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Una befa a los filo-mafiosos de Estado

Por Saverio Lodato – 8 de Noviembre de 2016

Los embaucadores quedaron bien servidos. Esperaban que el pez quedara enganchado en el anzuelo. Que por sí solo sacara las castañas del fuego. Que eligiera el camino de la huída, el de rendirse, el de la deshonra. Querían convertirlo en una estatuilla insignificante de este pesebre en ruinas de la antimafia en el que a esta altura los únicos que se mueven a placer son los que están en busca de un beneficio personal, político, para hacer carrera, para ganar dinero, importa poco para qué.

Luego, una vez que se hubiera ido, dejando de ser una molestia, habrían sido ellos los que se encargarían de cómo “tratarlo” a posteriori: habrían dicho y escrito que había “abandonado” a sus colegas, dejado el barco en llamas porque el juicio sobre la negociación Estado-mafia no lleva a ningún lado, elegido la sede de Roma por su insaciable sed de protagonismo.

Pero los embaucadores, los expertos, en casos de mafia y de antimafia, en el juego de las tres cartas, se dieron un cabezazo. Tienen que hacer las cuentas de nuevo. Como se les ha mojado la pólvora tendrán que hacer una pausa de descanso en esa campaña de odio que alimentan en forma ininterrumpida desde hace casi cuatro años. No se podían imaginar un escenario peor. Ni siquiera el periódico “Il Foglio”, que es uno de los que se ha especializado en esto desde hace tiempo, incluso desde la época del “pool” de Falcone y Borsellino, imaginaba una derrota tan bochornosa. De hecho esperaban -y aquí nos referimos en particular a ciertos charlatanes de Sicilia que hicieron referencia al Leonardo Sciascia de los “profesionales de la antimafia”-, que todo se arreglara. Desafortunados los enemigos de la antimafia de hoy que lo único que saben hacer es parafrasear repetidamente al Sciascia de hace treinta años...

Nino Di Matteo se queda en Palermo. Nino Di Matteo se queda en su despacho del segundo piso del Palacio de Justicia, que perteneció a Falcone y a Borsellino. Nino Di Matteo sigue siendo Fiscal de este maldito juicio sobre la Negociación que hace temblar a las instituciones y a los poderes fuertes. Nino Di Matteo ha dicho que no, con todo el respeto que merece el caso, a las sirenas del CSM (Consejo Superior de la Magistradura) que lo invitaban insistentemente a que se fuera. Y las mismas sirenas que hoy “quieren salvarle la vida” son las mismas que en estos dos años, en dos ocasiones, rechazaron sus solicitudes para cubrir una vacante en la Fiscalía Nacional Antimafia aduciendo pretextos burocráticos y dejando de lado su extraordinario currículum.

Ya se han dado las cartas.

Di Matteo no se ha movido y no se mueve. ¿Qué pasará ahora? Nada.

La tercera comisión del CSM espera que Di Matteo recapacite. El Jefe de Estado, Sergio Mattarella, hasta ahora no ha dicho ni palabra. ¿Lo hará ahora? Si llegara a hablar no seremos los únicos que lo escucharemos con interés.

Únicamente en un país como el nuestro se podía llegar a fingir – y se puede seguir fingiendo – no saber por qué uno de los magistrados más expuestos de Italia está amenazado de muerte y condenado a muerte. Al punto tal de pedirle a él mismo que escape. El motivo, para nosotros, es muy claro: el Estado italiano no quiere ser procesado por sus relaciones con la mafia. Los embaucadores del juego de las tres cartas y el pesebre en ruinas de la antimafia lo han comprendido perfectamente. Incluso los de “Il Foglio” lo han comprendido perfectamente. Pero todos prefieren fingir que Di Matteo es un alienígena del cual sería mejor deshacerse. De la forma que sea. Como en los tiempos de Falcone y Borsellino.

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La columna de Saverio Lodato

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