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17trabajoinfantilmxILEGAL, TRABAJO INFANTIL EN EL IMPARCIAL
El Artículo 123 de la Constitución de México prohíbe el trabajo para los menores de 14 años y, a través de la Ley Federal del Trabajo, se restringen las condiciones de ocupación de los adolescentes hasta los16 años; los niños que trabajan en la calle están expuestos a tránsito vehicular, contaminación, inclemencias del tiempo, drogas, violencia, pandillas, maltrato, y abuso sexual, entre otros…
Dia de publicación: 2014-07-11
Hermosillo, Sonora (DP).- Analistas del tema de trabajo infantil en México describen que es ilegal y enumeran los peligros a los que se enfrenta un menor que es expuesto al trabajo infantil en la vía pública, sin supervisión y sin cuidado o tutela de un adulto, como lo con los menores hace El Imparcial El Artículo 123 de la Constitución de México prohíbe el trabajo para los menores de 14 años y, a través de la Ley Federal del Trabajo, se restringen las condiciones de ocupación de los adolescentes hasta los16 años; los niños que trabajan en la calle están expuestos a tránsito vehicular, contaminación, inclemencias del tiempo, drogas, violencia, pandillas, maltrato, y abuso sexual, entre otros.
 
Denuncia
 
Frente a situaciones de trabajo infantil se debe acudir a los espacios diseñados para denunciarlo.
 
¿A quién denuncio cuando veo a un niño o una niña trabajando?
 
La persona que está incumpliendo la ley y violentando los derechos de las personas de edad es quien emplea.
 
En muchos casos, no hay un empleador específico, como en el caso de los niños jornaleros agrícolas: llegan con sus familias por medio de transportistas, los dueños de los campos no son siempre quienes compran los productos, no siempre viven en albergues dentro de los campos agrícolas, etc.
 
Igualmente, las niñas y los niños que trabajan en la calle no son empleados específicamente por alguien. En esos casos, hay que buscar a autoridades como el DIF o sensibilizar a los sectores involucrados para que se atienda el problema.
 
En los casos donde sí hay un empleador directo y un domicilio de la unidad de negocio, la Inspección Laboral (área de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social) es la encargada de seguir las denuncias sobre trabajo infantil.
 
La única información que requiere es la dirección postal del lugar donde se encuentran personas menores de la edad mínima (hasta los 13 años) trabajando o donde no se ofrecen las condiciones laborales de protección para adolescentes que, de acuerdo a la ley, ya tienen edad para trabajar (de 14 a 17 años).
 
Igualmente, la inspección laboral estatal tiene también atribuciones para atender el tema.
 
Lo más importante es comprometernos con la causa, darle seguimiento, sensibilizar a las demás personas y estar atentos a que todos cumplamos nuestra responsabilidad con los niños y las niñas de México.
 
Trabajo Infantil
 
Trabajo infantil es todo tipo de actividad laboral que obstaculiza el desarrollo integral de los niños y las niñas, perjudicando su bienestar y comprometiendo su educación. No sólo son actividades remuneradas o productivas, también son las que, sin remuneración o sin el efecto de producción de un bien o servicio, inhiben el desarrollo de los niños o los expone a riesgos, como el trabajo doméstico.
 
Se habla de trabajo infantil cuando realizan una actividad laboral que:
 
- es física, mental, social o moralmente perjudicial;
 
- interfiere con su escolarización, privándoles de la oportunidad de ir a la escuela u obligándolos a abandonar las aulas;
 
- les exige que intenten combinar la asistencia a la escuela con largas jornadas de trabajo pesado.
 
El trabajo infantil daña, abusa y explota a la niñez y la priva de educación, salud y entretenimiento. Es decir, del pleno goce de su infancia.
 
Algunos ejemplos de trabajo infantil que se ven constantemente son la mendicidad, el empleo doméstico, la atención en comercios, niños pepenadores; trabajo en la construcción y en la agricultura.
 
La ayuda liviana, cuidadosamente supervisada y que no interfiere con los derechos a la educación y a la recreación, puede ser parte esencial de la socialización y el desarrollo de las niñas y niños. Estas actividades formativas les permiten aprender gradualmente a tomar responsabilidades y a sentirse orgullosos de sus propios logros. Sin embargo, no debe perderse de vista la frontera con el trabajo infantil que priva a los menores de edad del disfrute pleno de sus derechos.
 
¿Qué dicen los convenios internacionales?
 
