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TRABAJO SERVIL, TRABAJO ASALARIADO Y DESARROLLO INDUSTRIAL.
Acerca de la emergencia de formas de Trabajo Servil en la Industria de Confección de Indumentaria Argentina.

Por Javier González

“La división del trabajo esta limitada por la extensión del mercado”. 
Adam Smith,
“Un Estudio acerca de la Naturaleza y las Causas de la Riqueza de las Naciones”, (1776). 
“Toda oferta crea las condiciones de su propia demanda” 
Jean Baptiste Say, 
“Tratado de Economía Política”, (1803). 

“Toda nación que pretenda ser próspera y civilizada debe desarrollar sus propias industrias y capitales financieros”.
Friedrich List
“Sistema Nacional de Economía Política”, (1840).

 En la presente nota[1] intentaremos hacer observable que la reciente tragedia que enlutó a familias de trabajadores bolivianos reducidos a “servidumbre” en un taller de costura “clandestino” en el barrio de Caballito de nuestra Capital lejos de ser un hecho excepcional guarda íntima relación con los movimientos de las leyes sociales regulan las relaciones de producción y trabajo, la distribución social del ingreso y las políticas que regulan el tráfico de personas, mercancías y capitales; que en conjunto, constituyen en sí, un modelo de crecimiento y desarrollo industrial concreto que define a la sociedad argentina misma como formación económico-social específica.que en la nota "Tecnología y Servidumbre detrás de las Marcas” (“Saber Cómo” Nº40, mayo 2006) se hizo hincapié en el carácter internacionalizado de la organización de la producción de la cadena textil e indumentaria a escala global: empresas de alta capacidad financiera hegemonizando las cadenas de comercialización y las tendencias de la demanda –a través de la “marca-logo”- en los centros de consumo de los países centrales “dominan” los diversos sistemas de producción de productos textiles y confección de indumentaria extendidos a escala global del planeta; donde regiones enteras (China, India y el Sudeste Asiático, Turquía, el Medio Oriente y Nor-África y más recientemente México y Centro-América) juegan un papel específico en esta “división internacional del trabajo” dentro del mercado mundial contemporáneo.
En nuestro caso nos centraremos en los determinantes internos y regionales de la organización de la industria textil y de confección en nuestro país; pero, sin embargo, nos detendremos a señalar algunos aspectos centrales que organizan la industria textil y de confección de indumentarias que son comunes a nivel global.

A lo largo del devenir histórico moderno la industria textil se ha caracterizado por su protagonismo en la determinación de las instituciones sociales y relaciones técnicas que organizan la producción de una sociedad por entero[2]. Esto se debe, en gran parte, a que, observada desde las relaciones técnicas, la producción textil-indumentaria organiza un extenso complejo de diversos sistemas productivos, que comienzan desde las actividades primarias mismas (algodón, lana, seda y otras fibras naturales), y a que siempre fue altamente demandante de los últimos adelantos de la ciencia y de la técnica, tanto en la producción de maquinarias (primera en generalizar la aplicación de la máquina a vapor, la mecanización y luego la automación en la hilandería, teneduría y bordado) como de los desarrollos químicos (tinturas y otros) y, posteriormente, de los nuevos materiales productos de la petroquímica (fibras sintéticas) –y en un futuro cercano, seguramente, del desarrollo de la biotecnología-.

O sea, a través de sus requerimientos directos e indirectos de Trabajo Manual, Técnico y Científico y de Capital la rama textil-indumentaria se concatena con casi todas las actividades productivas e intelectivas y, si, a su vez, tenemos en cuenta el destino masivo de su producción y, por lo tanto, asociamos las tareas de servicio necesarias para la distribución y comercialización de sus productos en el mercado, bien podemos decir que está enlazada orgánicamente a la economía en su conjunto. 

Ahora bien, si observamos como se organiza socialmente la producción, circulación, distribución y consumo; -o sea, como se desarrolla la “cadena de producción y apropiación de valor”- en estas industrias, en la actualidad, podemos señalar la existencia de cuatro grandes estructuras de relaciones sociales: 

1) capital financiero – trabajo asalariado: “grandes corporaciones financieras de capital asociado”, con dirección y gestión profesionalizadas, enlazan a profesionales asalariados -y sus auxiliares- destacados a la realización de tareas en el ámbito de la producción y circulación de bienes intangibles (publicidad, marca-logo), “planeamiento de estrategias de mercado”, “dirección, coordinación y desarrollo de proveedores y canales de venta”, “desarrollo e investigación de nuevos productos”, “estrategia y dirección financiera”, etc.

