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agustin saizPozos del infierno (parte 2)

Por Agustín Saiz -13 de noviembre de 2020

La sala del juzgado está virtualmente llena ya que el juicio se transmite online por la emergencia sanitaria del COVID 19. Abogados, jueces, fiscales, victimas, sobrevivientes y genocidas están todos conectados en una plataforma virtual. Otros tantos del público, tal vez cientos, también lo están siguiendo en vivo. En el tercer día del Juicio de los Pozos de Quilmes, Banfield y Lanús se escucharán las declaraciones de Adriana Calvo y Cristiana Gioglio del año 2006, cuando en medio de las testimoniales de aquel juicio contra Etchecolatz, “desapareció” Julio López ante la mirada incrédula de todos.

Teresa Laborde Calvo, hija de Adriana también está entre el público. Acaba de escuchar a su madre dar a la justicia nuevamente el doloroso testimonio de cómo fue su parto en cautiverio. Teresa se abre paso en la cobertura periodística en vivo de La Retaguardia (*1) para compartir sus recuerdos y en ella convergen todas las emociones de la audiencia: angustia, impotencia, rabia, sed de justicia y sobrevive también una luz de esperanza.

“El 2006 fue un año muy fuerte, yo había llegado de Cuba donde estuve seis años. Vine a parir a mi primer hijo, primer nieto de mi mamá. El testimonio de mi mamá fue a muy pocos días de que nazca Iker. El obstetra la reconoció y la dejó pasar, le había dicho Adriana te mereces otro nacimiento… y ese mismo día estaban desapareciendo a López. Porque al otro día Julio tenía que ir a declarar. Yo había llegado desde hacía un mes y no tenía bañera, por lo que realicé los trabajos de parto en la casa de mi mamá. Y estaba ella con sus amigas, compañeras súper leales de la asociación de ex detenidos y desaparecidos, en medio de las declaraciones, hablando con Julio por teléfono… mientras yo estaba en la bañera ella iba y venía, estaba al lado mío con su computadora mientras yo tenía contracciones. El domingo es el día en que voy a parir y escucho que dice “Julio no contesta”, era una tardecita. Y el lunes no apareció, mi mama dijo “lo chuparon” con una certeza… No van a dejar de existir desalojos como en el Guernica si ellos continúan allí, ¿ellos nos mandan mensajes pero nosotros lo hacemos? ¿Qué gobierno tuvo la real voluntad política de mandar el mensaje de que se pudran en la cárcel? Son todos cómplices los gobiernos, yo hice la campaña de Abuelas, me hacen notas, pero todo queda en una tragedia griega. Pero esto no es mitología, es una realidad. Platón dijo en la República que la justicia es el derecho de los poderosos y lo sigue siendo. Porque los que siguen manteniendo a estas bestias, que hacen lo que quieren y que si alguno les hace un seguimiento lo más probable es que ninguno permanezca en su domicilio (cárcel domiciliara). Van a los cumpleaños de 15, a jugar al golf”.

La verdad desde el fondo del abismo 2

“Entonces agradezco a los abogados, a los que lo hacen visible, pero el resto de los medios lo hacen parecer una historia vieja y queda todo en un drama del pasado. Entonces mientras no les demos el mensaje va a seguir existiendo trata de personas, porque lo hacen bancados por la policía solapada. Va a seguir existiendo paco en los barrios, el gatillo fácil se llevó un montón de vidas y ellos siguen mandando su mensaje… con Santiago, los mapuches, Facundo, Kevin y otros chicos que se mueren por una bala perdida. No es una historia vieja. Es el mensaje que el gobierno elige mandar. Si el “nunca más” queda como un slogan, los que somos sobrevivientes y familiares sentimos que nos están tomando el pelo. Esta perfecto que los centros clandestinos sean centros culturales, pero yo digo como integrante de los organismos de DD.HH que nos mantuvimos apartidarios, que también el asado en la ESMA fue un mensaje. No es gratuito. Y que estén sentados en sus casas tampoco es gratuito. Estoy esperando una decisión política real. Están condenados por delitos de lesa humanidad y no merecen prisión domiciliaria. Todos vimos que están en perfecto estado, nos toman el pelo y se hacen los actores… malos actores… si de verdad quieren encontrar a los nietos tienen que destapar la olla y van a caer un montón de personas. Pero nadie quiere que caigan, entonces seguimos haciendo campañas pero nunca vamos a tener herramientas de búsqueda precisa si no abrimos los archivos. En Buenos aires, vemos muchos chicos con hambre, descalzos en pleno invierno y todos le pasamos por al lado. Eso también es la consecuencia de que los genocidas estén en sus casas y de que se haya hecho de todo esto una publicidad. La única luz que veo es que hagan su trabajo, el tribunal y los jueces, sino la única posibilidad que nos queda es escrachar a los jueces. Van a salir en todos lados... El 2006 fue un año bisagra para mi mamá. Y la desaparición de López fue un mensaje muy claro. Al mes del nacimiento de mi primer hijo, era un 17 de octubre, me amenazaron, era día de la madre y me llamaron para decirme que mi mamá me iba tener que buscarme a mí y mi hijo como lo estaba buscando a López. Mi mamá trataba de no transmitirnos miedo, pero el miedo que debe haber tenido es lo que le pudo haber generado el cáncer, si es que no lo tenía desde antes. Porque haber pasado por todo esto, y a que tu compañero (Julio López) durante el juicio lo secuestren, es señal de que te puede pasar a vos, a tu hija, a tu nieto… La única manera de reivindicar a esas personas que escuchamos es haciendo una justicia efectiva y abriendo los archivos”.

