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31en-manos¿EL ESTADO EN MANOS DEL CRIMEN ORGANIZADO?
Escrito por Guillermo Fabela Quiñones
Lunes, 29 Septiembre  
Es ya un lugar común echar la culpa al crimen organizado de la violencia extrema que se vive en muchas partes del territorio nacional. Antes incluso de investigaciones preliminares de algún homicidio, ya se está afirmando que alguna organización delictiva está detrás de la infamia. Es el caso del asesinato del diputado federal Gabriel Gómez Michel y de su chofer, hecho del que el ombudsman nacional Raúl Plascencia Villanueva culpó también al crimen organizado. Sin duda, detrás de atrocidades incalificables está la mano de criminales profesionales, quienes desde luego no se mandan solos ni actúan por un simple afán de matar. La cuestión de fondo a desentrañar es por qué se desbordó el crimen organizado en el país, cuáles son las causas profundas de su existencia y por qué no es factible ponerle fin a pesar de que el Estado tiene el monopolio del uso de la fuerza con que cuenta, que es inconmensurablemente mayor que la de todas las bandas criminales juntas. ¿Será que el Estado es muy ineficiente, al grado de que no puede controlar el desborde de las organizaciones delictivas que pululan por la república? ¿No será que éstas son ya parte del Estado en tanto que se encuentra inmerso en una etapa de profunda descomposición?

Los mexicanos menores de treinta años no conocieron como era México antes de la llegada de los tecnócratas neoliberales al poder. De ahí la conveniencia de hacerles notar la gran diferencia con la realidad actual, de manera muy destacada en el ámbito de la seguridad pública y de la movilidad social. Hace poco más de tres décadas las clases medias iban en constante ascenso en el país, situación que ahora camina en sentido inverso, como lo acaba de confirmar un reporte de la calificadora de inversiones Moody’s Investors Service.

En contrapartida, la desigualdad social se disparó de modo que son abismales las diferencias entre el 15 por ciento de la población que posee más de 80 por ciento de la riqueza nacional, y el 85 por ciento que sobrevive en condiciones cada vez más difíciles, sin perspectivas de mejoramiento. ¿No es un hecho dramático que mientras más se estudia menos posibilidades se tienen de encontrar un empleo que compense el gasto realizado? Claro que existe el crimen organizado, y por supuesto que detrás de los crímenes más horripilantes están organizaciones profesionales, aunque hay casos en los que no hay margen para echar la culpa a éstas, caso concreto el homicidio múltiple cometido por militares en Tlatlaya, estado de México.

Sin embargo, afirmar a priori que detrás de todo hecho sangriento está el crimen organizado, y con ello zanjar el asunto, no es correcto en un Estado de derecho. De ahí que sea plenamente justificada la decisión de la Cámara de Diputados, de dar entrada a la solicitud de juicio político contra el titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), porque más que como ombudsman se ha comportado como “funcionario del gobierno”, según las organizaciones no gubernamentales que enviaron la solicitud a la Cámara Baja, las cuales afirmaron: “Pone por delante las conclusiones antes de la investigación, la cual, admite, se está iniciando”. Acompañaron su petición con una larga lista de omisiones y fallas de la CNDH.

Con todo, el problema de fondo no se resuelve enjuiciando a Plascencia, porque quien lo sustituyera seguiría actuando de la misma forma, en caso de que el juicio procediera. La causa fundamental de las múltiples violaciones a las garantías individuales de millones de mexicanos está arriba, en la punta de la pirámide del poder, la cual se beneficia con un estado de cosas que da pleno sentido al dicho de que “a río revuelto ganancia de pescadores”. Así lo patentiza la dramática desigualdad que caracteriza al país, situación que no existía antes de que naciera la generación de jóvenes que están padeciendo la crisis estructural de un sistema político basado en la corrupción y la impunidad.

Mientras no se eliminen desde su raíz ambos flagelos, las cosas seguirán cada vez peor en el país. Tal meta sólo podrá ser alcanzada cuando la sociedad mayoritaria tome conciencia de su fuerza, se organice con visión estratégica y se harte de la camarilla que da vida a un sistema muy cercano al fascismo.

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