La escala de sus negocios (nacional, regional o internacional) sólo está limitada por la masa de capital que disponen para poner en circulación. 

2) capital comercial – trabajo asalariado: “empresas comerciales de capital individual o familiar” que emplean trabajadores asalariados en las tareas de compra-venta de mercancías y logística-transporte-despacho de las mismas.

Pueden ser independientes pero en forma creciente se encuentran subsumidas a las corporaciones financieras; ya sea a través del enlazamiento directo vía el mecanismo de franquicias –y el consiguiente pago de regalías-, el pago de alquileres en los principales centros de venta (shoppings)[3] o a través de la competencia en el mercado y el creciente dominio de éste por parte de corporaciones financieras verticalizadas (con sus propios canales de venta) y la fuerte presencia de sus “marcas-logo”.

3) capital industrial – trabajo asalariado de obreros industriales – régimen fabril: aquí la forma que asume la empresa capitalista guarda relación en gran parte con la rama industrial específica y la escala de producción.

Los eslabones iniciales de la cadena productiva, hilandería y tejeduría, son ramas altamente tecnificadas capital-intensivas; aquí son hegemónicas, en forma creciente, las “grandes corporaciones financieras internacionales” frente a las “grandes empresas de capital individual o familiar de escala nacional”.

Tanto en unas como en otras lo distintivo es que el proceso productivo está regido por la “máquina y la línea de producción” que enlaza a los obreros industriales.

En el eslabón final de “confección de prendas de vestir” y sus múltiples tareas la maquinización del trabajo ha sido relativamente baja en los últimos 150 años; ésta es una rama trabajo-intensiva con rendimientos constantes a escala por antonomasia, donde el conjunto de trabajadores y sus oficios y capacidades en una suma simple de tareas sigue siendo el sujeto central del proceso productivo.

Así, en las diversas ramas del sector de “confecciones de prendas de vestir” es dominante la presencia de “pequeñas y medianas empresas” que trabajan a pedido de las empresas comerciales; sean estas grandes o pequeñas.

En menor medida, pueden encontrarse “grandes talleres manufactureros” que trabajan a pedido pero a escala mundial o propiedad de corporaciones financieras verticalizadas con sus propios canales de venta. 

4) producción mercantil – artesanado - “trabajo a domicilio”: el antiguo artesanado que produce para el mercado fue siendo eliminado paulatinamente frente al dominio del mercado por la producción capitalista.

La modalidad de los “talleres manufactureros” de delegar parte de las diversas tareas (corte, estampado, bordado, confección, terminación) y subtareas de la producción de “prendas de vestir” al trabajo de artesanos (trabajador que posee el oficio) y sus familias fue construyendo la histórica institución del “trabajo a domicilio” por subcontrata a pedido y “pago a destajo” y que en nuestro país esta regulado por la Ley 12.713 que data de 1942. 

5) “trabajo asalariado informal, en negro o servil”-: de diferente carácter es la relación de trabajo cuando el “trabajo a destajo” simplemente esconde relaciones salariales de subordinación de los trabajadores a “empresas manufactureras” –que eluden la legislación laboral- u a otros trabajadores o “subcontratistas” que detentan el “pedido o contrato de la empresa”.

Estas “cadenas de explotación” o de “búsqueda de rentas sobre el trabajo de otros” pueden concatenarse en cascada y, en mayor o menor medida, estar organizadas hasta reducir a “servidumbre” a un amplio conjunto de trabajadores.

Constituyen las diversas modalidades de “tercerización de la producción y el trabajo” que mediatizan las relaciones laborales y son asumidas en el ámbito público (político, empresarial y académico) como “trabajo asalariado no registrado”.

Son un ejército de “obreros supernumerarios”, flexible a los ajustes y coyunturas del ciclo económico, alimentado constantemente por la presión de los desempleados urbanos y las poblaciones rurales emigrantes y desprovistas de sus condiciones de vida según avanza la producción capitalista y la mecanización de los trabajos agrícolas en el campo[4].

Este conjunto de estructuras de relaciones sociales en la producción y circulación de los productos no sólo organizan a la sociedad en su conjunto en estos ámbitos; sino que, a su vez, determinan la posición de los hombres en la distribución social del valor agregado producido socialmente.

