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bandera-de-siria1LA INCÓGNITA SIRIA
ENRIQUE VÁZQUEZ
"Quizá el hecho más sorprendente de la historia contemporánea siria sea el acentuado contraste entre sus aspiraciones de liderazgo en Oriente Medio y su aislamiento tras la conquista del poder por el Baas", escribió hace poco el mejor especialista español en el país, el profesor Alvarez-Ossorio. Y esa exacta descripción encierra, de hecho, las contradicciones, limitaciones y méritos de un régimen cuya duración se explica no solo por vía de autoridad.
Por eso suscitan un gran interés y están siendo seguidos con lupa los graves disturbios de los últimos seis días así como el paquete de medidas democratizadoras anunciadas por el gobierno en la crítica noche del jueves, cuando trascendió la importancia de la revuelta en Deraa y se temió el efecto-contagio al país, rigurosamente controlado por los poderosos servicios de seguridad (Mujabarat). El viernes, día de oración y visita a la mezquita, parece transcurrir sin graves problemas tras el entierro de los 37 muertos (según una cifra generalmente aceptada, aunque no segura) del miércoles y jueves.
La reacción del gobierno fue la clásica: hubo provocadores y hasta “terroristas” en Deraa, se deploran las bajas, se abrirá una investigación, se suben los sueldos del sector público, se promete una nueva ley de prensa y, eventualmente, el fin del intocable estado de excepción vigente desde la fundación del régimen. Y se añaden dos matices que merecen un subrayado: quien anunció todo esto no fue Mohsen Bilal, ministro de Información (y, por cierto, ex-embajador en Madrid) o el primer ministro Nayi al-Utri, sino Buthaina Shaaban, consejera política y de información del presidente, una mujer al alza y cara inteligente, anglófona y amable del régimen. Y se hizo saber por activa y por pasiva que no fue el presidente Bashir al-Assad quien autorizó fuego real contra los opositores en Deraa…
Intersticios del régimen
Lo sucedido no es del todo sorprendente, pero había un extendido pronóstico de que la aparente calma siria –aunque básicamente fundada en el temor a la protesta– tal vez se mantendría y eso porque así ha sido otras veces en el pasado, porque el régimen tiene cierta base social y ha sabido administrar las complejidades sociales y confesionales del caleidoscopio nacional. Y porque la antigua oposición al sistema creado por el general Assad, padre del actual jefe de Estado, con el llamado Movimiento de rectificación de 1970 en nombre del partido Baas, nacionalista y pan-árabe, había sido principalmente religiosa, islamista, con origen en los Hermanos Musulmanes y fue aniquilada, con unos diez miel muertos, cuando su insurrección en Hama en 1982 fue aplastada sin piedad.
El autor de la hazaña fue un hombre entonces muy poderoso y hoy exiliado en una oscuridad deliberada, Rifaat al-Assad, hermano menor del presidente y jefe de las temibles Brigadas de Defensa, unidades de élite del régimen, devotas de la causa que era, simultáneamente, la del Baas y la de la minoría alauí (más o menos chií con alrededor del 12% de la población) a la que pertenecen, por la vía del influyente clan de Kalbiya, en la región de Qardaha, los Assad. Con todo, y aunque las fuerzas especiales y muchos puestos cruciales en el aparato de seguridad fueron atribuidos a alauíes, se ha exagerado su papel al presentar a la República como más o menos “secuestrada” por la secta, cuando otras minorías, incluyendo una cristiana, activa y bien posicionada, y drusos, ismaelíes y kurdos también se hacen notar y cuando la mayoría aritmética es confesionalmente sunní.
Lo que sí es el régimen es lo que se ha llamado con un ingenioso neologismo árabe una ‘Yumrukiya’, compuesto con las palabras árabes para “República” y “Monarquía”. En efecto, cuando en 1994 murió en accidente de tráfico Basal, el hijo mayor del presidente Assad, el jefe del Estado y del partido convirtió en su sucesor a Bashar, su segundo hijo varón, médico especializado en oftalmología y con residencia en Londres. Fue convertido rápidamente en militar y estadista, violentó un poco lo que parecía su vocación y a la muerte de Bashar, en 2000, heredó la presidencia y el liderazgo adecuadamente confirmados en un referéndum abrumadoramente favorable.
Primavera, otoño y… ¿primavera?
Expresión máxima de la resistencia árabe contra Israel –que ocupa los altos sirios del Golán desde 1967– el régimen sirio hizo lo necesario para reubicarse geopolíticamente con holgura, incluyendo un papel, cambiado cuando hizo falta, en Líbano, percibido por los sirios de su vieja patria amputada por el colonialismo francés, y en el escenario inter-árabe: Assad padre no vaciló en unirse a la operación Tormenta del Desierto, la gran coalición que inspirada y dirigida por los Estados Unidos derrotó al Irak ocupante de Kuwait en la llamada Primera guerra del Golfo. Pragmático a tiempo parcial, Assad incluso dejó esbozada una apertura económica de vocación liberal que dio ciertos resultados y fue asumida y profundizada por Bashar, quien incluyó en sus gobiernos a varios tecnócratas.
Una cierta ‘primavera política’ siguió a la instalación del segundo Assad y la animación política partidista abrió los salones, dio cierto aire a la oposición moderada y se acompañó de gestos que suscitaron la atención internacional. Pero dificultades inherentes a la situación en Líbano, el fracaso total de la negociación con Israel –que rehúsa devolver la tierra siria ocupada en su totalidad – y la emergencia de la potencia iraní, un socio de peso, terminaron con la primavera y devolvieron el régimen a su vieja y poco prometedora velocidad de crucero, una mezcla de estancamiento político y cierto progreso económico.
En este marco, la posibilidad de que la ola democratizadora árabe llegara a Siria era verosímil y hasta cierto punto previsible, pero su triunfo parece aleatorio vista la desproporción de fuerzas. El régimen sirio, esa mezcla de intereses, identidades, temores y experiencia, venderá cara su caída. Hay pocas dudas sobre su voluntad de recurrir a todos los medios para prevalecer. Y algunas, en cambio, sobre si ha oído la genuina exigencia social y popular de libertades públicas y seguridad jurídica. El paquete de reformas anunciado es prometedor. Otra cosa es saber si es suficiente y aún más, si será sinceramente aplicado y significará una democratización desde dentro, la mejor opción de que disponen los administradores de la ‘Yumrukiya’…
http://www.abc.es/20110325/internacional/rc-incognita-siria-201103251457.html

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