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01GolpedeEstadoenEgipto200¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EGIPTO?
“Hay una única predicción posible con un alto grado de probabilidad:
 los primeros en ser triturados serán los democráticos egipcios”
Por Giulietto Chiesa - 6 de Julio de 2013
Es difícil ir hasta las raíces de la evolución de las situaciones en curso en Egipto. En cambio es algo seguro que se trata de acontecimientos de un gran alcance que influenciarán toda la situación de Medio Oriente, en un sentido o en el otro, modificando además los ribetes de las demás crisis actuales: la siria, la libanesa, la iraní, la turca.
No tengo dudas de que la situación en Egipto se encuadre en una vasta operación internacional. En primer lugar detrás de escena estuvo un importante jugador exterior: Arabia Saudita. Riyadh no vio con buenos ojos la llegada al poder en Egipto de los Hermanos Musulmanes. Morsi puede haber cometido – y seguramente así ha sido – muchos errores, sobrestimando la fuerza de la Hermandad y pensando que su legitimación democrática, después de los militares, fuera suficiente como para convencer a los Estados Unidos para que lo apoyaran.


Pero los sauditas no se habían tragado el cuento. Y lo primero que hicieron, desde el momento de la victoria electoral de Morsi, fue suspender toda ayuda económica a Egipto. Las cifras no están disponibles, pero no hace falta mucha perspicacia para imaginar que un gigante como Arabia Saudita haya jugado siempre, en Egipto, un gran partido.

Por lo tanto este año ha sido un tiempo de una vasta y subterránea, bien financiada y bien apoyada, subversión saudita, dirigida contra los Hermanos Musulmanes. Los petroleros de Riyadh – que siempre han sido amigos fraternales de Israel – trabajaron contra la línea suave de Barack Obama, quien estaba listo para aceptar el veredicto de las urnas. Claro, abrazar la idea de la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes, moderados, terminó por disgustar y no poco a todas las (no indiferentes) aspiraciones democráticas “a la occidental”, modernistas y laicas, que estriaron las manifestaciones de la Plaza Tahrir.

Por lo tanto la caída de Morsi surge como el resultado de una convergencia muy singular de opuestos: los reaccionarios yihadistas, financiados y organizados por el wahhabismo saudita; los militares que prosperaron con Mubarak y que aparentan estar influenciados por los militares turcos; los democráticos inspirados por los social network y por la rutilante belleza (para ellos que jamás la han tenido) de la democracia occidental.

Cómo terminará es algo que nadie sabe. Ni siquiera Obama, que se encuentra bajo el fuego de los republicanos (mucho más amigos de los sauditas y de Israel que él) que lo acusan, usando la máscara de defensores de la democracia occidental, de haber cedido ante los Hermanos Musulmanes. Obama está tratando de fingir que en El Cairo no hubo un golpe militar y ahora invita a los militares a entregar rápidamente el poder, por segunda vez, encarrilando nuevamente al País en las vías de una transición formalmente democrática. E invita- lo ha hecho explícitamente – a todas las fuerzas en campo a que se sienten frente a una mesa, sin excluir a ninguna. Es obvio que esta idea dice que también los Hermanos Musulmanes tendrían que aceptar el estado de cosas y ponerse ordenadamente en fila para una nueva vuelta electoral. Igual de obvio es que la Hermandad es la única fuerza organizada en Egipto, a parte de los militares, y no podrá haber ninguna pacificación sin ella o en su contra, más allá de que su popularidad en el País se haya desgastado a gran velocidad en apenas doce meses de gobierno.

Pero parece poco probable que las cosas sigan así. En ambos aspectos Riyadh logró su objetivo y quiere llevar a Egipto nuevamente a la órbita de Israel. La Hermandad fue expulsada del poder con un golpe de Estado propiamente dicho en el que cientos de sus sedes, lugares de victoria electoral, fueron prendidas fuego por los revoltosos de diferentes inspiraciones. El hecho de aceptar dicha solicitud equivaldría a una rendición y no es seguro que la acepten. Solo estando en el campo se podrá medir su fuerza y su eventual voluntad de desempate.

Obama, en términos de ley, ahora tendría que suspender la erogación de los 1.600 millones de dólares anuales para la asistencia económica y militar. Tiene que hacerlo, a menos que no cambie la ley que impone a la Administración la privación de cualquier tipo de ayuda a todo gobierno que “haya sido derrocado por un golpe de Estado militar o por un edicto no democrático”. Éste es el caso. Pero privar a Egipto y a los militares de estas sumas sería como dejar que las cosas sigan su curso, renunciando a influir y – peor aún – dejándole el campo libre a los petrodólares para comprar todo y a todos.

Aquí habrá que ver si Obama logra predominar sobre sus enemigos internos. El otro punto sobre el cual hacer presión o para comprar adhesiones, está representado por el préstamo de 4,6 mil millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional podría otorgar. Pero no parece que haya tiempo para usar prácticamente este dinero: la crisis avanza velozmente, en este caso, más que el veloz dinero virtual.

Algo cierto es el hecho de que la evolución de la crisis egipcia determinará olas muy fuertes, como se ha dicho, a orillas del Mediterráneo, tanto las turcas, como las sirias, como las libanesas, hasta la meseta persa. Hay una única predicción posible con un alto grado de probabilidad: los primeros en ser triturados serán los democráticos egipcios. Han jugado un partido que, probablemente, creen que es suyo. Pero el trofeo no será suyo. En este póker las intenciones no cuentan casi nada.
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