EL AVANCE DE LA SOJA EN ARGENTINA
"Si nos expulsan de las tierras de nuestros antepasados para plantar soja, sólo nos queda ir a las villas", dice Guido Corvalán, líder de un grupo de campesinos que resiste en el norte de Argentina desalojos compulsivos para evitar que se arrase con el bosque nativo.
Un vehículo bulldozer retira árboles de un bosque nativo cerca de Metan, en la provincia …más Ampliar fotografía
Veinte familias acampan desde hace más de un mes al costado de una carretera que bloquean una vez por día cerca de la localidad de Vilmer, en la provincia de Santiago del Estero (norte), mientras a unos 9.000 kilómetros de distancia, en el balneario mexicano de Cancún, delegados de más de 190 países discuten sin mayores avances a la vista sobre el calentamiento global y la deforestación.
Los manifestantes intentan llamar la atención de las autoridades locales ante los intentos de expulsión de sus tierras y la situación de riesgo del bosque nativo del quebracho colorado, sobre todo por el avance de la soja transgénica, un cultivo que se ha multiplicado 26 veces en las dos últimas décadas en esa región.
"Vienen empresas extranjeras y fuertes intereses argentinos. La intención es comprar y comprar. O directamente el desalojo compulsivo. Lo único que le queda al campesino es resistir. Sólo queremos frenar la venta ilegal de tierras y proteger el bosque para mantener nuestros animales", señala a su vez a la AFP Luis Recio, mientras intenta protegerse del calor agobiante de la zona.
Operativos con ex policías o sicarios armados y amparados por jueces que desestiman los derechos adquiridos por generaciones se han multiplicado en los últimos años en esa árida región del norte argentino en pleno auge de la "fiebre del oro verde", denunciaron.
En marzo, una mujer de 31 años murió de un ataque cardíaco cuando intentaba evitar que una topadora, custodiada por hombres armados, se llevara por delante el bosque para dar lugar al cultivo de soja, una escena que se repite en Santiago del Estero, una de las provincias más pobres de Argentina.
Recio, como varios de sus compañeros, tiene peticiñon de captura emitida por jueces que apoyan a grandes hacendados al soslayar la doctrina veinteañal por la cual se reconoce la tenencia a quienes estén asentados por generaciones en esa región.
Pese a que esos campos polvorientos de Santiago del Estero (1.000 kilómetros al norte de Buenos Aires) donde crece el quebracho colorado y las lluvias son escasas no son los ideales para el cultivo de la soja, los hacendados aprovechan el bajo valor de las tierras, aunque sólo tengan una buena cosecha en un lustro.
"No los entiendo. En cinco años podrán tener la suerte de sembrar soja sólo un año. El negocio es el bajo valor de la hectárea en la Santiago del Estero, de unos 150 dólares, mientras en la rica pampa húmeda es de unos 10.000 dólares", dijo a la AFP, Omar Pranzoni, jefe del Departamento de Forestación local.
La tala del quebracho colorado se realiza muchas veces de forma clandestina porque una ley provincial lo impide salvo autorizaciones expresas, pero algunos hacendados se las ingenian y dejan una hilera de árboles en el perímetro de sus campos para evitar que las topadoras se vean desde afuera y arrasan con el bosque.
Los campos humeantes que se observan desde una avioneta son la señal de que ya se ha hecho el desmalezamiento y el campo está listo para la plantación de la soja, un cultivo que avanza sin freno y ya ocupa 18,5 millones de hectáreas en Argentina para una cosecha estimada de 52,7 millones de toneladas en 2011.
La soja, el mayor producto de exportación de Argentina, le deja al país sudamericano unos 6.000 millones de dólares anuales.
En cambio, este país sudamericano perdió en un siglo el 70% de sus bosques, que se redujeron de 100 millones de hectáreas a 33,19 millones de hectáreas actuales.
"Aquel que desmonta no tiene idea lo que hace. Son necesarios unos 50 años para restablecer el bosque. Unas 60.000 hectáreas fueron desmontadas legalmente en Santiago del Estero", dijo Pranzoni y citó un estudio federal de 2004 que señala que sólo una de cada seis hectáreas de bosque se tala con autorización.
"Los pobres campesinos tratados como perros, deambulan por ahí", dice una canción que propala la radio La Merced, ubicada al lado de la iglesia católica de la humilde localidad de Pozo Hondo (2.000 habitantes), donde el padre Sergio está atento a los operativos de desalojo rurales en esa zona de Santiago del Estero. El religioso, de 41 años, dice a la AFP que los habitantes de Pozo Hondo dedicados a la ganadería en pequeña escala alertan a la radio cuando detectan un operativo de desalojo y ello permite que en poco tiempo los vecinos de las cien familias del área rural cercana se movilicen para evitar el avance de las topadoras.
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