Apenas unas horas antes el secretario del Tribunal, había comenzado la sesión compartiendo en la web el video con aquellas grabaciones. El dispositivo virtual rompe el tiempo y la distancia. Adriana Calvo vuelve a iluminar la sala. Es un cuadro que se repite fractalmente, uno dentro de otro en donde la sala del Tribunal Oral Criminal (TOC) Nro1 del 2006, se funde en la sala del TOC Nro 2 en la actualidad del 2020. Pasaron 14 años entre uno y otro, y pasaron 43 años desde su secuestro.

Entonces comienza. La intensa memoria de los tormentos sufridos por Adriana Calvo, se funde también en la conciencia de todos nosotros. Estamos allí y todos somos testigos. No hay distancias. Se superponen los años. El aparato represor está vigente y siguen torturando a los compañeros de lucha en cualquiera de los pozos mientras desaparecen a los pibes la bonaerense de Berni y Kicilof. Están también Etchecolatz con sus perros de caza, mirando el juicio desde la cárcel o la domiciliaria. Viven como hace más de 40 años, mitad vivos y mitad muertos en un limbo poco definido. Una mezcla de barro de impunidad y reclusión apenas lo suficiente para que puedan mantenerse confinados, obligados a escuchar mientras contienen su ansiedad por ordenar un nuevo operativo. De a poco se van activando sus recuerdos latentes, la perversión y el sadismo los vuelve a personificar esta vez delante de todos. Se excitan, se distraen, se buscan cómplices y sonríen, algunos como Berges apagan la pantalla. Los psicópatas comienzan a transformarse, esta vez delante nuestro. Caen sus máscaras. La verdad está al descubierto. La elección pasa a estar de ahora en adelante en manos de un grupo de jueces, pero los sucesos están grabados en la conciencia del pueblo y su compromiso tiene que ser el garante para una justicia completa. Para que nunca más, sea nunca más.

El pozo de Arana

“…Fui secuestrada el 4 de febrero de 1977 en mi domicilio, en Tolosa. En ese momento yo era docente de la facultad de exactas de la universidad de La Plata. Tenía ya dos hijos y estaba embarazada de seis meses. Era militante del gremio de docentes universitarios en esa facultad, la asociación de docentes e investigadores. Había sido prohibido por la dictadura militar, pero seguía funcionando casi en la clandestinidad. Por supuesto denunciábamos la posibilidad de un golpe de Estado y luego a la dictadura militar. Trabajábamos mucho para encontrar alguna pista de los docentes que habían sido desaparecidos de esa misma facultad. Entran a casa siete u ocho personas de civil armados, con armas largas, irrumpen en mi casa, me rodean y me dicen que los tengo que acompañar. Me sacan a la calle donde había tres o cuatro autos estacionados y muchísimo personal de civil. Yo estaba con mi segundo hijo Santiago. Martina estaba en ese momento con mis padres. Se lo llevan a Santiago pero cuando llegamos a la vereda, debo decirlo, mi reconocimiento y agradecimiento a una vecina mayor de más de 60 años, que les arranca a Santiago y eso evita que se lo lleven conmigo”.

