbable un movimiento sísmico en esa zona. Pero, como siempre, otra vez aparece el tema de los riesgos seculares o los riesgos en los últimos 500 años. No creo que en Castilla haya habido muchos terremotos en el valle del Ebro, pero no sé las inundaciones máximas que pueda haber tenido este río, hasta dónde han podido llegar porque alguna catástrofe, históricamente, puede hacer sucedido. La central está en un valle. Habría que saber qué puede pasar allí, cual ha sido el mayor riesgo histórico. Otro punto es que este tipo de central, según los técnicos, son muy criticadas en el sentido de que la contención es muy débil, muy precaria, el edificio exterior estalla fácilmente.
El reactor, como decías, es de General Electric y en Estados Unidos ya se dijo hace 40 años que conllevaban muchos riesgos.
Sí, así se manifestó la comisión reguladora nuclear americana. La contención sólo es una, la que rodea al reactor, y no es de un grosor exagerado, y luego está la vasija que me parece que es de pocos centímetros de acero. Los técnicos que conocen el tema dicen que no es ni mucho menos el mejor diseño.
Y esto, curiosamente, ha pasado cuando en España se ha alargado diez años más la vida del reactor de Cofrentes.
Que también es de agua hirviendo y de General Electric y está a unos 200 kilómetros de una zona sísmica, la de Murcia.
Sí, y además está la ley de energía sostenible y el cambio introducido en la ley gracias a la inestimable colaboración del señor Duran i Lleida.
El presidente de UDC —Unión Democrática de Cataluña, un partido cristiano-demócrata aliado a Convergencia— es muy amigo del átomo; y sus amigos convergentes ni te cuento. Y encima quieren que los residuos se vayan a Andalucía.
Sí, donde los niños, según el señor Mas, cuando hablan castellano apenas se les entiende. Nosaltres, els catalans, les centrals…
Y los residuos pa los andaluces, que como no trabajan y viven del cuento y de subvenciones, y se van a la feria con el dinero de los catalanes, pues ya se sabe. Quina barra! Y todo lo anterior, pensado, dicho y formulado desde una habitación de lujo del Palace de Madrid. ¡Aquí no hacen faltan los subsidios!
Es insultante, como cuando Frau Merkel habla despectivamente de la falta de esfuerzo y trabajo de los países mediterráneos, que, según ella, viven en continua fiesta. Volvamos a Garoña.
Es una central vieja, como antes decíamos con un diseño obsoleto. Volvemos de nuevo a la cuestión de la generación de residuos nucleares y a los problemas inherentes. Cuando sucedió el accidente de la Isla de las Tres Millas, no fue por ningún terremoto. La cuestión es la energía nuclear; no todo se puede prever digan lo que digan. Esta es una tecnología en la que pueden suceder muchas cosas y luego, no olvidemos, militarmente son muy vulnerables.
Como antes comentábamos ninguna de las centrales alemanas ha superado el test de un ataque terrorista o de un accidente aéreo. Curiosamente, la presidenta del foto nuclear español, María Teresa Domínguez, que se puso como una moto cuando conoció la posición alemana, habló pocos días después de la gran seguridad de las centrales: ocurrían terremotos, tsunamis, lo que se quisiera, y las centrales seguían vivitas y coleando.
El argumento favorito de toda esta gente es que la radiactividad no daña. Es como las placas de unas radiografías. No tiene nada que ver. Ni el tipo de radiación ni la intensidad ni lo que ocurre a largo plazo Yo no sé si son unos cínicos totales, si nos toman por tontos —o lo son ellos—, o qué es lo que hay detrás aunque, razonablemente, podemos pensar lo peor. ¿Quién les puede creer sabiendo lo que pasa? Dijeron también que no pasaba nada y cada día asistíamos a una película real con la explosión de un reactor en Fukushima. Todo era muy, pero que muy seguro. Por favor… No hace falta ser un experto, es una cuestión de sentido común.
Y con los años no han variado el discurso. Siguen erre que erre, con la seguridad y certeza del fanático.
