El agente sobrevivió todo un año en el seno del cártel.
Un policía pasó 12 meses infiltrado en el poderoso Clan del Golfo, período durante el cual se produjeron varios arrestos de cabecillas y otros miembros de la organización. El del Golfo está considerado como el mayor, más peligroso y mejor estructurado cártel de Colombia.
El agente Meléndez, de 29 años, relató a El Colombiano el riesgo que corrió su vida. Al ingresar en el grupo le mostraron fotos de un antiguo compañero al que le amputaron brazos y las piernas.
"Ahí tragué saliva y pensé que eso me podía pasar a mí si me descubrían", afirmó.
Meléndez entró en el frente Jorge Iván Arboleda, una estructura que se dedicaba al narcotráfico, el sicariato, las extorsiones y la minería ilegal de oro en la región norteña de Antioquia.
El trabajo del policía permitió realizar cuatro operativos durante los cuales fueron capturados los cabecillas Heder Cabrera Quejada, alias 'Hernán' y Heiner Soto Salcedo 'Brandon', además de otros miembros del Clan. También fue eliminado el jefe William Soto Salcedo, alias 'Tomy'.
El agente conocía las labores agrarias porque se crio en una zona rural. De ahí que comenzara su trabajo en el grupo como empleado de una finca: ordeñaba a vacas, cuidaba terneros y daba de comer a animales, entre otras tareas.
El joven se fue gradualmente ganando la confianza del grupo al reportar de personas sospechosas y policías que pasaban por la zona. Al cabo de seis meses Meléndez fue admitido al grupo criminal como campanero y con el tiempo fue enviado a distintos campamentos, donde conoció a varios cabecillas.
Toda la información importante la reportaba a su oficial de control a través de chats en su móvil. Además, contaba con un marcador satelital en una bota.
Así se escapó
Para junio de 2017 ya había identificado a 60 miembros y decidió que había llegado el momento de abandonar el grupo. El agente aprovechó su desplazamiento por una selva y fingió haberse torcido un tobillo, a sabiendas de que el Ejército colombiano ya estaba llegando a la zona. Al oír que no estaba en condiciones de seguir caminando, el jefe de su escuadra se enfadó.
"Me dio puñetazos en el estómago. Me pateó en el suelo, me quitó el arma y el camuflado, dejándome descalzo y en pantaloneta", contó Meléndez.
Abandonado pero vivo, el policía caminó varias horas antes de entregarse a una guarnición militar, simulando una desmovilización. Poco tiempo después sus superiores le liberaron.
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