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Por Jean  Georges Almendras desde Paraguay-14 de octubre de 2018

A tan solo quince minutos del centro de Asunción, situado en el sector sur  del cono urbano de la capital Paraguaya, encontramos un barrio estigmatizado por la pobreza. Un barrio conocido como Bañados del Sur, donde la calidad de vida (de unas 10 mil familias aproximadamente) no existe, porque solo existe la supervivencia. Una dura supervivencia en medio de un laberinto de callejones maltrechos, anegados de aguas servidas y de aguas concentradas debido a las abundantes lluvias.

Una zona del Asunción de este siglo de rica civilización, en la que predominan casitas humildes habitadas por gente humilde: trabajadores de diferentes oficios y trabajadores del reciclaje urbano; hombres y mujeres de manos y rostros curtidos, conviviendo con niños, con perros, gallos y gallinas. Una zona de Asunción olvidada por el  Estado. Una zona postergada  por años. Una zona en la que se circula sobre callejones sorteandose verdaderos cráteres en empedrados sinuosos. Callejones poblados de almas asediadas por las necesidades. Las necesidades de los pobres de la sociedad paraguaya. Esas necesidades que deberían avergonzarnos, porque existen para unos y no para otros. Esas necesidades que desde hace unos 20 años no han sido ignoradas por el sacerdote jesuita español Francisco De Paula Oliva Alonso a quien todos llaman “Pai Oliva”. A quien todos conocen, respetan y aman.

Preguntando por el Padre Oliva,  cuadra tras cuadra y tramo a tramo, en la densidad  de Bañados del Sur en una mañana fresca y de cielo gris, fuimos acercándonos al  Centro de Formación Integral Solidario Rapé (que quiere decir “camino”) que está ubicado en el cruce de las calles 35 Proyectada y San Pedro. Donde está instalado el corazón y el cerebro de la obra social del Padre Oliva.

Portones adentro del Centro, cuyo cartel de identificación está perfectamente colocado en el acceso central (y en el que también se aprecia una inscripción que dice “Mil Solidarios”) unos jóvenes descargan sillas de un camión que van ubicándolas en el patio interior de una amplia edificación en la que no encontramos a nadie.

Luego de internarnos unos pasos finalmente encontramos a una mujer que nos recibe y nos escucha. Y que nos dice que el padre Oliva no se encuentra y que con seguridad estará allá o más entrada la noche o al día siguiente, porque además de vivir en esa edificación (edificación que no por grande deja de ser humilde) es el día de su cumpleaños: “Este domingo 14 de octubre cumple 90 años y se le está organizando un encuentro grande y un almuerzo al que vendrá mucha gente. Vengan, están invitados y de hecho los recibirá con mucho agrado”

Así nos habla Guillerma Lara. Nos da la bienvenida y nos habla de algunas de las particularidades del proyecto. Nos habla de la importancia del proyecto en ese barrio de la ciudad de Asunción.

“Acá se brinda atención social, espiritual y educativa. Todas las personas son personas de muy bajos recursos. Personas que viven del reciclaje o de diversos oficios. Para los proyectos en curso: del Centro Solidario Rapé y de Mi Solidarios, recibimos ayuda y recursos de la Fundación Santa Librada y de una Fundación española. Dos veces a la semana se dan los alimentos y los viernes se hacen diversos talleres educativos”

En el semblante de Guillerma Lara se nota, nítidamente, la felicidad que le significa tener sobre sus hombros la responsabilidad de ser la  Coordinadora de los proyectos. Proyectos que comenzaron en otros tiempos de la mano del Padre Oliva.

Un defensor de los pobres de la ciudad de Asunción. Un defensor y un protector de los desterrados por el devorador sistema financiero paraguayo. Un defensor de los derechos humanos de los excluidos y de los más necesitados.

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Guillerma nos explica que solo las palabras del padre Oliva serán las más acertadas para encontrar una buena narración del proyecto y de todo lo que no pocas personas hacen en ese Centro  Solidario Rapé , en el barrio Bañados del Sur, que como decíamos al comienzo se encuentra a tan solo quince minutos del centro urbano de Asunción.

Esos quince minutos que separan a los hombres por su forma de vida y por sus comodidades. Esos quince minutos que marcan las diferencias sociales a instancias de los hombres que ejercen el poder. Ese poder que va ensanchando dramáticamente las grietas sociales. Ese  poder que posterga a los seres humanos que no han tenido oportunidades para la educación, y que en consecuencia los ha perjudicado para la obtención de una fuente laboral.

Una fuente laboral que les  representaría un ingreso, un ingreso económico que les permitiría una vivienda. Una vivienda en su tierra natal.

Pero en el barrio Bañados del Sur las oportunidades de una mejor vida estuvieron y están ausentes. Solo estuvo y está presente el padre Oliva, que años atrás fue perseguido por la dictadura de Alfredo Stroessner  y que llegó al  Paraguay desde su España natal en 1964.

“El país cambió mi pensamiento social y político. Hasta entonces, yo había vivido en España una religión separada de la realidad. En Paraguay me di cuenta de que, para que una fe sea auténtica, tiene que comprometerse con el entorno" llegó a decir al periodismo años después recordando sus orígenes como propulsor de proyectos sociales en el Paraguay.

El sacerdote Oliva en los años sesenta buscaba despertar la conciencia crítica, razón por la cual fue reprimido por la dictadura.

“La policía me detuvo un mes después de que obtuviera la nacionalidad paraguaya. Me gritaban que era el “Lenin de los campesinos” cuando yo nunca había trabajado con ellos” siguió recordando.

Su comportamiento de compromiso con los más desvalidos y los más necesitados de la sociedad paraguaya por aquellos días le marcó su destino. Fue expulsado por la policía a la Argentina y luego cuando en 1976 la dictadura de Videla se instaló en el país nuevamente debió emprender la retirada para salvar su vida. Tras un periplo de varios meses llegó a Nicaragua y finalmente en 1996 regresó a su Paraguay querido, instalándose en Bañados del Sur,¡ hasta nuestros días.

Este domingo 14 de octubre el padre Oliva cumple 90 años de vida. Estaremos junto a él. Y de primera mano conoceremos su historia y su obra.

La obra de un hombre de fe comprometido con el ser humano de manera incondicional.

Tan incondicional, que a sus 90 años, su tarea de estar con los pobres y viviendo entre ellos, la vive como desde el primer momento en que optó por ese camino.

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*Fotos de Our Voice Leandro Gómez

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