Roma 5 MAY 2016
Un día en el juicio al religioso español y a los dos periodistas acusados de publicar documentos secretos
Sentado en un rincón, vigilado por los gendarmes que lo detuvieron hace ya seis meses bajo la acusación de filtrar documentación secreta del Vaticano, monseñor Lucio Vallejo Balda no deja de sonreír. Más que a la sesión de un proceso que le puede acarrear largos años de cárcel y en el que comparte banquillo con dos antiguos colaboradores y dos periodistas italianos, el sacerdote español parece que estuviera asistiendo a una representación, no demasiado lograda, de una ópera bufa cuyo desenlace está escrito desde hace tiempo. Y, aun así, Vallejo Balda –pelo cortado al uno, alzacuellos, traje a medida, zapatos caros y relucientes-- suelta una carcajada cuando Paola Pellegrino, antigua archivera de la prefectura de Asuntos Económicos, confiesa ante el tribunal: “En la primavera de 2014, la doctora Francesca Chaouqui regaló a Vallejo Balda una pecera de cristal con dos peces rojos. Todos interpretamos aquel regalo como una advertencia al monseñor para que se quedase callado”.
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