En las diferentes legislaciones nacionales se ha establecido una edad entre 14 y 16 años como la mínima de admisión al empleo, así como la definición del concepto de trabajo peligroso, prohibiendo que los niños se dediquen a ese tipo de actividades, incluidos aquellos que han superado la edad de admisión al empleo pero que todavía no han cumplido 18 años.
 
Tales definiciones varían de un país a otro, pero se inspiran en los dos convenios de la OIT sobre trabajo infantil: el 138, firmado en 1973, sobre la edad mínima de admisión al empleo y el 182, firmado en 1999, sobre las peores formas de trabajo infantil.
 
El Convenio 138 sobre edad mínima de admisión al empleo establece que no deberá ser inferior a la edad en la que cesa la educación obligatoria y, en todo caso, a los 15 años (14 en los países en desarrollo). Lo anterior con el fin de no obstaculizar el derecho a la educación. Las legislaciones nacionales podrán permitir el empleo en personas de 13 a 15 años (o de 12 a 14 en países en desarrollo) en trabajos ligeros. Es decir, en actividades que no perjudican la salud o el desarrollo ni limiten la asistencia a la escuela.
 
El trabajo infantil está prohibido bajo cualquier forma y el trabajo adolescente está permitido si se adecua a las normas de seguridad establecidas –nacionales e internacionales. Las personas adolescentes pueden trabajar siempre y cuando tengan la edad mínima permitida; realicen sus labores en condiciones seguras que no ponen en riesgo su salud integral; trabajen como máximo las horas semanales establecidas por la legislación nacional; el trabajo no les impida estudiar, y se respeten sus derechos laborales.
 
El Convenio 182, por su parte, identifica el conjunto de expresiones de trabajo infantil que, por su efecto pernicioso en el desarrollo integral de la niñez, deben ser eliminadas de inmediato. Las peores formas de trabajo infantil, estipuladas en dicho instrumento jurídico, pueden dividirse, por sus particularidades, en dos categorías: incuestionables peores formas de trabajo infantil y trabajo peligroso
 
El trabajo peligroso es el que, por su naturaleza o las condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, seguridad o moralidad de las niñas, niños y adolescentes. Cada país determina, mediante consultas tripartitas, en las que están representados el gobierno, empleadores y trabajadores, el listado de actividades que se consideran dentro de esta categoría.
 
Un trabajo peligroso por las condiciones en que se practica puede convertirse en seguro si se modifican las situaciones de riesgo. Los adolescentes podrán desempeñarse en ellos solamente si estas situaciones son eliminadas y, además, si se cumplen las condiciones que dictan las leyes nacionales.
 
Ejemplos: trabajo agrícola o industrial en los que se implementan medidas de seguridad, actividades y jornadas laborales adecuadas para que los jóvenes puedan participar, sin que ello interfiera con su salud, socialización y posibilidades de escolarización.
 
Sin embargo, existen otras actividades que, por su naturaleza, son peligrosas. Los trabajos peligrosos por su naturaleza son las labores que por una característica intrínseca para su realización presentan riesgo para la salud y seguridad de los niños.
 
Algunos ejemplos son los realizados con explosivos o armas; las faenas forestales como en aserraderos o tala de bosques; los trabajos en altamar o submarinos; los que se realizan en terrenos que pueden presentar deslizamientos o derrumbes; los que se realizan en alturas superiores a dos metros del nivel del piso, y las labores subterráneas como la minería, entre otras.
 
Las incuestionables peores formas de trabajo infantil son formas de explotación económica de la niñez y adolescencia, asimilables a la esclavitud y al trabajo forzoso, que deben ser consideradas delitos, y que cometen quienes usan, reclutan y mantienen a cualquier persona menor de 18 años en estas formas de explotación. Estas personas deben ser sancionadas según lo establecido en el código penal de cada país y para lo cual la intervención de las autoridades policiales, judiciales y de protección de la niñez y la adolescencia es crucial.
 
A diferencia del trabajo peligroso, estas formas de explotación económica son situaciones que no requieren definición a nivel nacional (ya están definidas en el convenio 182 en el artículo 3, incisos a, b y c) y por ser delitos penales exigen un cese inmediato de la situación y atención inmediata. No es posible argumentar una mejora de las condiciones laborales. Las siguientes actividades son PFTI: esclavitud o formas análogas; prostitución, pornografía o reclutamiento para conflictos armados, o actividades ilícitas. Los países miembros de la OIT tienen el objetivo de eliminar las peores formas de trabajo infantil para 2016.
 
¿Cuáles son los riesgos del trabajo infantil?
 