El guión no ha variado. Tendrían que contratar a algún asesor de imagen o un escritor con buena pluma porque están diciendo siempre lo mismo. Con el accidente de las Tres Millas, con Chernóbil, con Ascó. Se ocultan los resultados, sea un accidente grave o pequeño. Se informa poco. Salió un señor del CSN, un portavoz de radioprotección, que es un gran comunicador, muy cuidadoso en sus comentarios, sin comprometerse en nada. Alguno más del Ciemat ha salido diciéndome que no conocía las normas de Estados Unidos. ¡Imagínate, no conoce las normas del país que tiene más centrales del mundo!, unas normas que están en el origen de las normativas de la mayoría de países. No se lució; no deberían contratarlo.
El discurso es el mismo siempre.
No hay peligro, el reactor ha estado controlado siempre, no hay problemas para la salud, las medidas son muy eficaces, y mientras tanto explotaron reactores y aumentaba la radiactividad. Siguen diciendo lo mismo, nunca hay problemas. Con Ascó, con Vandellós, lo mismo, siempre lo mismo. Las frases son muy parecidas. Un guión que cabe en media página y que se va repitiendo con gran aplomo un día tras otro. El mensaje central: necesitamos la energía nuclear porque sin ella nuestra sociedad se hunde. Lo repiten una y mil veces más, hasta nuestro agotamiento.
Y los que estamos en contra somos unos arcaicos, unos indocumentados y unos tecnofóbicos.
Exacto. Sin energía nuclear volvemos a la edad de piedra. Estar en contra es ser un radical trasnochado; vamos, lo de siempre. Cuanto menos, podrían cambiar el discurso. Necesitan un camuflaje mejor, un diseño más ajustado.
Pero insisten.
Insisten, es como la religión. De hecho, es su religión, interesada desde luego. El que cree, cree, y ya está. El que cree que son buenas tecnologías, que es una buena opción, le puedes decir lo que quieras, dar datos, argumentar con detalle, pero no cambia de opinión. Impasible el ademán e inalterable la creencia. La persona que piensa un poco, sin anteojeras y con honradez intelectual, enseguida se da cuenta de la situación.
Vuelvo a Japón. Hay allí más de cincuenta nucleares…
Después de Estados Unidos y Francia, es el país con mayor número de centrales. Con una diferencia grande. Si miras un mapa de instalaciones nucleares, tú ves que tienen unas cuantas en la costa Este y otras en la Oeste pero USA tiene casi 10 millones de km2 y Japón tiene algo menos de 400 mil. Estados Unidos tiene 300 millones de habitantes, y Japón tiene unos 130 millones. Es una densidad enorme.
No hay ningún país que tenga tanta densidad de nucleares en tan poco espacio.
Y que tengan tan concentrados los reactores en plantas de seis o siete reactores. Es una característica única.
Lo que incrementa los riesgos.
Exacto. Mira Rusia, tiene 31 centrales, muchas menos que Francia, pero en un espacio inmenso. Y en Estados Unidos ocurre algo similar. Es evidente que algunas están en el estado de Nueva York, en zonas bastante pobladas, pero Estados Unidos no tiene una densidad de población como Japón. Si tienen que organizar una evacuación, hay espacio para ello. Pero en Japón, ¿dónde llevas a la población?
Déjame hacerte unas preguntas finales para resumir la situación. Douglas Lummis, de CounterPunch, entrevistó en marzo a Hirose Takashi, un científico japonés que ha escrito mucho sobre la industria nuclear y el complejo militar-industrial. Su libro más conocido es Centrales de energía nuclear para Tokio. Defiende en él un argumento que tú has usado alguna vez: si los partidarios están tan convencidos de que lo nuclear es seguro, ¿por qué no construyen las plantas nucleares en la ciudad en lugar de hacerlo a cientos de millas de distancia perdiendo una importante cantidad de electricidad en las líneas de tensión?
Es un buen argumento. Me reafirmo en él.
