Los colegas del periodista Javier Valdez, gran cronista de la violencia en Sinaloa asesinado hace ahora un año, reviven los riesgos que enfrentan en uno de los Estados más peligrosos de México
ZORAYDA GALLEGOS
Culiacán 12 MAY 2018 - 16:45 CEST
En la calle iluminada por el incesante sol de mayo dos policías caminan de un lado a otro. Están a las afueras de las oficinas del semanario Ríodoce, ubicadas en la tercera planta de un edificio de fachada gris en una céntrica colonia de Culiacán, la capital de Sinaloa. Frente al inmueble, bajo la abundante sombra de unos árboles, hay una patrulla estacionada que lleva casi un año ahí. Desde que mataron al periodista Javier Valdez Cárdenas. Los cristales y el cofre del coche lucen cubiertos de polvo. En la acera de enfrente, los uniformados caminan agobiados intentando consumir las horas que parecen interminables por el calor.