alba200Por Jean Georges Almendras-Setiembre 15 de 2015
  

Flor Alba Núñez Vargas, de 28 años, camina lentamente rumbo a la emisora radial “La Preferida Estéreo”, en el departamento de Huila -en el centro de Colombia-  donde trabaja como periodista y directora. La colega, que viste una camiseta blanca, camina por la vereda sin imaginar que atrás, a pocos metros, la sigue un hombre que cubre su rostro con el casco de una moto.
Son pasadas las 11 y 30 de la mañana del día jueves 10 de setiembre de 2015. Una cámara de circuito cerrado de un comercio de la vereda opuesta registra el momento en que la periodista ingresa a la emisora por la puerta principal, ubicada en el sector sur de la ciudad de Pitalito, en el barrio Cálamo. Se la ve a Flor Alba Núñez cruzar el umbral de la entrada a la emisora, ubicándose de espaldas a la calle y esperando unos segundos a que le abran la puerta. Es ese instante el desconocido del casco, que viste una chaqueta negra con bordes de color azul, se le acerca y extrae de entre sus ropas un arma de fuego  -una pistola de grueso calibre- y la balea prácticamente a quemarropa, por la espalda. Un proyectil impacta en el cráneo y el otro  en la región dorsal. El autor de los disparos gira y vuelve sobre sus pasos. Primero camina y luego corre. Huye. Atrás ha quedado Flor Alba, desangrándose sobre el piso de la emisora. Trabajadores de la radio, pese a estar conmocionados, atinan a   trasladarla a un hospital cercano. Pero ya es tarde, los proyectiles han destrozado órganos vitales. Flor Alba ha muerto.
Una vez más el periodismo de América Latina debe contabilizar una baja.
Flor Alba Núñez Vargas, oriunda de San Agustín y nacida en un hogar campesino de extracción humilde, y periodista desde hace cinco años, era además corresponsal del periódico La Nación y de Nación TV. Ahora es una víctima de la criminalidad organizada de su país. Una nueva mártir más en la extensa nómina de muertos por la mafia en Colombia.
Flor Alba Núñez Vargas era una  comunicadora que se destacaba por el trabajo que realizaba sin descanso, de un nivel profesional excelente. Colegas suyos declararon que su muerte está relacionada con las denuncias que ella hacía de casos de corrupción, a través de los medios en los  que  cumplía con su tarea de informar.
De Flor Alba Núñez Vargas, se comenta que era una “periodista frentera”, que decía las cosas de frente y  con valentía. Y esa valentía, y la de otros colegas asesinados de igual manera, dentro y fuera de Colombia, tiene su precio. El precio alto de la vida.
¿Y después de la  muerte?. Los lamentos. Los honores. Los reconocimientos. Que en ocasiones no alcanzan compensar la soledad de las víctimas. Esa soledad inevitable que expone. Que lacera las emociones. Aunque también a veces fortalece.
Los habitantes de Pitalito lloraron desconsoladamente al enterarse del crimen y dijeron que Flor Alba era portadora de una sensibilidad que no conocía límites, al punto que prácticamente a diario encabezaba campañas solidarias a favor de los más necesitados.
Cuentan los periodistas que la conocieron que a pocos días antes de caer abatida por las balas asesinas llevó adelante una campaña a favor de una  niña con cáncer buscando recursos económicos, medicinas y ayudas para tratar su enfermedad.
“Flor Alba  era así. Sonreía siempre y estaba cargada de sueños e ilusiones” recuerda su  colega Wilson Cuenca quien agrega: “Era una mujer incansable. Iba a todas las oficinas, subía y bajaba, pero, sobre todo, poseía un olfato innato para las noticias. Y estaba entusiasmada porque estaba culminando una licenciatura en literatura a distancia en la Universidad de Magdalena, adelantando las prácticas en un colegio”

