Por Marta Capaccioni -17 de octubre del 2019
En el tiempo de la cobardía y la corrupción, en medio de voces débiles y asustadas, se escuchó un grito. Un grito en una tierra lejana, Paraguay, que sufre cada día, abandonada por el mundo en todo momento.
"Hija de la libertad y la cultura, hija de hombres y mujeres. Nací y nazco todos los días en las manos que se levantan, en la voz de la gente, la opinión, la idea, la innovación". ¡He aquí! ¡La democracia! Así le habla al pueblo paraguayo y así comienza el relato de su historia.
Ayer fue 16 de octubre del año 2019. En su mayor parte un día cualquiera, para muchos un día olvidable, para otros un día para pensar. Pensar, sí. Y también imaginar, idear, crear. ¿Pero qué? Algo que no pasó desapercibido y que no se olvidó.
En este día, exactamente 5 años atrás, el periodista paraguayo Pablo Medina, de 53 años y su asistente Antonia Almada, de 19, fueron asesinados. Y ayer, en su memoria y en la memoria de todos los mártires sudamericanos, por primera vez en Paraguay, muchas voces gritaron juntas para pedir verdad y justicia. Sin temor, en el Centro Cultural de la Ciudad "Carlos Colombino", ubicado en la Manzana de la Rivera que, extrañamente o quizás por destino, se levanta frente a la Casa de Gobierno. Frente al mal de este país, frente al poder que controla las riendas de un caballo enloquecido.
Una tarde de gran participación emotiva y de gran pasión. Comenzó con el espectáculo del movimiento Our Voice que, en pocos días, con dedicación y profesionalismo, mezclando lo real y lo surrealista, creó una obra, o más bien una "breve lección de la historia política del Paraguay", como muchos lo han definido, que parte de los orígenes, cuando la verdadera democracia vivía, elegida y deseada por el pueblo, respetada y celebrada por todos, hombres, mujeres y niños. En ese momento reinaban la paz y la libertad. Luego, un pesado redoble de tambores y la entrada rápida y violenta de soldados armados que destruyen para siempre esa tranquilidad. La dictadura, la más despiadada de la historia de América del Sur, que duró 35 años, había llegado, esta vez buscada por pocos. Un período de sangre, de muerte, de desapariciones injustificadas. Un período de la historia decidido por el gran coloso que siempre ha jugado sin molestias con la vida de los pueblos, los Estados Unidos de América.
Un plan cuidadoso y preciso, el Plan Cóndor, que hizo poner de rodillas a todo un continente. Ante un proyecto así, se ve muy pequeño, insignificante y ciertamente reemplazable, un dictador como Alfredo Stroessner, recordado por sus baños en la sangre de los niños. Pero la dictadura no fue la única encargada, porque el Plan Cóndor había previsto un acuerdo fatal, un "sello de calidad" para el país, a fin de garantizar la seguridad necesaria para la consolidación del poder: el acuerdo entre el Estado y la mafia. Un acuerdo que se transformó, y continúa transformándose, de acuerdo con las necesidades de los dos jugadores. En algún momento la dictadura termina o, al menos, cambia de ropa, cambia de color. Detrás de todo esto, una criatura vestida de negro crece cada vez más y toma posesión, lentamente y con astucia, de la vida de un pueblo y de la voluntad de sus gobernantes: políticos, narcotraficantes, sacerdotes, magistrados, todos bajo la hegemonía de la tentación, de la ganancia, del poder. Se instaura una democracia falsa, aparente e hipócrita. Y aquellos que abrazaron la libertad, se encuentran tras las rejas o, más probablemente, con el corazón acribillado, como le sucedió a Pablo Medina. Ya nada cambió a partir de ese año, 1989, cuando un beso de muerte, el que se produjo entre el Estado y la mafia, se convirtió en el grito desesperado de un pueblo, que todavía llama a su verdadera "democracia".
La voz que se elevó anoche en el pequeño y olvidado país del Paraguay, fortalecida por la energía y las lágrimas provocadas por la obra "¿Democracia?", continuó golpeando los oídos de aquellos que durante demasiado tiempo abatieron todas las voces que los obstaculizaban. Luego comienza un debate, moderado por el responsable de Our Voice Sudamérica Matías Guffanti, con la participación del escritor y periodista Julio Benegas, el periodista e investigador Idilio Méndez, el fiscal Jorge Figueredo y el director de Antimafia Dos Mil Uruguay Georges Almendras quienes con comprensión y unión expresaron una denuncia fuerte e incisiva.
