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¿Los jefes como Graviano, Messina Denaro y De Stefano colaborarán con la justicia?

 Por Giorgio Bongiovanni – 9 de junio del 2020

Homicidios, atentados, masacres, niños disueltos en ácido, mujeres embarazadas asesinadas, magistrados, periodistas, agentes de la ley, empresarios, sacerdotes, representantes de la sociedad civil y ciudadanos indefensos, asesinados en nombre del poder y los negocios sucios. Estos son algunos de los crímenes y delitos que los jefes mafiosos (ya sea que pertenezcan a Cosa Nostra, 'Ndrangheta, Camorra o Sacra Corona Unita) han cometido y cometen a lo largo de su historia. Muchos han sido condenados por estos crímenes atroces a cadena perpetua y están detenidos bajo regímenes especiales como "alta seguridad" o el "41 bis". Varias veces a los jefes mafiosos sanguinarios les recordamos que la única vía posible de que tengan la esperanza de tener una vida, después de haber cumplido la pena máxima prevista por los crímenes cometidos, es colaborar con la justicia.

Un camino que, en el curso de la historia, han seguido jefes mafiosos de alto nivel (eran miembros de la Cúpula) como Salvatore Cancemi, Giovanni Brusca y Nino Giuffré, o incluso asesinos como Gaspare Spatuzza (mató a Don Pino Puglisi para luego arrepentirse espiritualmente). Todos ellos han recomenzado, aunque en medio de mil dificultades y una visión no siempre completa de los hechos, en particular con respecto a las más altas relaciones de la mafia con los más altos vértices del poder.

Sin embargo, gracias a sus contribuciones, se reveló una parte de esas "relaciones peligrosas" entre el Estado y la mafia, las que se desarrollaron dentro de ese sistema criminal integrado del cual varios expertos nos hablan hoy y que surgieron en el desarrollo de varias investigaciones. Es una imagen clara que emerge de las investigaciones de los fiscales de Palermo, Caltanissetta, Reggio Calabria y Florencia, con la coordinación de la Fiscalía Nacional Antimafia, y que enfoca cada vez más el objetivo en los instigadores o autores intelectuales externos de las masacres que han permanecido con el rostro "más o menos" cubierto.

Nuevas piezas de verdad podrían surgir gracias a la contribución de "arrepentidos del Estado", pero también de parte de aquellos jefes mafiosos de alto nivel que poseen los secretos sobre las masacres, acuerdos y negociaciones que se desarrollaron en el tránsito de la Primera a la Segunda República.

Dos nombres notables son aquellos que, hace unos años, hizo Giovanni Brusca en el juicio que tiene imputado a Messina Denaro como instigador de las masacres de 1992. "Totò Riina– dijo el ex jefe de San Giuseppe Jato –me dijo que, si lo arrestaban o algo le sucedía, los picciotti, Matteo Messina Denaro y Giuseppe Graviano, sabían todo. Esto me lo dice a fines de 1992, entre noviembre y diciembre. Era el momento en que no teníamos noticias y comenzaba a preocuparse de que pudiera ser arrestado".

También podrían revelar partes importantes de la verdad jefes de la 'Ndrangheta como Giuseppe De Stefano, hijo de don Paolino De Stefano, asesinado en Archi el 13 de octubre de 1985.

Ciertamente no es un jefe cualquiera. Para comprender la importancia del personaje basta recordar lo que le dijo al magistrado Giuseppe Lombardo, en el 2011, durante un interrogatorio. Fue un episodio vivido con su padre a principios de los años ochenta. "Salimos a comprar un par de zapatos y a pagar las deudas que tenía con las fábricas de zapatos en Reggio Calabria. Los De Stefano nunca dejan deudas ni cuentas abiertas", dijo el jefe mafioso. En ese momento, un buen par de zapatos costaba un promedio de 20 mil liras, sin embargo, al regresar de esa gira, le dijo a su hijo: "¿Sabes cuánto pagué por un par de zapatos? 60 millones. Doctor Lombardo, Reggio camina sobre los zapatos que le pusimos nosotros. Camina sobre nuestros zapatos".

Figuras como los De Stefano, los Piromalli, los Messina Denaro (todavía fugado, ndr), los Graviano son dueños de notables secretos indecibles. Sus relaciones de alto nivel ahora emergen de varios procesos. Entre los más importante está el llamado'Ndrangheta stragista, en curso ante el Tribunal Penal de Reggio Calabria y que está próximo al comienzo de la acusación del fiscal adjunto Lombardo. Precisamente, en una audiencia de este juicio, la bestia Graviano declaró en términos inequívocos que nunca había tenido miedo de los hombres, sino sólo de Dios.

Quién sabe si el temor de Dios ciertas figuras lo tienen también para aquellos niños que han sido asesinados a lo largo de los años. Hasta la fecha, hay 125 niños víctimas en Italia, de una forma u otra, en emboscadas mafiosas (109 de las cuales fueron reconocidas oficialmente por el Estado). Historias como las de Nadia y Caterina Nencioni, de nueve años y solo 50 días de vida, que perdieron la vida en via dei Georgofili en la noche del 26 al 27 de mayo de 1993. O como la del pequeño Giuseppe Di Matteo, de 13 años, hijo del arrepentido Mario Santo Di Matteo, estrangulado y disuelto en ácido para que su padre se retractara. O el pequeño Claudio Domino, de 11 años, asesinado en Palermo en 1986 con un disparo en la frente. O Giuseppe Letizia, un joven pastor corleonés que murió a los 13 años después de ser un testigo incómodo del asesinato de Rizzotto. En el hospital, donde llegó delirando y con fiebre alta, murió después de ser "curado" con una inyección del jefe mafioso y médico Michele Navarra.

O como el pequeño Coco Campolongo, quien murió a la edad de 3 años el 16 de enero de 2014, en el campo de Cassanoallo Jonio (Cs) junto con su abuelo Giuseppe Iannicelli y la compañera marroquí de este, Betty Touss. Hace unos días, el fiscal general adjunto de Catanzaro, Salvatore Di Maio, solicitó la confirmación de la cadena perpetua para Cosimo Donato y Faustino Campolongo, acusados ​​del homicidio. Sus cadáveres fueron encontrados carbonizados en el auto incendiado de Iannicelli. A partir de la reconstrucción de los investigadores, el asesinato maduró en el campo del narcotráfico administrado por la familia Abruzzesa, en particular en la persona de Faustino Campilongo y Cosimo Donato, quien habría atraído a Iannicelli a una trampa, convertido en objetivo después que el abuelo del niño había decidido abastecerse de drogas conlos rivales de la pandilla Forastefano. Iannicelli, consciente del peligro que corría, siempre se movía en compañía de la mujer y el pequeño Cocò (confiado a su abuelo porque su padre y su madre habían sido detenidos por otros delitos). Y la lista continúa, atravesando años de historia, demostrando que nunca existió una mafia buena que no matara niños.

En espera del arrepentimiento interno, que para aquellos que son creyentes sólo puede ser juzgado por Dios, puede haber un camino de arrepentimiento ante la justicia del hombre.

Y para los instigadores y perpetradores de ciertos delitos, lo reiteramos, la única salida posible, para no tener el final de iina y de Provenzano (muertos en la celda después de la condena a cadena perpetua) es colaborar con la justicia y decir todo lo que saben sobre todos los crímenes, masacres, secretos de Estado y autores intelectuales externos.

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*Foto de Portada:  Antimafiduemila

 

 

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