La verdad desde el fondo del abismo 3

“Me meten en un auto, me tapan la cabeza con un pulóver. Esto fue a las 10 de la mañana. La cuadra estaba llena de vecinos que habían salido a la calle por el operativo. Me llevan a la Brigada de investigaciones de La Plata. No sabía dónde estaba pero no tardé en enterarme. Allí me esposan las manos atrás, me vendan los ojos con un trapo. En ese lugar reconozco la voz de Mario, compañero que habían secuestrado unas horas después. Esa misma noche nos trasladan a ambos junto a otra gente que fue ingresando durante el día. Era permanente que el portón se abría, entraban autos y gente ingresaba en silencio. Era imposible enterarse de algo, reconocí la voz de Mario le pregunte si era él y eso me valió el primer golpe. Esa noche nos trasladan en varios autos y nos envían al destacamento de Arana, nos sientan en un pasillo y me entero que estaba secuestrado también Miguel (Laborde esposo de Adriana Calvo), porque pasan lista y él dice presente. Desesperada le pregunto por Santiago y recibo el segundo golpe“.

“Éramos muchos los que estaban recién llegados y a poco de llegar comienzan las torturas. El pasillo daba a la sala (donde las realizaban) así que escuchábamos perfectamente. Allí estoy siete días alojada. Evidentemente el destacamento de Arana era el lugar destinado específicamente a torturas. A cabo de siete días uno puede darse cuenta cuál es el mecanismo por la dinámica de funcionamiento. Venía esta patota que nos había secuestrado a nosotros, los prisioneros estaban alrededor de una semana, entre cuatro y diez días, que era el tiempo para arrancarle alguna información. Todo ese tiempo de forma permanente se torturaba a dos o tres personas en simultáneo. Es decir llegaba la patota con prisioneros, comenzaban las torturas normalmente al mediodía o primeras horas de la tarde y seguían hasta muy tarde en la noche de forma continuada. Había algún descanso en las primeras horas de la mañana. Precisamente por la distribución del lugar no teníamos más remedio que escuchar todo, no solo los gritos de la tortura sino también las preguntas de los represores y estaba absolutamente claro, para todos los que estuvimos en Arana, que lo único que les interesaba eran nombre y citas. En todo el tiempo en que estuve en el lugar no escuche un solo interrogatorio de tipo político, sino que eran nombres de compañeros de militancia, de facultades, de fábricas, de centros de estudiantes. Nombres y dónde los podían ubicar. Y lo terrible era ver, al cabo de pocas horas, a las mismas personas que fueron nombradas, siendo torturadas. Era una máquina Arana. Era la parte del engranaje dedicada a destruir físicamente a los secuestrados. Yo estuve allí la noche del viernes y sábado en ese pasillo, me llevaron a interrogar esa misma noche. Fui la última. Me preguntaban efectivamente por mi militancia en el gremio, por mi facultad, integrantes de partidos de izquierda. Me aplicaron muy poco picana en la oreja, más que nada como amenaza de lo que podía pasar. Y como fui la última, uno de los torturadores manifestó que estaba muy cansado y que me sacaran de allí”.

“Posteriormente me pasaron a uno de los calabozos pequeños y allí tome contacto con otras detenidas. Encuentro a Adelia Garín, hoy desaparecida, que tuvo allí a su bebé, en ese momento estaba embarazada de tres meses. Estar allí era una tortura en sí misma, no comí un solo bocado en los siete días que estuve en Arana. Estábamos permanentemente tabicados con las manos atrás, llegamos a ser cinco o seis personas en un calabozo de no más de 1x2 metros, es decir no podíamos ni siquiera dormir… sin abrigos, colchón, ni comida ni nada y con permanentes amenazas de los guardias que pasaban por el pasillo. Abrían la brecha de la puerta, la golpeaban o entraban a pegarnos por cualquier motivo. En el calabozo de al lado estaba Roberto Boneto, con Mario y Miguel, que hizo un intento de suicidio y valió para que los guardias los sacaran y torturaran nuevamente durante horas. En el calabozo de enfrente, mucho más grande, había una cantidad de varones. Las pocas veces que se abría la puerta se oían murmullos. El 8 de febrero reconozco la voz de Jorge Bonafini que había sido alumno mío. Es alojado allí y terriblemente torturado durante mucho tiempo. Y no solo torturado para sacar información sino que también fue uno de los casos, que era la tortura por placer y que se repitió en otros campos de concentración. O sea cuando la patota terminaba el interrogatorio y se retiraba, en el caso de Jorge siguieron torturando mientras comían asado y tomaban vino, y les hacían decir obscenidades bajo la picana eléctrica”.

