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fini-massimo-web4CARTAS DESDE EL FRENTE
Por Massimo Fini
En lugar de las penosas disputas entre el Ministro de Defensa Ignazio La Russa y el general Vincenzo Camporini, tan tristemente típicas de la Italia de hoy, yo prefiero la humanidad, la sensibilidad y la profundidad de la carta que Matteo Miotto, el soldado asesinado en combate en Afganistán, escribiera hace un par de meses luego de la muerte de cuatro conmilitones suyos. Una carta que parece llegar desde un mundo lejano, antiguo, de una “raza Piave*” que sin embargo ha  existido – y que aún existía en el corazón y en la mente de Matteo -, reemplazada por los La Russa  y por todo lo que un La Russa representa. En la carta de este jovencito de la región del Veneto, exenta de toda retórica, está presente todo el orgullo por las propias raíces y por pertenecer al cuerpo de los alpinos (tropas de montaña del ejército italiano), pero también la consciencia de que la misma honra, el mismo orgullo por las raíces propias, las tradiciones propias, la propia forma de ser, de vivir y morir, también pertenece al enemigo afgano, al enemigo talibán. Matteo escribe: “Estos pueblos han sabido conservar sus propias raíces, después de que los mejores ejércitos, las más grandes armadas han marchado sobre sus casas, en vano. La esencia del pueblo afgano está viva, sus tradiciones se repiten de forma inmutable, podemos creer que sean equivocadas, arcaicas, pero desde hace miles de años han quedado intactas. Gente que nace, vive y muere por amor a sus propias raíces, a la propia tierra y se nutre de ella. Entonces comprendes que este extraño pueblo de usanzas que a veces resultan incluso un poco extravagantes tiene algo que enseñarnos”. Precisamente porque está orgulloso de sus raíces, el joven Matteo comprende que este sentimiento puede pertenecer y pertenece también a otros pueblos, a otra gente que con tal de defenderlas están dispuestos a combatir y a morir. Los gobernantes, políticos y militares, de los países occidentales que desde hace 10 años ocupan Afganistán se niegan a comprender lo que el joven Matteo comprendió perfectamente, con sus sólidas raíces, con sus sólidos valores, que no se diferencian, cuando se llaman honra, orgullo, sacrificio, incluso extremo, de los del pueblo afgano. El centro de la guerra afgana, a parte de los sospechosos intereses de quien la está conduciendo, la destrucción para lucrar con el negocio de la reconstrucción, las falsas ayudas, el turismo extremo de las ONG, está todo ahí. Es absolutamente inútil que los mandos políticos y militares occidentales se obstinen en el querer “conquistar los corazones y las mentes de los afganos”, porque esta gente quiere conservar sus propios corazones, sus propias mentes, sus propias raíces, sus propias tradiciones, sus propias costumbres, aunque si nosotros, como escribiera Matteo “podemos creer que sean equivocadas, arcaicas”.
El hecho es que son sus raíces y no están dispuestos a cambiarlas por las ajenas, sobre todo si éstas son impuestas con arrogancia por parte de quien se cree poseedor de una “cultura superior”, con violencia, con bombas que matan a todos, guerrilleros talibanes, ancianos, mujeres y sobre todo a esos niños, harapientos pero vitales, a quienes Matteo Miotto observa pensativo, desde su Lince (los niños representan el 40% de las personas hospitalizadas en los centros sanitarios afganos). Matteo admira a este pueblo que a pesar de “los mejores ejércitos,  las más grandes armadas” hayan pasado sobre sus cuerpos, ha logrado conservar su propia alma.
Por el tono de la carta en su totalidad, se deduce que Matto no estaba convencido de que la guerra en la cual estaba participando fuera justa, que fuese justo combatir con otros chicos como él (porque también los talibanes son chicos), diferentes en muchísimas cosas, pero con algunos valores esenciales, pre políticos, que los unen: la defensa de la propia identidad, de la propia dignidad, de las propias raíces. No estaba convencido, pero como un buen soldado, como un originario del Veneto, orgulloso y honrado, cumplió con su deber hasta lo último, hasta el sacrificio de la vida. Como un verdadero alpino. Como un talibán. Y estoy seguro de que, si de algún lugar misterioso nos puede escuchar, esta comparación no lo ofenderá.

* Piave: Batalla del rio Piave, decisiva victoria del ejército italiano durante la 1ª guerra mundial.  

IL FATTO QUOTIDIANO 8 DE ENERO DE 2011

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