Los riesgos se encuentran en casi todas las actividades laborales y se relacionan con el tipo de actividad o con las condiciones en las cuales se dan estas actividades.
 
El trabajo agrícola comprende actividades agrícolas y forestales como cultivo de distintos alimentos para consumo humano y animal; trabajos forestales; cría de animales e insectos, y procesamiento de productos agrícolas, forestales y animales.
 
Es peligroso porque se realiza en ambientes insalubres; hay exposición a distintos tipos de contaminantes químicos y biológicos; puede causar lesiones físicas e incluso la muerte, y puede implicar el desarrollo de tareas que ponen en riesgo la salud y la vida.
 
El trabajo doméstico, tanto las que realizan en sus casas como en casa ajenas, los priva de un contexto adecuado para su crecimiento.
 
Es peligroso porque ocurre en el espacio privado de los hogares y esto deja indefensos, física (sexualmente) a niños y adolescentes; las tareas pueden provocar distintos tipos de heridas y lesiones; exige largas jornadas de esfuerzo físico y de aislamiento, y se exige desarrollar tareas inapropiadas para las personas menores de edad.
 
Los niños que trabajan en la calle están expuestos a tránsito vehicular, contaminación, inclemencias del tiempo, drogas, violencia, pandillas, maltrato, y abuso sexual, entre otros.
 
El trabajo infantil en los basureros se considera muy peligroso y es una de las peores formas de trabajo infantil; pone en riesgo la salud física y psicológica; impide el desarrollo integral, y les estigmatiza, lo que les cierra oportunidades para el futuro.
 
El trabajo en fábricas o maquiladoras expone a los niños a los riesgos derivados de la manipulación de pesos y maquinaria, como cortaduras, amputaciones, deformaciones, o la muerte, pero también a los riesgos derivados de la exposición prolongada a sustancias irritativas y tóxicas que pueden causar quemaduras o enfermedades diferidas.
 
Las actividades de pesca y buceo exponen a los niños a los riesgos relacionados con la caída de los barcos, la manipulación de herramientas peligrosas, los riesgos de hipotermia y de ahogo. Asimismo pueden sufrir picaduras de animales ponzoñosos y se encuentran en una situación especial de vulnerabilidad respecto a los adultos que los controlan.
 
El trabajo en los rastros (frigoríficos y despachos de carne) es un trabajo insalubre que facilita el contacto con sustancias tóxicas, se realiza en espacios bajo temperaturas inadecuadas, en los que los niños pueden sufrir caídas y accidentes por el manejo de herramientas cortantes.
 
La producción de pirotecnia que se realiza tanto en espacios familiares como semi-industriales no sólo expone a los niños a manipular sustancias tóxicas, sino también a serios riesgos de sufrir quemaduras, intoxicaciones y la muerte.
 
Los niños, niñas y adolescentes no son adultos pequeños
Su piel es más delgada, por tanto absorben las sustancias tóxicas con más facilidad.
 
Respiran de forma rápida y profunda, por lo que inhalan más polvo y agentes patógenos transmitidos por el aire.
 
Se deshidratan con mayor facilidad debido a una mayor exposición cutánea y a que respiran con más rapidez.
 
Absorben y retienen los metales pesados en el cerebro con más facilidad.
 
Las sustancias químicas pueden alterar el sistema endocrino infantil.
 
Su sistema enzimático está aún en desarrollo, por lo cual la capacidad de desintoxicación de las sustancias peligrosas es inferior.
 
Consumen más energía durante el crecimiento, por lo que están más expuestos al riesgo de toxinas metabólicas.
 
Necesitan más horas de sueño para desarrollarse normalmente.
 
Su sistema termorregulador no se ha desarrollado por completo, por lo que son más sensibles al calor y al frío.
 
¿Por qué los niños y las niñas tienen que trabajar?
 
Es un fenómeno complejo en el que intervienen diversas causas estructurales como pobreza y marginación; institucionales como ineficacia en la respuesta al problema por falta de voluntad o de posibilidades reales; culturales, que lo justifican o toleran, y la demanda laboral.
 
 
El trabajo infantil surge generalmente como una estrategia de las familias para lograr un aporte económico adicional a sus hogares. Por ejemplo, los niños colaboran en tareas domésticas en sus propias casas, lo que permite que sus padres puedan ocuparse de otras actividades, ya sea en la parcela o microempresa familiar.
 
En otros casos, los niños trabajan en la empresa o granja familiar para reducir los costos de contratar a terceros, o bien porque durante las temporadas agrícolas de mayor actividad hay escasez de mano de obra. Por tanto, el nivel de ingresos es un factor importante que influye en que los niños trabajen.
 