Comisaría 5ta de La Plata

“El 11 de febrero trasladaron a muchas personas y puedo ver por debajo del tabique la cantidad de piernas que pasaban, por lo menos eran 20 personas. Al día siguiente me vienen a buscar a mí y me llevan en un auto a la comisaría 5ta de La Plata. Me meten en un calabozo, después me enteré de que era un calabozo porque me ponen contra una pared y yo pensé que me fusilaban. Escucho una puerta de rejas que se cierra e inmediatamente después una compañera se acerca y me saca el tabique. Allí veo que estábamos en un calabozo de mujeres. Había muchas compañeras, todas en el mismo estado que yo. Algunas mucho peor en realidad, con heridas sangrantes, éscaras en la cara, los labios rotos hinchados por las torturas, con los ojos morados, la ropa destruida… a Susana le faltaba toda la parte del pelo en la cabeza producto de los golpes con una cachiporra, otras compañeras tenían heridas infectadas, esa fue mi primera visión después de ocho días de secuestro. Realmente son esas imágenes muy difíciles de borrarse. Rápidamente las compañeras me explicaron dónde estábamos. Algunas de ellas habían estado conmigo en Arana, allí las reencuentro y las conozco, digamos, porque había sido poquísimo lo que pudimos hablar. Yo estuve desde el 12 de febrero al 15 de abril. Los guardias que nos controlaban, que nos traían la comida cuando la traían, y nos golpeaban cuando hacían las requisas, era el personal de la comisaría 5ta. No tengo ninguna duda de esto. Estaban vestidos con uniformes de la policía de Bs As. Hablaban entre ellos comentando hechos de la vida normal de la comisaría. Y se peleaban entre ellos por estar adelante, atendiendo al público o estar atrás donde estábamos nosotros. Les resultaba más gratificante estar atrás. Eran particularmente feroces, hacían las requisas con golpes, insultos, manoseos y al menos una vez por semana venía la patota. No podemos identificar con precisión si era personal policial o militar o una mezcla de ambas. Pero yo sí reconocí en este grupo de gente a la persona que me interrogó en Arana. Yo no tengo el nombre pero tiene características muy particulares, tiene un intenso perfume, lo llamamos “el perfumado”. Una persona que evidentemente era oficial, muy prolijo en su forma de hablar y vestir. Le veíamos por debajo zapatos muy lustrados y negros, pantalón fino a cuadros. Ese caballero estaba al mando de la patota. Las condiciones en la comisaria eran duras, no teníamos abrigos, dormíamos en el piso, en un momento éramos cuatro o cinco por celda. Estuvimos más de dos meses y nos llevaron a bañarnos dos veces en ese periodo. La comida era muy esporádica, la traían desde el seminario (de la iglesia), lo sabemos porque lo decían ellos mismos, no querían ir a buscar la comida, entonces uno le decía al otro anda al seminario, se van a morir de hambre. A veces pasaban dos días sin comer. Era un líquido, un caldo, con pocas cosas flotando porque además supimos que ellos sacaban los huesos de pollo. En el calabozo de hombres el tratamiento era mucho peor que las mujeres, sufrían más requisas, más golpes, entraban con una picana de mano. Les servían la comida en platos planos en el piso, y se caía todo para que no comieran. En ese calabozo estuvo Miguel. Las dos veces cuando me llevaron a bañarme pude ver por la mirilla lo que era ese calabozo: más de 30 personas en una habitación de 3,5 x 4 metros con un olor nauseabundo, desnudos muchos de ellos, lastimados, con olor a enfermedad, todos terriblemente torturados”.