“Flor Alba era así. Sonreía siempre y estaba cargada de sueños e ilusiones” recuerda su colega Wilson Cuenca quien agrega: “Era una mujer incansable. Iba a todas las oficinas, subía y bajaba, pero, sobre todo, poseía un olfato innato para las noticias. Y estaba entusiasmada porque estaba culminando una licenciatura en literatura a distancia en la Universidad de Magdalena, adelantando las prácticas en un colegio”“Flor Alba era así. Sonreía siempre y estaba cargada de sueños e ilusiones” recuerda su colega Wilson Cuenca quien agrega: “Era una mujer incansable. Iba a todas las oficinas, subía y bajaba, pero, sobre todo, poseía un olfato innato para las noticias. Y estaba entusiasmada porque estaba culminando una licenciatura en literatura a distancia en la Universidad de Magdalena, adelantando las prácticas en un colegio”

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“Yo amo esta profesión” era la frase que siempre repetía cuando se encontraba con sus compañeros de trabajo.
Pero amar esta profesión sigue siendo un riesgo que puede acabar con la vida y con los sueños. Un riesgo que ya es moneda corriente en muchas ciudades de Latino América. Un riesgo que aguijonea a la libertad de expresión.
 Las autoridades, ofrecieron una millonaria recompensa para obtener datos de los asesinos. Asimismo, se barajaron tres hipótesis, respecto a los motivos del crimen. La primera versión –según Noticias Caracol- apunta a la reciente publicación, en el Facebook de la reportera, de fotografías de una banda de delincuentes que había realizado un atraco cerca de la alcaldía local. La segunda versión plantea una relación entre el asesinato y el encubrimiento sobre el proceso electoral, que tendrá lugar a nivel regional y local el próximo 25 de octubre en Colombia. Y la tercera versión alude a que la periodista habría recibido amenazas e intimidaciones tras entrevistar a personas involucradas en el asesinato de un perro, en el mes de agosto.


Amenazas o no hay un solo hecho visible.
Que se sigue muriendo por cumplir con el trabajo de informar. Que se sigue  muriendo por cumplir con el trabajo de denunciar o de señalar al delincuente o al delito. Que se sigue muriendo por cumplir con  el trabajo de combatir la impunidad. Que se sigue muriendo por cumplir con el trabajo de  denunciar la corrupción o ir en contra de los intereses de quienes tienen como medio de vida delinquir. Que se sigue muriendo porque se cree y se ejerce la libertad, para construir. Que se sigue muriendo porque  se practica  la solidaridad y el trabajo honesto. Que se sigue muriendo porque se habla y se actúa inspirado en valores. Que se sigue muriendo porque se intenta crecer como sociedad civilizada y como ser humano libre.
¿Acaso los asesinos calibran que tanta alevosía no tendrá su castigo?¿Acaso se sienten muy seguros de mantenerse impunes?¿Acaso los piolines de las intrigas del delito continúan con su derrotero libre de obstáculos y de acusaciones?¿Y qué hay de los ideólogos, que son más mezquinos y más asesinos que aquellos que accionan los gatillos de sus armas?¿Siguen estando bien ocultos detrás de los poderosos de turno?¿Siguen agazapados a las democracias de turno para darnos cátedra de terrorismo criminal?¿Siguen allí? Es posible. Y hasta es posible que incluso estén conviviendo entre nosotros y con nosotros. Pero un día todo esto se transformará.
 Hoy, el asesino de Flor Alba Núñez Vargas  está libre. Es un sicario. Es alguien que ha sido contratado para darle muerte. Pero detrás del asesino hay ideólogos comprometidos con el crimen que están libres. Esos ideólogos que siempre cuesta desenmascarar y atrapar. Esos ideólogos que  gozan de la impunidad que se retroalimenta del miedo ciudadano en medio del luto y en medio de los reclamos de justicia.
Pero aunque estén esos ideólogos, hocicando siempre sobre nuestros  escritos y dichos, estamos nosotros. Nosotros, que seguimos derramando lágrimas y que no abdicaremos ni de nuestras ideas, ni de nuestros micrófonos y cámaras, y  ni de nuestros artículos, para señalarlos y acusarlos.
Es lo menos que podemos hacer para recordar y homenajear a Flor Alba Núñez, porque de lo contrario, estas líneas y todas la que se han escrito, por aquí y por allí, no serán nada  más que letra muerta, o una burda hipocresía.

*Foto de portada: El Tiempo. Archivo particular
*Foto central: El Tiempo. Archivo particular