La alternativa al trabajo es ir a la escuela. No obstante, para los padres puede resultar difícil mandar a sus hijos a la escuela si tienen que pagar inscripción y otros gastos escolares como uniformes, material escolar, etc.
 
No es cierto, sin embargo, que en todos los casos la supresión del pago de la inscripción llegue a producir un aumento en la tasa de escolarización, ya que hay otras barreras económicas y sociales que también pueden obstaculizar la educación.
 
Por ejemplo, las familias que viven muy lejos de una escuela no pueden permitirse el costo del transporte, o resulta demasiado difícil para sus hijos caminar hasta la escuela. Igualmente, si los padres perciben que sus hijos no reciben una educación pertinente o sufren discriminación estarán menos dispuestos a enviarlos a la escuela.
 
Más allá de los factores de marginación y pobreza, el trabajo infantil se vincula, también, con baja capacidad legal e institucional, tanto para garantizar el desarrollo de las familias más pobres, como para garantizar la protección y los espacios adecuados para la infancia.
 
Instituciones que deberían proteger a las personas menores de edad no cumplen adecuadamente con su labor o las leyes que protegen los derechos de las personas menores de edad se cumplen de manera muy limitada o no se aplican. También las recurrentes crisis económicas, políticas y sociales en el país pueden colocar a las familias en mayor vulnerabilidad económica.
 
Igualmente, el trabajo infantil se relaciona con causas culturales que permiten más o menos tolerancia al fenómeno. Las sociedades pueden diferenciarse en el nivel de presión social relacionado con el trabajo infantil.
 
En sociedades en las que el estigma es bajo, los padres no se ven presionados por sus vecinos para mantener a sus hijos en la escuela y no mandarlos a trabajar. Lo mismo sucede con la presión que ejercen para que las autoridades tomen cartas en el asunto, tanto combatiendo el trabajo infantil de manera directa como mediante el alivio de sus causas estructurales.
 
En otras sociedades, un elevado estigma social influye para que los padres no permitan que sus hijos trabajen. Esta diferencia puede explicar, en parte, por qué algunos países con niveles similares de pobreza, infraestructuras educativas y sociales registren importantes diferencias en sus índices de trabajo infantil.
 
En algunas sociedades es tolerado e incluso es bien visto porque se piensa que es una forma en que las personas menores de edad aprenden sobre responsabilidad, sobre el valor de las cosas y que además les puede servir para aprender un oficio y les ayuda a madurar.
 
Por el lado de la demanda, se puede decir que los empleadores contratan a niños por diversas justificaciones o pretextos, entre los que destacan la escasez de mano de obra en explotaciones agrícolas; que lo niños perciben salarios más bajos; por ayudar a una familia pobre; para ayudar a una familia que no tiene guardería; porque son más dóciles y fáciles de manejar; porque pueden prescindir fácilmente de ellos si las necesidades de personal fluctúan; porque por su ignorancia e inocencia desconocen de riesgos y pueden ser más audaces frente a situaciones peligrosas.
 
Como se ha mencionado, el trabajo infantil tiene múltiples causas.
 
A continuación algunas características que comparten muchos niños, niñas y adolescentes que trabajan y que se ha demostrado los hacen más vulnerables.
 
Estar fuera del sistema educativo o en riesgo de abandonar los estudios por bajo rendimiento, rezago, problemas económicos o discriminación.
 
Tener padres analfabetos o con bajos niveles educativos.
 
Tener padres desempleados
 
Vivir dentro de una familia monoparental o con padres enfermos.
 
Ser parte de una familia que vive en condición de pobreza o que no cuenta con los recursos suficientes para satisfacer necesidades primarias.
 
Ser parte de una familia que tiene una tradición de trabajo de sus hijos e hijas como un mecanismo de contribución directa y socialización.
 
Sufrir abuso y agresión en el hogar.
 
Vivir en la calle o haber sido abandonado.
 
¿Cuáles son las consecuencias del trabajo infantil?
 
Las consecuencias del trabajo infantil se presentan en varios niveles. Tanto en el ámbito económico, como en el moral y social, así como en daños físicos y psicológicos.
 
En primer lugar, el trabajo infantil interfiere con la escolarización. En México, más de 3 millones de niños entre 5 y 17 años trabajan, y 40% de ellos no asiste a la escuela, impidiendo que reciban formación de algún tipo.
 
