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Gran decepción en la lucha contra la mafia

Por Giorgio Bongiovanni- 2 de enero del 2020

Diez millones de personas. Muchos encendieron la televisión la noche del 31 de diciembre para escuchar el tradicional discurso de fin de año del presidente de la República. Un discurso que bien mirado casi parece una "copia al carbón" del año pasado en el cual palabras como cohesión nacional, cultura de la responsabilidad y orgullo para nuestro país ya habían encontrado espacio.

Este año se dedicaron muchas palabras a los jóvenes, a la necesidad de darles confianza y esperanza, pasando también por la atención al medio ambiente y a los cambios climáticos que han afectado a varias partes del país. El Jefe de Estado recordó después la acción de las nuevas generaciones, que salieron a las calles para "hacer oír sus voces, proyectadas como están hacia el futuro, sin nostalgia por el pasado".

Es preciso "confiar - fue su llamado - y participar activamente en el interés común. Tenemos grandes recursos. Humanidad, ingenio, habilidades comerciales. Todo esto produce experiencias importantes, acciones de gran relevancia". "Es una virtud cultivar juntos el civismo, el respeto a las necesidades de los demás, el respeto a los asuntos públicos. Limitar la agresión, la arrogancia, la mezquindad, las laceraciones de las reglas de la convivencia".

Sin embargo, en comparación con el año pasado, no podemos dejar de notar la gran ausencia injustificada de palabras sobre la lucha contra la mafia.

Como ciudadanos que hemos estudiado el fenómeno del crimen organizado durante años, debemos decir que nos ha decepcionado, especialmente teniendo en cuenta que el presidente Mattarella es familiar de una víctima de la mafia.

A nuestros ojos, en cada conmemoración, fluye la imagen en la que el propio Sergio Mattarella saca del automóvil el cuerpo acribillado a disparos de su hermano Piersanti, el presidente de la Región de Sicilia asesinado el 6 de enero de 1980.

Un crimen en el que todavía sigue abierto un archivo de investigación para tratar de identificar a los asesinos, que hasta ahora han quedado impunes, a diferencia de los que lo ordenaron.

Es incomprensible el silencio del más alto cargo del Estado sobre ciertos temas. Cosa Nostra, Camorra, 'Ndrangheta y Sacra Corona Unita todavía proliferan y tejen relaciones peligrosas con el poder, alterando, a la luz de una "facturación" de 150 mil millones de euros por año estimada por analistas, economías y democracias. El nuestro es un país sin verdad sobre las masacres y los crímenes excelentes. En los últimos años, investigaciones y juicios como los de la Tratativa Estado-mafia, 'Ndrangheta stragista, la masacre de Capaci, la de via d'Amelio, han contribuido y contribuyen a arrojar luz sobre hechos importantes que han marcado a nuestra República. Luego hay otros procesos importantes como los de Gotha y Breakfast en Reggio Calabria, que muestran las relaciones entre varios aparatos del poder. Para demostrar que la lucha contra las mafias y el Sistema Penal Integrado no ha terminado. Antes de Navidad, en Catanzaro, se llevó a cabo una de las operaciones más importantes de los últimos años.

Sin embargo, el presidente Mattarella no dijo ni una palabra y prefirió guardar silencio sobre estos puntos. No se ha dicho nada en apoyo de los magistrados comprometidos en la primera línea de esta lucha. No hay palabras para protegerlos, a pesar de los fuertes ataques, las amenazas sufridas y las condenas a muerte.

Como si nuestras mafias no fueran las organizaciones criminales más fuertes y poderosas del mundo, formadas por criminales y asesinos que, con el tráfico internacional de estupefacientes, matan a miles de jóvenes y no sólo en nuestro país.

Nos hubiera gustado que el presidente Mattarella, como Jefe de Estado y presidente del Consejo Superior de la Magistratura, hubiera tenido el coraje de gritar y sacudir al país a la luz de estos hechos.

Coraje para reiterar el concepto de que el crimen organizado es uno de los problemas más urgentes a enfrentar y que debe ser la " prioridad absoluta" en la agenda política de cualquier gobierno.

Coraje para repetir lo que se dijo en ocasión de la conmemoración de la masacre de Piazza Fontana, en la que se hizo referencia a "la actividad de desviar pistas de una parte de las estructuras estatales" que era "doblemente culpable".

El discurso de fin de año podría haber sido una oportunidad para ir más allá, para que se disuelvan todos los secretos de Estado sobre los homicidios y las masacres que ensangrentaron a nuestro país.

Una oportunidad perdida.

Porque de silencio también viven los "fenómenos criminales". Sólo cuando se encuentre el coraje para romperlo, los ciudadanos, los familiares de las víctimas de la mafia, los mártires y las futuras generaciones podrán tener justicia y respirar el "fresco aroma de la libertad". Hasta entonces, desafortunadamente, el sentimiento que queda es el de un olvido culpable.

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