En la entrevista, también coincidía contigo en otro punto: si yo fuera el Primer Ministro Kan, que era entonces el primer mandatario nipón… tras el emperador, sostenía, “ordenaría que hagan lo que hizo la Unión Soviética cuando explotó el reactor en Chérnobil; la solución del sarcófago, enterrar todo bajo cemento, poner a trabajar a todas las compañías japonesas de cemento, y echar todo el cemento encima desde arriba. Hay que asumir el peor escenario posible”.
Me alegra la coincidencia. Yo también pensé enseguida que era lo más razonable, lo que debía hacerse. ¿Por qué no se hizo inmediatamente? Seguramente, porque hacerlo hubiera significado firmar el decreto de defunción de la industria nuclear. También de eso hemos hablado antes un momento.
¿Nos puede afectar a nosotros el desastre de Fukushima?
Aquí lo que llega a través de la atmósfera es muy poco. Lo que no sabemos es cómo evolucionará porque sigue emitiendo radiactividad y son cuatro reactores. Desde el punto de vista cuantitativo puede ser más importante que Chernóbil. Aún así, hoy por hoy, en el momento en que hablamos, septiembre de 2011, en España, no debemos preocuparnos por el aire. El problema radica más bien en toda la cantidad enorme de radiactividad que se ha estado vertiendo en el mar. Aquí hay isótopos de todo tipo, cesio-137, estroncio-90, plutonio y muchos otros que a nosotros nos pueden llegar a través de la cadena alimenticia.
¿Cómo puede llegarnos esta contaminación por alimentos?
Yo creía hasta no hace mucho que las exportaciones alimenticias de Japón eran poco importantes, pero resulta que exportan 3.000 millones de euros en comida al año. Pero el problema no es sólo lo que exporta Japón, sino que lo que se está vertiendo en el mar se incorpora en las llamadas cadenas tróficas largas. En tierra son cadenas tróficas cortas y se quedan en el mismo territorio, como el yodo en la leche. Las cadenas largas marinas empiezan en el agua, las moléculas contaminantes presentes en el agua pasan al plancton, del plancton pueden pasar a los invertebrados, de éstos a los vertebrados, de estos últimos a los vertebrados carnívoros y, finalmente, a los humanos que nos encontramos en la cima de la cadena trófica.. Además las concentraciones en cada eslabón de la cadena —cada especie— se magnifican porque estos seres vivos las van bioacumulando. Los peces predadores como el atún o el pez espada concentran cantidades muy grandes de estos contaminantes. Encima muchos de ellos son migratorios y no sabes exactamente que recorrido han realizado.
¿Crees que aquí en España se vigila suficientemente?
Es una buena pregunta. Los pesqueros españoles faenan desde el polo norte al polo sur. Incluso muchos pesqueros que son gallegos, por ejemplo, no están matriculados en España, sino en el Reino Unido, en Argentina. Por lo tanto, ¿de dónde viene el pescado? Además hay un problema que a mí me ha indignado bastante y es que la Unión Europea, tras el accidente de Fukushima, ha vuelto a subir los niveles de radiación permitidos en los alimentos mediante la reactivación de un decreto que se promulgó poco después de Chernóbil. Quedan anulados con ello los niveles que se aprobaron en 2006 y se aceptan unos niveles de radiactividad tres veces superiores en la leche, o aún más en muchos productos alimenticios vegetales o animales. Esto ha sido aprobado por la Comisión Europea, no desde los organismos de Sanidad.
¡Para morirse!
Sí. Un ejemplo que vale la pena tener en cuenta: yo estoy en el comité científico de nuevos riesgos para la salud de la Unión Europea y no nos han dejado decir nada sobre este tema, se lo ha guisado y se lo ha comido el comité de radioprotección que está directamente ligado a Euratom. Por lo tanto, la decisión de estos niveles, de estos umbrales de seguridad, está en manos de ingenieros, físicos nucleares, vinculados a la industria. Como decíamos antes, para morirse y no plácidamente.
¿Se puede hacer algo?