O sea, las leyes sociales que determinan la distribución y asignación de recursos para el consumo y el papel de cada sector social en el proceso de acumulación de capital están determinadas por aquellas que rigen la organización de los hombres en los momentos de la producción y circulación. 

Es de allí que producción y circulación, distribución y consumo se autodeterminen mutuamente y encuentren mutuamente sus límites.

La creciente segmentación de los mercados entre “productos suntuarios” o de “calidad diferenciada” y productos de “consumo estándar o básico” tiene su raíz en la misma estructura social de la distribución del ingreso que brota desde la estructura social de la producción.

A su vez, la acelerada organización social de la producción y la circulación tiene como límite la misma distribución regresiva del ingreso, donde masas crecientes de trabajadores ven reducido paulatinamente su consumo a lo básico para su subsistencia y, por momentos, por debajo de este nivel.

La concentración de la riqueza y la centralización del capital tiene su reverso en la extensión de las condiciones de pobreza entre los trabajadores y sus familias. 

De allí, que en la fase contemporánea del capitalismo los obstáculos a la realización de la ganancia en el mercado, -esto es, la posibilidad de realizar los volúmenes de ventas planeados a los márgenes de ganancia estimados previamente-, superan a las dificultades técnicas y de organización de la producción.

En esto se sustenta que el capital financiero y comercial subordine al otrora dominante capital industrial.

La “cadena de valor” se domina, gobierna, controlando o guiando las tendencias de la demanda y los canales de comercialización dejando a la extensa y compleja red de productores industriales y sus trabajadores asalariados, independientes o “serviles” competir “libremente” por la asignación de la producción. 

En el período histórico que va entre 1945 el primer lustro de la década del ’70, tanto en Argentina como en el mundo, las políticas macroeconómicas dirigidas al pleno empleo y la extensión de los derechos laborales y sociales, -conocidas bajo el rótulo de “Estado Benefactor” o “populismo”- y las políticas proteccionistas que regulaban el movimiento de capitales y mercancías amortiguaban, en parte y al interior de los estados nacionales, estas tendencias a la concentración de la riqueza y centralización de los capitales.

La pirámide de la distribución del ingreso era sustancialmente más equitativa y, por lo tanto, el mercado era hegemonizado por el consumo masivo de bienes básicos para la masa de trabajadores con salarios relativamente altos.

Bajo este paradigma de mercado la producción en masa y el régimen fabril eran dominantes y la resolución de sus obstáculos la prioridad; -de allí que tanto los niveles de inversión productiva como de crecimiento de productividad del trabajo industrial en ese período casi duplicaran a las presentes en la actualidad, tanto en Argentina como en las grandes economías centrales[5]-.

La producción de mercancías tenía preponderancia sobre la circulación de las mismas. 

Ya a 30 años de desmantelamiento paulatino de estas regulaciones estatales y políticas no sólo se han acelerado estas tendencias a la concentración de la riqueza y centralización del capital al interior de cada una de las sociedades, sino que, a su vez, se han reordenado internacionalmente los procesos productivos y establecido la posición de cada país en la distribución del “valor excedente producido socialmente a escala global” y las condiciones de vida generales de sus trabajadores.

Refuerza este movimiento el hecho que la mismas políticas de liberalización del trafico internacional de mercancías y dinero no hayan sido extendidas a la circulación de personas; sino todo lo contrario, las políticas de migración y residencia en los países centrales tienden a endurecerse selectivamente en el presente.

El reverso del actual endurecimiento de las políticas migratorias, tanto en EE.UU. como Europa, está en la extensión y firma de los Tratados de Libre Comercio (TLC) con áreas como Latinoamérica y África, donde la industria de la confección de prendas de vestir y otras ramas trabajo intensivas juegan un papel central. Para que la actual política estricta de “división internacional del trabajo” tenga condiciones de reproducción en el tiempo los diferenciales existentes en el nivel de salarios de unas y otras sociedades deben tender a su perpetuación.

Esto sólo puede ser logrado instaurando un régimen estricto de migración y residencia a nivel global que haga cautivas a las masas empobrecidas del mundo a los límites de sus fronteras y permita a las “corporaciones financieras” obtener rentas arbitrando entre esos diferenciales de costos y salarios como forma dominante de acumulación y valorización del capital. 

