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CRÓNICA CONGRESO ANTIMAFIA 2005

EN LA MISA DEDICADA AL JUEZ PAOLO BORSELINO FUE MUY ALTA LA VIBRACIÓN ESPIRITUAL

EL PODER DE LOS HOMBRES JUSTOS

“Da pavor con la naturalidad con la que el hombre se olvida de los mártires del mal, siendo que la historia de la humanidad tiene en su haber miles”.
Julio de 2005. Con estas reflexiones comencé a caminar por las calles de Palermo.
Una ciudad ambigua. Una ciudad extraña. Una ciudad similar a Montevideo, exclusivamente por su fisonomía, en algunas zonas
Julio de 2005, día 19. Es la jornada en la que se recordará el asesinato del Juez Paolo Borsellino y de los hombres que lo escoltaban. Varios actos se han previsto. Actos programados por el Estado Italiano, por organizaciones privadas y por amigos de Borsellino y Falcone.
Desciendo entonces del automóvil y siento un intenso dolor en el pecho.
Es que estoy angustiado por lo acontecido hace trece años: un automóvil que llegó a Vía D´Amelio, secundado de otros vehículos; un juez –Paolo Borsellino- que se acercó a la entrada principal del edificio donde reside su madre, en el cuarto piso; un juez que llevando su portafolio de trabajo hizo su último recorrido hacia la muerte; un juez que sabía que su muerte había sido planificada.
Un juez que al instante de tocar el timbre del portero eléctrico de ese edificio, no tuvo tiempo ni siquiera de pensar en sí mismo, porque el estruendo de los explosivos colocados por Cosa Nostra, en un automóvil, superaron ampliamente los parámetros del horror, en una zona repleta de inocentes, muchos de los cuales resultaron heridos, afectados tremendamente.
La onda expansiva hizo vibrar el asfalto, retorció las carrocerías de los autos, destrozó vidrios, puertas, ventanas y también hombres, ofreciendo la muerte perversamente con puntería maléfica, y en particular segando la vida de un hombre justo y de su escolta.
Pero hubo más en Vía D´Amelio, aquella tarde del 19 de julio de 1992. Sufrieron las consecuencias otras vidas. Vidas ajenas a la Procuraduría de Palermo. Para la mafia cumplir con su objetivo era lo prioritario, no importaban otras vidas, otros daños.
Trece años después, en medio del gran homenaje del Estado italiano -que no es el mismo homenaje o el mismo recuerdo de la familia Borsellino y de todos aquellos que viven la conciencia antimafiosa- me toco vivir, más que una circunstancia antimafiosa, una verdadera enseñanza, traducida en el rostro de una mujer valerosa, llena de amor por la vida y por la justicia. Me estoy refiriendo a Rita Borsellino, la hermana del Juez asesinado.
Cuando Lorenzo Baldo me la presentó, sus ojos se cruzaron con los míos y sentí humildemente que ese sentimiento suyo era portador de demasiadas respuestas, para una jornada signada por el fortalecimiento del sentimiento de la justicia. El fortalecimiento de un poder entre la luz solar de los hombres justos.
Nos abrazamos con la señora Rita Borsellino y por unos instantes optamos por el silencio. Fue el mejor de los lenguajes para ese instante, para mí, inolvidable.
“Ahora los niños hacen juegos dejando traslucir que sienten los valores antimafiosos. Hacen juegos sencillos sobre una calle donde hace trece años corría la sangre, donde hubo muerte” fueron algunas de sus palabras.
A escasos metros se oían claramente los gritos de los niños; advertíamos sus movimientos alrededor de un gigantesco juego de caja con casilleros referidos a valores antimafiosos; advertíamos el contraste de la maldad que se hizo dueña de la calle, aquella horrible tarde del 19 de julio de hace trece años.
Pero también advertíamos en medio del gentío allí presente, a dos personas junto a la entrada del edificio al que se dirigía Paolo Borsellino, en aquel fatídico día del año 92. Eran los padres de dos agentes de seguridad que pagaron con su vida ser custodias de los jueces antimafia.
Un hombre, de cabellos blancos, nos decía que dejaría crecer su barba hasta el día en que verdaderamente se concretase la justicia; una mujer, también entrada en años, reclamaba igualmente justicia llevando un colgante con la foto de su hijo.
A la hora de retirarme de ese lugar, el mismo que tantas veces lo había visto en documentales, comprendí el significado de la lucha de todos esos jueces, en todos estos años.
La energía de ese terreno me hacía viajar en el tiempo. La energía de ese terreno me regalaba la posibilidad de sentir la energía de la justicia, para compartirla con el mundo, para compartirla con mis hermanos del Uruguay.
Lapso después, otro escenario me trasmitía la misma energía. Me estoy refiriendo a la carretera a Capaci en la que se dió muerte al Juez Giovanni Falcone, a su esposa y a sus custodias.
Otra vez me vienen a mi mente las imágenes de los reportes periodísticos.
Otra vez me vienen a mi mente los autos destrozados por la explosión, en Vía Capaci.
Otra vez me vienen a mi mente los últimos momentos de Giovanni Falcone, de su esposa y de sus guardaespaldas.
Otra vez allí el sentimiento antimafioso me sensibilizó en silencio, en la intimidad.
Los amigos que me acompañan están allí pero yo me siento solo y me siento privilegiado por tener la posibilidad de estar rodeado de esa energía. La energía que me da la fuerza necesaria para crecer con sentimiento de amor por la justicia. Hasta que llegó el momento de dejar ese lugar.
Horas después, la cita sería en una pequeña Iglesia en la que un sacerdote –con profunda conciencia antimafiosa- ofrecería su misa a los caídos en Vía D´Amelio. Estuvo presente todo el equipo de Antimafia. Estuvieron presentes los amigos más cercanos, más sentidos de la familia Borsellino. Estuvieron los jueces más próximos a Paolo Borselino; Guarnota, Ingroia, Le Forte y también los jueces sudamericanos. Y por supuesto Manfredi Borsellino, amigo muy querido de Giorgio Bongiovanni y de toda su obra.
La ceremonia religiosa se desarrolló con tal vibración espiritual que todos quienes tuvimos la oportunidad de estar allí, sentimos, de la mano de un humilde sacerdote, antimafioso esencialmente, que aquellos hombres muertos por defender la justicia, en realidad no habían muerto, no estaban ausentes. Todo lo contrario.
Estaban más presentes que nunca, entre nosotros.
Estaban más presentes que hace trece años, para combatir a Cosa Nostra.
E inclusive estaban más presentes que nosotros mismos, dándonos la fuerza necesaria para que la lucha constante contra el poder mafioso, no haga su paréntesis, no ceda paso a la indiferencia, no ceda paso al silencio.
Entonces se me ocurre pensar durante el oficio religioso, que “Antimafia Duemila” debe trascender, mucho más que estos cinco años ya transcurridos exitosamente en la ciudad de Palermo, tal parece dicha ciudad bastión de Cosa Nostra y bastión mismo de la justicia.
Entonces, a la hora de dejar Palermo, al día siguiente, junto a mis amigos queridos, los jueces Eguren y Rambaldo y el equipo de la revista, me resultó inevitable traer a mi mente el registro gráfico en el que se ven juntos a Falcone y a Borsellino y en el que se lee un pensamiento que comparto plenamente “sus ideas caminan sobre nuestras piernas”.
No-solo es una frase. Es una convocatoria. Es una arenga. Por qué no uno de nuestros más sublimes motivos de vida.

Jean Georges Almendras
Palermo
20 de julio de 2005

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