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03ausenciavalorespropiciacorrupcion1CORRUPCIÓN
21 de Junio de 2011
Por Leticia Oraisón de Turpín - Orientadora Familiar
Esta palabrita de connotaciones de descomposición y podredumbre, se está haciendo cada vez más presente en la vida social y sin sorprender ya casi a nadie.
Sucede que entre los hombres, cada vez hay más codicias y cada vez se presentan con más desenfreno. Pareciera que solo somos honestos cuando no tenemos la oportunidad de corrompernos. Hay ejemplos por doquier, de gente común, aparentemente normal, de trabajo y de esfuerzo, y de repente, cuando la varita de la suerte (más bien de la desgracia) los toca, ¡zas! de un salto traspasan la cerca y se vuelven codiciosos y corruptos.

Cuando pienso en el tema me resisto a creer que sea así. No puedo aceptar que terminemos siendo tan vulnerables a las ambiciones desbocadas y sin contención.
Se critica con frecuencia todas las malas acciones de los demás, hasta que nos toca vivir circunstancias parecidas y allí parece que la tentación se hace frenética y fascinante .. y nos manifestamos.
Ahora bien, replanteemos todo de nuevo, y pensemos, no será que caen y claudican los que no tienen la fortaleza que da una buena formación humana y solo lo hacen, los que no conocieron los esfuerzos y las privaciones voluntarias, los que no fueron exigidos en la educación de su voluntad y no lograron con ejercitación vencerse una y otra vez a sí mismos.
En realidad, lo que la experiencia nos dice es que, con la mochila cargada de valores y virtudes conocidas, vividas y practicadas con esfuerzo, denodadamente, difícilmente se sucumbirá ante las tentaciones fáciles, frívolas y atrapantes.
Y es así, porque basta detenerse un poco en cada problema puntual para ver que muchas personas manifiestan creer en la honestidad, pero no han pasado por el fuego fraguador de voluntades, o sea por la exigencia, la obediencia y finalmente por el convencimiento personal, resultado del esfuerzo y la ejercitación permanente en el dominio y sometimiento de sus apetencias sensuales.
En esto, no hay misterios, hay fortalezas individuales puestas en juego.
Es así que cuando vemos sucumbir por la codicia y la ambición a quienes creíamos buenas personas, es solo que, su debilidad se está manifestando.
Y en esta sociedad donde todo vale igual, donde en nombre de la tolerancia y la no discriminación todo se justifica, no es extraño que haya tanto contagio de corrupción y delincuencia, porque total, después de todo, las sanciones se arreglan, muchas veces con plata o intercambio de favores y de prebendas.
Finalmente, podemos concluir que todo es consecuencia de la educación recibida, porque cuánto más sólidas y definidas las convicciones, hay mayor confiabilidad garantizada.
De lo que deducimos que: las acciones son siempre resultado de las ideas sustentadas.

http://www.el-litoral.com.ar/leer_noticia.asp?IdNoticia=165923

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