Desde esta perspectiva, puede sostenerse que el “orden mundial” actual tiende a reducir los espacios de “movilidad social” que caracterizaron al capitalismo otrora en la historia; tanto a nivel global entre regiones, naciones y estados como al interior de cada una de las sociedades entre clases, sectores, etnias y culturas.

En sí, el capitalismo contemporáneo tiende a construir un complejo orden mundial de “sociedades estamentales” –esto es, con estamentos sociales jerarquizados crecientemente estáticos-; y, de esta manera, el mismo “descontruye” las condiciones que le dieron origen a su nacimiento: la “sociedad burguesa” sustentada en la “propiedad individual” y la “movilidad social”.

De allí que, sin atentar y cambiar radicalmente las estructuras mismas que dan sustento al carácter reaccionario de la alta concentración de la propiedad y la riqueza en el “Estado Moderno bajo la hegemonía del Imperialismo”, la consigna política dominante actualmente, “Crecimiento con Equidad”, es cuanto menos una fantasía o un instrumento de dominio propio del “cinismo y oportunismo político”.

1.- Esta nota constituye la parte introductoria de un documento más extenso acerca de la cuestión de la “emergencia” de formas de trabajo servil en la industria de la confección de prendas de vestir en Argentina. En la segunda parte, a ser publicada en el siguiente número de “Cifras para Pensar” se expondrán las condiciones particulares de desenvolvimiento de la industria textil-indumentaria desde 1993 y las causas internas que llevan a la “involución”, “desarticulación” y “desindustrialización” de la cadena productiva en nuestro país. En la tercera parte, se expondrán las consecuencias que sobre el sendero de crecimiento económico, el desarrollo industrial y sobre el modelo de sociedad mismo devienen de la “desregulación”, “flexibilización” e “informalidad” de las instituciones sociales que regulan el mercado de trabajo argentino. 
2 .- Puede afirmarse que el concepto mismo de “mercado mundial” fue una construcción histórica entre los siglos XV y XVIII donde el papel central lo cumplía el intercambio de excedentes de la producción mercantil de textiles e indumentaria entre las regiones del Norte de Italia, Norte de Francia y Flandes (Bélgica y Países bajos), Aragón (Barcelona), Medio Oriente y China. A fines del siglo XVIII, la llamada “Revolución Industrial” se inicia en Manchester (Inglaterra) al introducir los “husos y telares mecánicos movidos a vapor”; que, de inmediato, revoluciona las relaciones de la producción mercantil artesanal dando comienzo al sistema capitalista de producción y al sistema internacional de división del trabajo (licenciamiento en masa de los artesanos hilanderos y tejedores en la India Británica y su pasaje a las confecciones en relación al sistema esclavista de plantaciones algodoneras en el sur de EE.UU. como proveedor de materias primas). Por otro lado, salta a la vista que el proceso que construyó a ciudades como París, Milán, Londres y Barcelona como centros de la moda y el diseño mundial se hunde profundamente en el pasado, se mide en siglos y está en relación a un complejo conjunto de capacidades productivas, comerciales y financieras y la alta capacidad de consumo de sus mercados internos.
3.- En la Argentina actual los grandes centros de venta (shoppings) que concentran la modalidad de consumo de la población de altos ingresos son propiedad monopólica de la corporación financiera “Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima, IRSA”; la mayor empresa argentina en bienes raíces y que cotiza parte de su paquete accionario en las Bolsas de Valores de Buenos Aires y Nueva York. 
4 .- El mundo rural y campesino del Este boliviano, el Chaco paraguayo, el Matto Grosso brasileño y el Noroeste argentino están sufriendo una acelerada revolución con la introducción de la producción del cultivo de soja en grandes extensiones bajo formas tecnificadas modernas –en gran parte en manos de productores capitalistas argentinos y brasileños, principalmente-; es la última extensión acelerada de la frontera agrícola a escala Sudamericana. La expropiación y desalojo de un creciente número masa de campesinos de estas regiones termina en la emigración y su presión sobre el mercado de trabajo a las puertas de los suburbios de Buenos Aires y San Pablo.
5.-Ver, “CAMBIOS DE LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL 1993-2003, Causas de la Tendencia Histórica al Estancamiento del Desarrollo Industrial Argentino y su posible resolución”, Documentos de Trabajo N°1, Marzo 2005, Instituto Nacional de Tecnología Industrial, INTI; por Javier A. González,

 http://www.inti.gov.ar/pdf/estructura_ind.pdf

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