Ello compromete su capacidad de obtener ingresos en el futuro, quedando atrapados en la pobreza. De ahí que el trabajo infantil no pueda ser una solución a la marginación, ya que lejos de garantizar que las familias puedan acceder a bienestar económico, perpetúa la pobreza. La OIT ha estimado que los ingresos de una persona aumentan 11% al año por cada año adicional que permaneció en la escuela.
 
Aunque las familias que envían a sus hijos a trabajar sacrifican ganancias a largo plazo, la decisión muchas veces no está en sus manos, porque la subsistencia de una familia puede depender de los ingresos de su hijo.
 
Por otro lado, el trabajo infantil afecta la seguridad y la salud de los niños, perjudicando su sano desarrollo físico, mental, social y moral.
 
Puede ocasionar daños inmediatos porque algunos peligros que son de bajo riesgo para los adultos entrañan un gran riesgo para los niños. Estos últimos son más vulnerables a los peligros, ya que todavía están en edad de crecimiento.
 
Tareas pesadas en ambientes insalubres; extensas jornadas laborales y esfuerzos físicos, herramientas peligrosas y sustancias tóxicas o irritantes, o porque los instrumentos de trabajo, las políticas de seguridad y los equipos de protección no se adaptan a los niños, generando peligros. Entre los sectores más peligrosos para la integridad física de los niños se encuentran la agricultura, la construcción, la minería y la pesca.
 
En tercer lugar, también existen una serie de factores sociales que contribuyen a aumentar el riesgo, tales como la falta de experiencia laboral y, por tanto, la incapacidad para tomar decisiones fundamentadas; las ganas de hacer bien el trabajo sin ser conscientes de los riesgos; la falta de formación en materia de seguridad y salud; la imitación de conductas erróneas en materia de seguridad y salud observadas en los adultos; una supervisión severa o inadecuada; y la poca o nula capacidad para exigir que se respeten los derechos.
 
Igualmente, los códigos de conducta que los niños y niñas no están preparados para asumir, exponiéndolos a presión, desvalorización, violencia y acoso.
 
En cuarto lugar se encuentra la afectación del desarrollo psíquico y moral de los menores. Los niños que trabajan pierden la posibilidad de ser niños, de aprender en la escuela y de jugar, ya que se ven obligados a tomar responsabilidades y actitudes de adultos.
 
El trabajo infantil es delicado porque se convierte en la única vía de valoración personal y de crecimiento. Así, los niños y los adolescentes que sólo reciben valor a través de su trabajo son propensos a forzarse a realizar las tareas para obtener reconocimiento por parte de los adultos. La falta de otros espacios de reconocimiento y las carencias gravísimas que sufren en el plano material, salud y educación, los encierra en un círculo vicioso de trabajo y aislamiento social que se reproducirá en sus hijos y en sus nietos, y así sucesivamente.
 
En quinto lugar, y a nivel país, el trabajo infantil también tiene un impacto de largo plazo en el crecimiento económico.
 
El trabajo infantil tiene un efecto directo en la vida de los niños, pero también un impacto duradero y acumulativo en la sociedad y en su crecimiento a largo plazo.
 
Una sociedad con niveles altos de trabajo infantil puede caer en la trampa del equilibrio de bajo capital humano, en la que una mano de obra poco instruida sigue elaborando bienes de baja calidad con bajos niveles de productividad, incidiendo negativamente en el PIB.
 
Estudios realizados por la OIT sugieren que los beneficios de la acción concertada contra el trabajo infantil compensan con creces sus costos. La economía global podría obtener una ganancia neta de 4.1 trillones de dólares en 20 años si se eliminara el trabajo infantil.
 
Una consideración final es la relativa al trabajo doméstico que tiene poca visibilidad y que, por motivos culturales, no es considerado como trabajo y, mucho menos, como una actividad perjudicial. Sin embargo, muchos niños no sólo colaboran con las tareas domésticas, sino que dedican largas horas a ellas.
 
No se sabe cuántos niños trabajan en el servicio doméstico, puesto que es por definición una actividad oculta, pero está ciertamente muy difundida, especialmente en el caso de las niñas. La mayoría de los niños que trabajan en el servicio doméstico tienen de 12 a 17 años, pero algunas encuestan han localizado a niños que no tienen más de 5 o 6 años.
 
El trabajo doméstico es largo, ya que se cumplen jornadas de hasta 16 horas, y frecuentemente es un trabajo que aísla, con lo cual los menores no crecen en contextos adecuados y con las preocupaciones propias de su edad.
 