No puedes hacer nada. Ante esto estamos indefensos, no puedes dejar de comer ni comprobar tú mismo la radiactividad. Es un timo. Hace unos meses decían que los alimentos en Japón no habían llegado a los niveles máximos de radiactividad y ahora resulta que lo que entonces podía ser superior ahora es aceptable y, por lo tanto, se comercializa. Se ha llegado a extremos en que estas normas actuales de la Unión Europea permiten más radioactividad que las normativas japoneses, que ya son bastante laxos en este tema. Absurdo, irresponsable, inadmisible. En Estados Unidos, donde en principio no cambiaron los niveles de radiactividad permitidos en los alimentos, eliminaron leche con cantidades de radiactividad que aquí se permiten. Pero todo esto pasa desapercibido. Y a nivel de ciudadano no puedes hacer nada. Para mí el problema más grave es el pescado. No creo que se importen verduras aquí.
¿Hasta cuando crees que se debe mantener la alerta?
No se sabe. Pueden ser años incluso, porque no sabemos ahora como acabará. Es la diferencia entre Fukushima y Chernóbil. Fukushima es un Chernóbil a cámara lenta, insisto en la imagen. En Chernóbil hubo una explosión y en pocos días se expandió la radiación; en Japón sigue expandiéndose día tras día aunque digan que no, que todo está controlado. De hecho, ya no lo dicen. Desde el primer día hay mucha radiación y siguen las emisiones. El cuadro final tardaremos mucho tiempo en poderlo ver. Esperemos que no vaya a peor.
¿Cómo afecta al medio ambiente un desastre cómo este?
Es difícil de saber. Está muy bien estudiado cómo afectan estos fenómenos a la salud humana y la transferencia a través de las cadenas tróficas. Pero poco se sabe de lo que le pasa al ecosistema. Seguro que hay especies mucho más sensibles que el resto, pero lo que más me preocupa es el impacto en los humanos.
Voy finalizando con estas palabras, también de Ulrich Beck, que yo mismo te he escuchado a ti alguna vez: “Desde el siglo XVIII, lo que se había logrado era alcanzar un consenso sobre los riesgos tempranos de la era industrial en la medida en que tales riesgos se basaban en un sistema de compensación anticipada de sus consecuencias: cuerpos de bomberos, compañías de seguros, atención psicológica y sanitaria, etcétera. La conmoción que embarga a la humanidad, vistas las imágenes del horror que nos llegan de Japón, se debe a otra idea que se va abriendo paso: no hay institución alguna, ni real ni concebible, que esté preparada para la catástrofe nuclear máxima y que sea capaz de garantizar el orden social, cultural y político incluso en ese momento decisivo”.
En mi opinión, un certero resumen, un buen final. Real como la vida misma, como la historia humana; Fukushima lo ha mostrado con claridad. La incapacidad de una gran corporación, TEPCO, y del gobierno de la tercera economía del mundo ha sido manifiesta.
¿Qué lecturas podemos y debemos sacar de lo ocurrido en Japón?
La humanidad siempre ha vivido al albur de fenómenos naturales destructores. Sin embargo, cuando estos fenómenos acontecen en sociedades altamente tecnológicas, cual ha sido el reciente seísmo y maremoto de Japón, las consecuencias para la población adquieren características y dimensiones inéditas. El accidente del complejo nuclear de Fukushima acabará siendo el mayor desastre de la industria atómica. El desarrollo de los eventos acaecidos constituye, debe constituir, un modelo de estudio cardinal sobre las políticas de prevención de riesgo y de la vulnerabilidad intrínseca de tecnologías como la nuclear publicitadas como esencialmente seguras. Ello incluye, permíteme que insista, la falaz comunicación de la situación y de los riesgos a la población y a los medios.
La TEPCO, la NISA y el gobierno japonés han informado sobre el accidente según el clásico guión de que todo estaba bajo control y de que no había riesgo para la salud debido a la baja radiactividad emitida. Lentamente han ido incrementado la gravedad de la situación, forzados por los datos provenientes de organismos de otros países, hasta admitir a finales de mayo lo que se sabía desde el inicio del accidente: que el núcleo de los reactores 1, 2 y 3 estaba fundido y que las vasijas de contención presentaban roturas que permitían la pérdida de combustible. La radiactividad emitida a la atmósfera y vertida al mar era ingente, se sabía, y se había detectado en al aire ya a finales de marzo en EEUU y luego en Europa.