La verdad desde el fondo del abismo 4

“La comisaria 5ta tenía dos funciones, por un lado era un depósito de prisioneros que ya habían sido torturados en Arana y por otro lado llegaban prisioneros directamente. Elena de la Cuadra estaba embarazada de cuatro o cinco meses cuando la secuestran, y en nuestro calabozo estaba Inés Ortega embarazada de un mes más que yo. Éramos tres las embarazadas en un estado avanzado. También estaban embarazadas María Garín de pocos meses y Silvia Muñoz, que recién allí se dio cuenta de que tenía una falta por embarazo. Inés estaba en un calabozo aparte, tenía cuando llegué un régimen especial de trato y de comida, no podíamos hablar con ella y a ella le traían de comer todos los días a la mañana y a la noche. Tenían cepillo de dientes que por supuesto nos prestaba y usábamos todas. Inés comienza con su trabajo de parto el 12 de marzo en la comisaría y la ayudamos las que teníamos un poco de experiencia. Estuvo doce horas tirada en el piso de la celda, nosotros llamando al cabo de guardia y golpeábamos las puertas para que venga porque las contracciones eran cada vez más seguidas. Después de muchas horas, entra al calabozo la guardia junto con Berges que después supe quién era. Se la llevan a Inés a la cocina, allí ella después me cuentan que tabicada tiene a su bebé. Nosotras escuchábamos los insultos, las risas, las bromas mientras Inés tenía a Leonardo, su hijo. Escuchamos el llanto del bebé y después fue llevada a la celda pegada a la nuestra. A través de la pared nos dijo que tuvo un varón y que se llamaba Leonardo. No puedo recordar si la dejaron dos días, que escuchamos cuando entró la patota con la guardia una frase que no olvidaré jamás: el coronel lo quiere ver. Y se llevaron a Leonardo”.

El pozo de Banfield

“Abrieron una puerta, había un pasillo largo con muchas celdas. Abrieron la primer celda, me metieron adentro y cerraron la puerta que era de metal y se fueron. Quede allí con Teresa (hija de Adriana Calvo, nacida durante el cautiverio) en mis brazos (*2). Inmediatamente escuché la voz de Patricia Chasque, la compañera que había hablado en Arana y pude conocer después físicamente en la comisaría 5ta, con quien entablé una relación muy estrecha. Decía, ¿quién llegó? ¿Quién sos? Soy Adriana Calvo le digo. No lo podía creer y se puso a llorar desesperadamente porque estaba convencida de que yo estaba en libertad. Así fue que me enteré que estaban prácticamente todas las compañeras mujeres y varones, y que llegaron más detenidos desde otros lados. Es decir que Banfield era como un segundo depósito, un segundo y último nivel donde allí coleccionaban a los prisioneros de campos muy distintos (Campo de Mayo, Orleti, San Justo, Bernal, Quilmes, La Plata). Patricia comienza a golpear las puertas y llamar al cabo de guardia y hacer todas esas cosas que hacíamos para sobrevivir, hasta que logró que la pasaran a mi calabozo. Entonces primero la sorpresa de ella de verme con Teresa y luego me relata las historias de quiénes estaban y no conocíamos. Me contó que Eloísa Castelini había tenido a su bebé pocos días antes y que hizo el trabajo de parto en el calabozo de Banfield, porque a diferencia de la comisaría las puertas estaban siempre cerradas, ni para ir al baño abrían. Salvo a mí que lo hacían una vez al día. La única que podía ir al baño era yo que tenía la nena, de hecho en el calabozo había un recipiente que era una botella de lavandina cortada arriba que usábamos de inodoro durante dos o tres días. O cuatro, lo que tardaran en acordarse en abrir la puerta. Patricia me contó que Eloísa había hecho su trabajo de parto en el calabozo, y que cuando ya estaba con contracciones muy seguidas consiguieron que les abrieran las puertas y las dejaran salir a las dos. Patricia atendió el parto y nació una nena que Eloísa la llamo Victoria. Patricia pidió algo para cortar el cordón y le trajeron una cuchilla de cocina. Muy pocas horas después se llevaron a Victoria. Aún hoy continua desaparecida y su hermana Clarita la sigue buscando”.

La verdad desde el fondo del abismo 5

“En Banfield conocí también a Silvia Valenci que había tenido a su hija el 2 de abril, había estado secuestrada en el pozo de Quilmes y cuando estuvo ya casi a punto de tener al bebé la llevaron al hospital. El traslado lo hizo Berges. Le dejan una guardia policial en la sala de parto pero el médico se niega (y la rechaza). Silvia tiene al bebé y les dice a los médicos el nombre y la dirección de su mamá para que le avisen que había tenido una beba. Al día siguiente se la llevan, la vuelve a buscar Berges y la traen al pozo de Banfield donde la conozco. Muchos años después hablando con Chicha Mariani (fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo) en la primera casa de abuelas, donde les contaba sobre los partos y casos que había visto, yo no le mencioné este caso (porque no estaba segura, tenía pocos datos, solo el apodo y pensé que podía ser mentira producto de las torturas) y preferí no contarlo. Y cuando terminé de hablar, Chicha me preguntó si conocía a alguien más y me mostraron una foto de “la gata” y la reconocí. Entonces Chicha me confirmó que la enfermera le había avisado a la madre. La madre fue a buscar a su hija y su nieta pero cuando llegó ya no estaban, se la habían llevado a Rosa, había desaparecido. Fue anotada en el libro del hospital y luego tachada. Como falleció su abuela, hoy solo su tía la sigue buscando”.