Es peligroso porque facilita que sufran quemaduras, que estén en contacto con sustancias irritativas o incluso tóxicas y porque los puede exponer a situaciones de vulnerabilidad física y sexual.
 
¿Qué sucede en México?
 
En concordancia con la normativa internacional, México cuenta con diversos instrumentos jurídicos relativos a esta materia, entre los principales se encuentran la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley Federal del Trabajo, y la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
 
El Artículo 123 de la Constitución de México prohíbe el trabajo para los menores de 14 años y, a través de la Ley Federal del Trabajo, se restringen las condiciones de ocupación de los adolescentes hasta los16 años.
 
La Constitución Política de México fue reformada en 1999 para asentar el respeto y protección a los derechos de la infancia. Esta reforma estableció las bases para la promulgación en 2000 de la ley para la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
 
El Artículo 35 de dicha ley es consistente con la normatividad sobre el trabajo infantil estipulada en el artículo 123 de la Constitución y en la ley federal del trabajo.
 
Esta última obliga a los empleadores a contar con acreditación médica de los empleados, restringir las jornadas laborales de los jóvenes a no más de 6 horas diarias -en dos bloques que no pueden exceder cada uno las tres horas, mediados por un receso de una hora-, prohibir el cumplimiento de horas extraordinarias o en días de descanso, y disfrutar de vacaciones pagadas de 18 días hábiles.
 
Los empleadores también deben acreditar certificados y registros de salud y nacimiento en los que conste el tipo de trabajo realizado y proporcionar a las autoridades toda información requerida. Deben brindar la capacitación adecuada, cuidar que los horarios de trabajo sean compatibles con los de la escuela y que los adolescentes dispongan de tiempo para estudiar.
 
La ley prohíbe emplear a adolescentes en expendios de bebidas embriagantes de consumo inmediato, en trabajos susceptibles de afectar su moralidad o sus buenas costumbres, en trabajos ambulantes, subterráneos o submarinos, en labores peligrosas o insalubres, en trabajos que superen a sus fuerzas y que puedan llegar a impedir o a retardar su desarrollo físico normal, y en establecimientos no industriales después de las diez de la noche.
 
Por labores “insalubres o peligrosas” se entiende a todas aquellas “que, por la naturaleza del trabajo, por las condiciones físicas, químicas o biológicas del medio en que se presta, o por la composición de la materia prima que se utiliza, son capaces de actuar sobre la vida, el desarrollo y la salud física y mental de los menores” (Ley Federal del Trabajo, art. 176).
 
Sin embargo, y pese a la existencia de esta legislación, según el último Módulo de Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (2009) de trabajo infantil del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), alrededor de 11% (10.7) de los niños de entre 5 y 17 años se encuentran ocupados. Es decir, de los 28,247,936 menores, un poco más 3.01 millones realizan actividades productivas y aproximadamente un tercio (28%) tienen menos de 14 años, edad mínima de admisión al empleo. 67% son niños y 33% son niñas, y 70% viven en áreas rurales.
 
Los sectores en los que participan son 30% en el agropecuario (un millón), la industria manufacturera, construcción, comercio y servicios. Casi 40% de los niños que trabajan (39.7%) no asisten a la escuela y el resto combina su larga actividad laboral con el estudio y las tareas domésticas.
 
Casi 6% de estos niños trabajadores realiza actividades que según la ley, y el convenio 138 de la OIT; son actividades prohibidas. Sin embargo, se piensa que este porcentaje es mucho mayor, ya que existen actividades peligrosas y penadas por la ley que no se han identificado.
 
Además, se estima que alrededor de 2.5 millones de niñas, niños y jóvenes deben realizar tareas en el hogar (preparación de alimentos, cuidado y atención de hermanos pequeños, limpieza y orden de la casa, lavado de ropa, etc.) por más de 15 horas a la semana, y como estas tareas no son consideradas como productivas, estas cifras no se cuentan como trabajo infantil.
 
Sin embargo, estas tareas no les permiten ir a la escuela, aprender, jugar o divertirse, con lo cual interfieren en su desarrollo al igual que si desempeñaran una actividad económica, y los expone a abusos y maltratos.
 
Los niños que trabajan lo hacen entre 25 y 34 horas a la semana, y reciben un jornal que equivale a un salario mínimo. Además, no cuentan con servicios de salud ni son contratados dentro de los marcos de la ley. 31.9% de los niños y niñas trabajadores laboran un mínimo de 35 horas a la semana.
 