¿Cómo hemos llegado a esta situación tecnológicamente catastrófica?
A través de un proceso de evaluación de riesgos incorrecto, fallido o intencionalmente falseado. Aunque no exclusivo de Japón, es bien conocido que ese país posee una larga historia de accidentes nucleares ocultados e informes falsificados. El más ilustrativo, entre otros, fue el de la planta de Kashiwazaki, hemos hablado de él, que falsificó los datos de daños estructurales y vertidos radiactivos ocasionados por un terremoto de magnitud 6,8 en 2007, a causa del cual tuvo que cerrar más de dos años. Antes, en 2002, ya había ocurrido una acción similar. El punto central es que esta planta, al igual que la de Fukushima y otras, se habían construido aseverando que resistían los seísmos y los maremotos más potentes que ocurren en Japón. La historia y la paleosismología documentan que fenómenos de intensidad similar al actual (entre 8 y 9) han acontecido en numerosas ocasiones incluso en el Mediterráneo.
¿Puede afirmarse entonces que el proceso de identificación y análisis de riesgos fue subestimado?
Puedes hacerlo. Fue negligente y dominado por los intereses económicos frente a la protección de la población. Ello incluye que al evaluar los riesgos es imperativo ponderar las incertidumbres del proceso, que usualmente son mayores que las certezas. En una tecnología compleja como la nuclear ello lleva a riesgos para la salud de la población inasumibles. Los graves efectos de la irradiación interna por incorporación de radionucleidos representa el aspecto más grave. Es inexacto y engañoso hablar de “niveles aceptables de exposición externa” cuando el problema es la interna. Los promotores de la industria nuclear afirman que las dosis bajas -inferiores a 100 mSv- no producen efectos, cuando los datos científicos reportados -por ejemplo, por el informe BEIR VII de la Academia de Ciencias de EEUU- han concluido ya hace años que no hay dosis de radiación segura por pequeña que sea.
Después de agradecer tu esfuerzo y generosidad, puedo finalizar con unas palabras de Kenzaburo Oé.
Me complace que lo hagas.
Con las palabras del Premio Nobel japonés: “Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción. Estamos endosando, unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental en la historia? […] Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la derrota de Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron lugar durante mi niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución me impresionó la repetición de la palabra “determinación” en su preámbulo. Me llenaba de orgullo saber que los mayores tenían tanta resolución. Hoy, a través de los ojos de un hombre mayor, veo Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta. Y sigo teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés”.
Yo también mantengo esa misma esperanza. En el pueblo japonés y en todos los ciudadanos comprometidos e informados del mundo. En todos ellos, en todas ellas.
Notas:
[1] http://www.ecologistasenaccion.org/article20037.html#outil_sommaire_0
[2] Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/03/cuestion-nuclear-irani-depende-de-pruebas-que-eeuu-quiere-mostrar/
[3] http://ecowatch.com/2014/02/02/50-reasons-fear-fukushima/
[4] http://www.elmundo.es/cronica/2014/02/02/52ecb785268e3ec34f8b456b.html
[5] Una investigación de Reuters localizó hasta 733 empresas ejerciendo como subcontratas en la zona.
[6] Mari Saito, “ El regulador critica al operador de Fukushima por la lectura de radiación.” http://es.reuters.com/article/idESMAEA1B01X20140212
[7] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente , Barcelona, El Viejo Topo, 2008.
[8] E l Bq mide la cantidad de radiactividad contenida en una muestra dada de materia, correspondiendo “un becquerelio a aquella cantidad de elemento radiactivo en la que ocurre una desintegración atómica por segundo.”
[9] ERF y SLA, Ciencia en el ágora, Barcelona, El Viejo Topo, 2012.
 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes


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