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rita200Después de 25 años el coraje de Rita sigue vivo


De AMDuemila - 26 de julio del 2017

Era el 26 de julio de 1992, una semana después de la masacre de Via d'Amelio, cuando Rita Atria se tiró desde el balcón de su casa en Via Amelia 23. Ese hogar debería haber representado una nueva vida, una nueva oportunidad para Rita, lejos del pasado de la mafia, de la muerte y de la venganza que había respirado desde los primeros días de vida. En lugar de eso, desde su balcón, Rita decidió terminar con todo, pasado, presente y futuro, incapaz de sostener, a los 17 años, una realidad tan violenta que se había llevado a su último punto de referencia: el juez Paolo Borsellino.

Cuando el auxilio llegó Rita todavía respiraba, pero no había nada que hacer, la joven colaboradora de justicia se fue a reencontrar con su juez Paolo. En los días siguientes los periódicos decían: "Una niña, confidente de Paolo Borsellino, se suicidó el domingo por la tarde tirándose desde el séptimo piso de un palacio de Roma". El 31 de julio, a las cuatro de la tarde, se celebraron los funerales de Rita en el cementerio de Partanna. Sobre la lápida estaba su foto y debajo de ella la frase "la verdad vive". Además de las páginas amarillas de los tabloides y la forma de su cuerpo, dibujada con tiza por la Policía Científica, no quedó casi nada en la memoria de la gente de esta "picciridda" (niña en siciliano, ndt) tan valiente.

Pocos meses después del funeral, la madre rompió con un martillo la lápida de Rita y de su rostro sonriente no quedaron más que pequeños fragmentos. La muerte no era suficiente, hacía falta remarcar el rechazo de esa "hija equivocada" que había "deshonrado a la familia Atria" colaborando con jueces y policías. De esa familia y de esa cultura provenía Rita Atria, y de ese mundo, aún siendo menor, había decidido huir y luchar.

Hija de un jefe de Partanna, Don Vito Atria, chocó con la violencia de la mafia siendo adolescente, cuando mataron a su padre, demasiado "antiguo" para entender el negocio del mercado de la droga. Desde ese momento para ella y para su hermano mayor Nicola, el objetivo principal fue la venganza de su padre, como en un manual mafioso. Venganza asumida por Nicola, ya comprometido en los cuadros de la mafia, y que lo llevó directamente a la muerte. Lo mataron de varios disparos al corazón mientras trabajaba en la pizzería de un amigo, en frente de su esposa Piera Aiello.

Fue a partir de esa pérdida adicional que Rita comenzó a girar hacia una nueva vida. Tras los pasos de su cuñada Piera que había empezado a denunciar y declarar como testigo ocular del homicidio, en la fiscalía de Marsala, Rita, delante del magistrado Morena Plazzi, comenzó a declarar como un río desbordado, dado que estaba en posesión de mucha más información que Piera. La "picciridda" de Partanna repudiada por su madre fue a vivir a un lugar protegido con su cuñada. En esa realidad llena de conflictos y de soledad Rita Atria, de sólo diecisiete años, pero con el peso y la responsabilidad de una mujer adulta demasiado grande para ella, se acercó a Paolo Borsellino, entonces jefe de la fiscalía de Marsala, como a un padre. "Ahora que murió Borsellino, nadie puede entender qué vacía ha quedado mi vida -escribió Rita unos pocos días antes de morir-. Todo el mundo tiene miedo, pero yo a lo único que temo es al Estado mafioso que va a ganar y esos pobres tontos que combaten con los molinos de viento serán asesinados (...) Borsellino ha muerto por aquello en lo que creía. Pero sin él yo estoy muerta. Rita Atria era una niña que fue capaz de transformar la venganza en sed de justicia, denunciando a su propia familia y a su tierra para llevar a cabo un sueño audaz, pero no imposible: "Tal vez nunca existirá un mundo honesto -escribió antes de la muerte de Borsellino- pero nada nos impide soñar. Tal vez si cada uno de nosotros trata de cambiar, tal vez cambiemos".

 

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