Una multiplicidad de actividades laborales, consideradas como peligrosas y prohibidas –como el trabajo en minería, la recolección de basura, la mendicidad y el comercio informal, o la prostitución– son difíciles de registrar, justamente porque están penadas por la ley, por lo que tampoco están consideradas en estas cifras oficiales.
 
¿Cómo es el trabajo de los niños y las niñas en la agricultura?
 
La agricultura es el sector con la mayor incidencia de trabajo infantil. De hecho, 60% de los NNA que trabajan en el mundo lo hacen en el sector agrícola, pese a que, junto con la minería y la construcción, es considerado uno de los sectores más peligrosos para trabajar a cualquier edad.
 
Este sector abarca la pesca, la silvicultura, el pastoreo y la acuicultura, además de la agricultura comercial y de subsistencia. En este sector trabaja 59% de los niños y las niñas de 5 a 17 años que realizan trabajos peligrosos, frente a 30% que trabaja en el sector de servicios, y 11% en los demás sectores. En más de 30% de los accidentes ocurridos en explotaciones agrícolas se vieron afectados niños y adolescentes.
 
El sector agrícola es uno de los más peligrosos para trabajar a cualquier edad, junto con la minería y la construcción.
En el caso de los niños, niñas y adolescentes los peligros a los que están expuestos, dado su nivel de desarrollo, pueden ser más graves para ellos que para los adultos, con consecuencias más devastadoras, como discapacidades permanentes o la muerte. Algunos de los peligros a los que se enfrentan son:
Actividades se realizan en ambientes insalubres
Se utilizan herramientas y maquinarias peligrosas
Exposición a climas extremos y radiación solar
Manipulación de agentes químicos peligrosos
Peligro por animales ponzoñosos
Plantas venenosas o cortantes
Estrés en las exigencias del trabajo
Situaciones de vulnerabilidad por acoso, violencia y abuso
Acarreo y traslado de cargas pesadas
Movimientos repetitivos y posiciones incómodas
Largas jornadas de trabajo
 
En México, un tercio de los NNA trabajadores registrados de entre 5 y 17 años lo hace en el campo, como jornaleros. Una gran parte de ellos son indígenas y muy a menudo se ven involucrados de manera estacional en la siembra y cosecha de distintos cultivos como caña de azúcar, café, hortalizas y frutas.
Debido a que, normalmente, esta actividad laboral se realiza migrando de un lugar a otro del país, el acceso tanto a educación como a servicios de salud se dificulta. De hecho, 21.3% de los jornaleros son migrantes. Es decir, se trasladan a un sitio de trabajo ubicado fuera de la localidad donde está su residencia habitual.
 
Tanto por la movilidad constante de los niños que promueve altas tasas de deserción y bajos niveles de rendimiento, como por la falta de documentos probatorios de identidad que les cierra, en algunas ocasiones, las puertas. Igualmente, en algunas zonas rurales en las que se realizan actividades agrícolas, es común la falta de escuelas o, si las hay, son de irregular calidad en muchos casos, etc.
 
Además, aunado a lo anterior, la educación para los niños indígenas enfrenta otra barrera más, que la educación ofrecida debe ser apropiada para su cultura. Es decir, es importante sortear barreras idiomáticas y culturales.
 
Para enfrentar el trabajo infantil en la agricultura, es necesario impulsar acciones orientadas a:
1. Aplicar las leyes en materia de trabajo infantil.
2. Intervenir para garantizar que los niños y niñas no efectúen trabajos peligrosos en la agricultura.
3. Promover estrategias y programas destinados a mejorar las condiciones de vida en las zonas rurales, y a integrar los aspectos relativos al trabajo infantil en el centro de las políticas agrícolas.
4. Colmar la brecha educativa existente entre las zonas urbanas y rurales y entre los niños y las niñas
5. Promover oportunidades de empleo para los jóvenes en la agricultura y en las zonas rurales.
 
¿Qué pasa con los y las adolescentes?
Si bien estos riesgos pueden estar presentes en cualquier tipo de tarea y afectar a trabajadores adultos, la población adolescente es especialmente vulnerable. Además, recordemos que las personas adolescentes también son consideradas niños o niñas (Convención sobre los derechos del niño), por lo que deben estar bajo un régimen de protección especial.
 