“No quiero dejar de remarcar algunos hechos tan importantes de los 13 días que pase en Banfield con Teresa en brazos, desnuda absolutamente, sin pañales, abrigos, sin nada. La inmensa e indestructible solidaridad que recibí de mis compañeras. Y remarco lo de Banfield por las circunstancias tan particulares. Todas sabíamos del riesgo enorme de que se llevaran a Teresa en cualquier momento como había pasado con los demás bebés. Y ellas tuvieron una actitud fantástica. La única alimentación de Teresa era la teta. En Banfield se comía muy poco, pero muy poco, el hambre era terrible. Cuando nos daban de comer nos abrían las celdas y nos sentaban en los pasillos, de los 13 días deben haber sido solo dos o tres veces. Nos daban un caldo en una tasa de plástico. La primera vez yo comí desesperadamente y la compañera que tenía a la izquierda me pasó otro recipiente con comida. Y eso mismo pasó las otras dos veces que comimos. Ellas dejaban de comer para que yo pudiera alimentar a Teresa. En otra oportunidad estábamos llenos de piojos todos, incluida Teresa. Los guardias tenían miedo de contagiarse y decidieron poner pastillas de gamexane (veneno de ratas) para lo cual abrieron los calabozos y vinieron a pedirme a Teresa. Querían llevársela, según ellos porque el gamexane les iba hacer mal. Yo instintivamente me fui para atrás y agarré a Teresa bien fuerte contra la pared y dije ¡ no se la llevan! Como los calabozos estaban abiertos todas las compañeras, alrededor de 20, se pusieron delante de mí dentro del calabozo gritando como leonas “no se la llevan, no se la llevan!”. Formaron una muralla humana que no podían atravesar. Teresa se quedó conmigo, tiene 29 años y está a punto de hacerme abuela. Si puedo vivir esto, sin dudas se lo debo a las compañeras. Quiero brindarles mi agradecimiento, mi homenaje y absoluto compromiso, hasta que todos estos genocidas vayan a parar a la cárcel. Muchas Gracias”.

El circuito del general de brigada Ramón Camps coordinado por su mano derecha, el director de investigaciones Miguel Etchecolatz, estaba conformado por al menos 29 centros clandestinos de detención en el conurbano bonaerense y La Plata. En toda Buenos Aires llegaron a ser más de 60. Aunque muchos al principio fueron temporales, en el inicio del golpe existieron hasta 610 CCDyT y luego en número se estabilizó en 364 con los primeros años de la dictadura.

La verdad desde el fondo del abismo 6

Más allá del trabajo de recopilación de datos de algunos organismos de DDHH, el Estado argentino hasta el momento ha hecho poco o nada para alcanzar la verdad de este genocidio. De las diferentes investigaciones que realizó la asociación de ex detenidos y desaparecidos, solo en ocho campos de concentración pasaron en total, entre asesinados y liberados, más de 1.400 personas. Si se extrapola ese valor medio al resto de los centros, la estimación de 30.000 desaparecidos es muy conservadora. La dificultad para alcanzar la verdad radica justamente en el carácter de clandestinidad de las detenciones. Por tal motivo es fundamental, que a más de 40 años de la dictadura militar, la sociedad en su conjunto le exija al Estado argentino la apertura de todos los archivos.

Para que finalmente sea Justicia.

En memoria de Adriana Calvo y todos los compañeros desaparecidos.

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Referencias

(*1) Transmisión de La Retaguardia

(*2) Teresa es la hija de Adriana Calvo que nació durante el traslado de la comisaría 5ta al pozo de Banfield

(Los pozos del infierno)

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*Foto de Portada: www.inforegión.com.ar / Imagen de la jornada del 3 de noviembre con la pantalla en el juzgado donde se mostró el testimonio de Adriana Calvo

*Foto 2: laizquierdadiario.com.ar /Adriana Calvo

*Foto 2: conti.derehum.jus.gov.ar /Pozo de Arana.

*Foto 3: conti.derehum.jus.gov.ar /Comisaría 5ta de La Plata.

*Foto 4: elsubmarinojujuy.com.ar / Teresa Laborde.

*Foto 4: rionegro.com.ar /Miguel Etchecolatz, represor que fue director de Investigaciones.

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