Finalmente, una última y poderosa voz sacudió a la sala, la del fundador y director de ANTIMAFIA Duemila Italia, Giorgio Bongiovanni, quien antes de iniciar su discurso anunció que iba a hacer algunas preguntas. Preguntas que si no son respondidas por los destinatarios, serán una clara señal de su culpa. "En nombre del hermano y querido amigo Pablo Medina", primero dio los nombres de esos asesinos que, milagrosamente, son muy claros para la opinión pública: Vilmar "Neneco" Acosta, condenado a 39 años en sentencia definitiva por haber dado la orden de asesinar al periodista, Flavio Acosta, uno de los autores materiales, que se encuentra en Brasil esperando ser juzgado y, finalmente, el hermano de Vilmar, Wilson Acosta, prófugo al que al parecer no se puede "encontrar".
Quienes investigaron el caso, como la magistrada Sandra Quiñónez, consideraron correcto no investigar ciertas cuestiones sospechosas. ¿Es lo justo para el país? Quizás sea justo para ella, dado que recientemente se convirtió en Fiscal General del Estado y, como bien sabemos, los puestos de cierto peso se eligen cuidadosamente entre los que se consideran "dignos".
Una lista de nombres a la que el director Bongiovanni le hizo preguntas simples. Simples para quienes las hacen, pesadas como una roca para quienes las reciben. Una escalada de intensidad para las personas mencionadas. Comienza con las figuras políticas, como la diputada del Partido Colorado Cristina Villalba, llamada por el propio Pablo "la madrina política de Neneco Acosta". Todavía se sospecha que el hermano de la diputada protege el contrabando, el robo de vehículos y que se relaciona con personas vinculadas al narcotráfico. Luego, para citar a otro personaje siempre del mismo partido Colorado, hijo de la corrupción y las mentiras, está Alfonso Noria, ex gobernador de Canindeyú. Este último creó una asociación criminal que consta en las actas de la Comisión Bilateral de Investigaciones del Paraguay.
No menos importante, aunque lamentablemente ya no está vivo para escuchar la pregunta del director Bongiovanni, es la figura de Aldo Zuccolillo. Este último era director de un periódico, específicamente del diario ABC Color para el que escribía Pablo. Pero tal vez incluso para él la tentación de seguir el olor a podrido proveniente de una casa grande llamada Palacio de Gobierno fue demasiado fuerte. Y, de hecho, unos días antes del ataque a Medina, retiró la escolta del periodista, su empleado, una persona a quien debió proteger en primer lugar. ¿Por qué lo hizo? "La cúpula del diario ABC debe hablar".
La abnegación de un pueblo. Un país liderado por la degeneración. Es el turno de Horacio Cartes, "personaje siniestro", tal como lo define Giorgio Bongiovanni. Ex presidente de la República fue investigado reiteradamente por diversos delitos pero nunca procesado. Mientras estaba en el cargo nombró a Euclides Acevedo como Ministro del Interior y del que todos saben que es un masón. En la lógica mafiosa esto se puede hacer, incluso sin vergüenza y sin ocultar el hecho a la opinión pública.
Ahora Horacio Cartes camina libre por las calles de Asunción, es influyente, mueve los peones desde atrás, influyendo en la política del país con su riqueza.
Como si eso no fuera suficiente, como si la vergüenza de una política que se prostituye a la mafia y a la corrupción no fuera suficiente, la lista de esos nombres se vuelve cada vez más oscura y pesada. Y aquí viene: el poder judicial, el poder que se declara independiente del Estado. La prostituta más grande de la historia, la única que debe defender a los justos, los inocentes y que debe luchar para proteger el ideal para el que fue creada: la justicia. El director Bongiovanni hace dos nombres, el de Víctor Nuñez, Ministro de la Corte Suprema, involucrado en un gran escándalo en el que estuvo implicado el Sr. Neneco Acosta (para aquellos que no recuerdan el que ordenó matar a Pablo Medina) y la magistrada Sandra Quiñónez, quien, ante muchas pruebas incómodas, decidió cerrar los archivos y no seguir adelante.
Y luego la cruda verdad, aunque hay excepciones, de que "en el Paraguay no hay justicia porque los magistrados tienen miedo y son corruptos", como afirma Giorgio Bongiovanni al final de su discurso.
Ayer, 16 de octubre del 2019, fue un día para recordar. Un día en el que se entendió que la lujuria por el poder y el hedor de la corrupción pueden extenderse y construir raíces en todos los lugares del mundo, hasta el punto de llevar a la demencia a todo un planeta. Pero también se entendió que, por alguna razón, ciertas personas son inmunes a ella y todos los días luchan para encontrar, incluso en los confines del mundo, el antídoto adecuado para esta locura.
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*Fotos de Our Voice y Antimafia Dos Mil