A. Las y los adolescentes son vulnerables porque sus organismos no se encuentran completamente desarrollados.
1. Los requerimientos de oxígeno son mayores y el sistema excretor (sudorípado y renal) aún no se halla completamente maduro, con lo cual la fijación de toxinas en diferentes órganos, como el cerebro y pulmones, es mayor pudiendo causar la inhibición del crecimiento.
2. La capacidad de regulación térmica tampoco se haya completamente desarrollada y, dado que los requerimientos de fluidos y líquidos son mayores, se incrementan los riesgos de deshidratación y alteraciones térmicas en el organismo.
3. Necesitas más horas de sueño y descanso que los adultos, y al estar en crecimiento demandan más ingestas alimentarias. Por ello, deben respetarse y mantenerse ritmos de trabajo y descanso y los niveles de alimentación adecuados.
4. El pleno desarrollo de las fuerzas recién la alcanzan los hombres a los 25 años. Generalmente las actividades laborales plantean esfuerzos físicos, tales como la carga y descarga de materiales y manipulación de palancas y maquinaria que pueden ser realizados por la población en pleno uso de sus fuerzas. Las y los jóvenes deben ser excluidos de estas actividades ya que cualquier sobreexigencia puede causar accidentes.
 
B. La falta o inadecuada explicación acerca de las metodologías correctas para llevar a cabo una tarea en combinación con la falta de experiencia constituyen factores de vulnerabilidad.
1. Las y los adolescentes pueden no conocer o ser capaces de prever los riesgos asociados a una actividad, pueden no haber sido dotados de un equipo de protección adecuado o desconocer cómo utilizarlo, con lo cual se incrementan las posibilidades de sufrir accidentes.
2. Asimismo, carecen de instancias y experiencia de representación y de negociación, con lo cual se ven extremadamente reducidas las posibilidades de reclamo. Generalmente estos reclamos se introducen dentro de los reclamos laborales generales, sin atenderse a su especificidad.
 
C. Las y los adolescentes se encuentran transitando un período de construcción de la propia identidad.
 
En esta búsqueda recurren a la valorización externa y de referentes en sus mayores y pares. Las agresiones verbales, sexuales y las marcas físicas producidas por accidentes o por enfermedades diferidas pueden desencadenar procesos de desvalorización. La personalidad física y social que buscan alcanzar se ve truncada y el exterior les devuelve una imagen de sí mismos que remite a la degradación y devaluación personales. Esto afecta las posibilidades de plano desarrollo psíquico y social actual y futuro y en ciertos casos puede desencadenar la decisión del suicidio.
 
¿Qué hace la comunidad internacional para erradicar el trabajo infantil?
El Día mundial contra el trabajo infantil fue iniciado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2002. Centra la atención en la magnitud del trabajo infantil a nivel mundial y los esfuerzos necesarios para eliminarlo. El 12 de junio de cada año, el Día mundial reúne a los gobiernos nacionales, organizaciones de empleadores, sindicatos, sociedad civil y a millones de niños y adultos de todo el mundo con el propósito de hacer hincapié en el flagelo del trabajo infantil y propugnar el cambio.
 
La legislación, el aumento de la escolaridad, la lucha contra la pobreza y los cambios de actitud son elementos fundamentales de la batalla contra el trabajo infantil en la actualidad. A continuación se presentan ejemplos de acciones directas en estos ámbitos.
 
¿Cómo ayuda la educación a sacar a los niños y las niñas del trabajo?
El derecho a la educación ocupa una posición central entre los derechos humanos, ya que es esencial para el desarrollo y el ejercicio de los otros. Constituye el medio a través del cual los niños y adolescentes, económica  y socialmente excluidos pueden salir de la pobreza.
 
La eliminación del trabajo infantil y el logro de una educación para todos son objetivos globales que se encuentran interrelacionados. Por una parte, la educación es un medio importante para mantener a los niños alejados del mercado de trabajo; por otra, muchos niños no escolarizados se dedican a trabajar y su trabajo puede impedirles el acceso a la educación.
 
La educación es la forma más efectiva de luchar para prevenir y combatir el trabajo infantil, y esto puede lograrse mejorando el acceso y la calidad del sistema de educación formal, de manera que atraiga y retenga en la escuela a los niños, y garantice el éxito de la reinserción escolar de los niños retirados del trabajo infantil.
 
Algunas acciones que podrían favorecer la asistencia escolar se vinculan no sólo con la oferta educativa, sino también con la eliminación de obstáculos. Entre estas medidas están:
Enseñanza gratuita y obligatoria. Para los padres puede resultar difícil escolarizar a sus hijos si existen cuotas como pago de inscripción u otros gastos escolares como uniformes, materiales, etc. Las barreras creadas por los gastos escolares pueden llegar a ser considerables.
Facilitar el acceso. Las familias que viven muy lejo

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