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12clanes23/05/2016
Los ajustes de cuentas se gestionan de puertas para dentro porque a los narcos gallegos no les compensa verse implicados en asuntos de sangre. Sin embargo, en los registros siempre aparecen armas y, más allá de la leyenda, las traiciones dentro de la organización se siguen pagando caras
 «En la década de los 80 y los 90 Galicia pudo haberse convertido en una suerte de Medellín. Afortunadamente no fue así. La sociedad se reveló contra en narcotráfico e impidió que esa peste se extendiese y lo infectase todo». Esta afirmación, procedente de un activista que ha vivido en primera fila la lucha contra el tráfico de drogas en la Comunidad gallega, sintetiza lo que pudo ser y no fue.

«Los narcos gallegos evitan hacer ruido porque no les interesa tener el foco de atención sobre ellos»
El precipicio al que la Comunidad gallega se asomó cuando abrió sus rías para convertirse en puerta de entrada de la cocaína en Europa en connivencia directa con los cárteles colombianos, con los que la relación se estrechó tras el ingreso de los primeros narcos en prisión. De esos barros quedan lodos difíciles de desalojar, como las dinastías que se resisten a abandonar este suculento negocio y otros clanes que se organizaron en torno a la coca y de los que poco o nada se sabe porque «aprendieron que conducir el Ferrari y vivir en el pazo era poco menos que levantar la mano y decir aquí estoy yo». Los narcos gallegos han pasado en apenas dos décadas de ser socios de los colombianos a transportistas de la droga. Ellos conocen las rías como nadie y garantizan la llegada de la cocaína a tierra desde las embarcaciones donde la recogen en alta mar. Ya no son los dueños de la droga, pero siguen viviendo de ella y disfrutando los pingües beneficios que reporta. De ahí que, según los policías más bregados en la materia admiten, «eviten a toda costa hacer ruido».
Sin contemplaciones
Quienes conocen el funcionamiento interno de los clanes gallegos advierten que los líderes de estas organizaciones se cuidan mucho de que «el problema de la droga no pase a otro plano de alarma social», porque eso pondría el foco de atención sobre ellos «y no interesa». Por eso nunca se han producido incidentes de calado con los agentes que se dedican a la lucha contra el narcotráfico —pese a que han llegado a ser sorprendidos en seguimientos y vigilancias—, ni se ha implantado la idea de que los clanes de la droga gallegos hacen gala de la violencia para mantener el control, como sí hacen sus homólogos colombianos.
Sin embargo, detrás de esta engañosa imagen persiste una leyenda negra que habla de traidores a los que «se les hace desaparecer» y de ajustes de cuentas en los que no hay lugar para contemplaciones. «Siempre que explotamos una operación y llevamos a cabo un registro aparecen armas», apuntan fuentes del Instituto Armado. En este sentido, los efectivos que plantan cara a los traficantes a pie de calle aseguran que la situación más arriesgada a la que se pueden enfrentar no es que los descubran en su papel de policías, sino que los confundan con un miembro de otro clan o con alguien «que quiere darles el palo». Ahí radica el peligro, aseguran.
“La situación más peligrosa para un agente es que lo confundan con un miembro de otra organización”
La misma idea asienta el gerente de la Fundación Galega contra el Narcotráfico, Fernando Alonso, que revela que pese a que no existe una estadística de «desaparecidos», hay hechos reales «que están ahí». Como ejemplo, Alonso echa mano de algunossucesos recientes que, pese a su relevancia, no suelen trascender. Uno de ellos fue el hallazgo, hace solo unas semanas, de un cadáver embolsado en Ribeira. La Guardia Civil maneja la hipótesis de que el crimen responde a una desavenencia entre clanes. Desde la Fundación contra el Narcotráfico también recuerdan el testigo de cargo que desapareció hace un año, a las puertas de un importante juicio contra dos presuntos capos de la droga en el triángulo de Arousa que se acabó suspendiendo porque el arrepentido que debía confesar se desvaneció. O la detención in extremis, hace menos de un año, de un sicario que iba camino de matar a un traficante en Marín. «No es cosa del pasado, existe, y una de las preocupaciones más grandes que tenemos es que esa cultura de extrema violencia importada de Colombia arraigue en Galicia», afirma Alonso.
Denostados y protegidos
El rechazo social que puso fin a la impunidad con la que los narcos gallegos actúan se mantiene férreo entre la ciudadanía gallega. Sin embargo, la percepción de estas actividades ilegales varía a medida que el círculo del narco se estrecha. Hay sectores próximos en los que se justifican estas actividades porque «tienen beneficios muy grandes que necesitan blanquear y para ello montan pequeñas empresas que dan trabajo en la zona. Y se convierten en sus ángeles de la guarda, claro», apuntan fuentes de la Guardia Civil. La crisis tampoco ha ayudado a erradicar el poco apoyo con el que aún cuentan. «A veces se justifica el llevar un paquetito de coca o el hacer de mula, pero no debemos olvidar el daño cometido», insiste Alonso.

Fuente:

http://www.abc.es/espana/galicia/abci-clanes-droga-desde-dentro-201605230348_noticia.html

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