21/09/2012 -
El joven fue uno de los primeros que lo denunció en 1992
El ex seminarista declaró por casi dos horas en el segundo piso de Tribunales, dio cuenta de los actos de perversión al que debían ser sometidos varios de sus compañeros, tanto en el pabellón, la habitación o el baño del cura, al igual que en los campamentos o viajes que organizaba Ilarraz para llevarlos y abusar de cada uno de ellos cuantas veces lo considerara necesario. El joven también se habría extendido en una situación específica, sucedida en la habitación del sacerdote, cuando Ilarraz intentó penetrarlo y éste reaccionó de inmediato, negándose a tal cometido. “Andá sabiendo que acá terminó nuestra amistad y amor”, le habría dicho el cura, alejándolo de inmediato de su entorno.
Al parecer, el entonces seminarista optó por denunciarlo, motivando el inicio de un Juicio Diocesano contra el cura, por orden del entonces arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Esteban Karlic, y que llevó adelante el padre Silvio Fariña, aunque actuó como tribunal de los hechos el Arzobispado de Santa Fe, en tiempos en que monseñor Adolfo Storni (cuestionado por cometer también abusos contra menores, lo que le determinó su desplazamiento por orden del Papa Juan Pablo II) era su titular.
Testimonios comprometedores
Cabe recordar que el primero de los testimonios se produjo el martes. En esa instancia, otro ex seminarista de una localidad cercana a Paraná reconoció que Ilarraz siempre utilizaba el mismo mecanismo para su esquema perverso, al ir observando las personalidades de cada uno de los chicos; sus angustias y ansiedades, para ir acercándose y darles su amor. Así también se ratificó que cada noche, cuando se apagaban las luces del pabellón, el cura esperaba unos minutos y comenzaba a caminar por entre las camas de los chicos. Y cuando escuchaba algún lloriqueo silencioso se aproximaba, se sentaba a su lado, les acariciaba la cabeza y la mayoría de las veces terminaba ingresando a sus camas para consolarlos. Ese consuelo significaba mimarlo, tocarlo y besarlo en la boca. Y cumplía con un mecanismo: casi todas las noches se llevaba a su habitación al chico más angustiado, para que se quedara a dormir con él.
El declarante recordó también que el cura, en su rol de prefecto, tenía una especie de habitación vip en el Seminario Menor, con las más variadas comodidades, en cuanto a la variedad tecnológica que disponía –máxime en esa época- como así también disponía un lugar con comida, chocolates, caramelos, alfajores y gaseosas.
El ex seminarista indicó que los abusos no sólo eran el Seminario Menor de Paraná, sino también en campamentos que se hacían en zonas cercanas al establecimiento o bien en Córdoba, cuando iban entre mediados de enero y febrero, cuando se instalaban en el Hogar Preventorio de las Hermanas de San Camilo de Lellis, en Molinari, en pleno Valle de Punilla. Se recordó incluso que el cura los obligaba a disponer de una libretita, para anotar los pecados y tenían la obligación de mostrárselo semanalmente al cura. Tras ello, había premios y castigos. Algunos de esos estímulos eran partir con él rumbo a Europa. No pocos de esos chicos que eran de su estrecha confianza, tras ser elegidos y abusados, conocieron Italia, Rumania, España o Grecia de la mano del cura Justo José Ilarraz.
Tucumán en la mira
En tanto, en ámbitos judiciales no se descartaba que en los próximos días se concrete una misión judicial a Tucumán, especialmente en la jurisdicción de Monteros, donde Ilarraz estuvo como sacerdote en los últimos diez años. La idea sería entrar en contacto con autoridades del Poder Judicial de dicha provincia, para acordar una tarea conjunta, ante la posibilidad de que se conozcan casos de víctimas de abuso en la región que era visitada por el cura paranaense.
En la continuidad de la tarea investigativa de la causa se esperan nuevos testimonios de víctimas de abuso para la semana próxima, al igual que la comparencia de los sacerdotes barriales de Paraná y localidades cercanas, quienes en septiembre de 2010 le presentaron una carta al entonces arzobispo de Paraná, monseñor Mario Maulión, donde se expresaba la “preocupación” por la falta de resoluciones en torno a las perversidades cometidas por Ilarraz, ya sea en ámbitos judiciales o en ámbitos eclesiásticos, por lo cual se le exigió que fuera expulsado de la Iglesia.
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