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Por Patricia Aboal, Our Voice de Fray Bentos, Uruguay- 29 de junio de 2019

En el marco de los 46 años de lo que fue uno de los hechos más fatídicos del Uruguay, el golpe de estado, en la ciudad de Fray Bentos, el miércoles 26 de junio, se proyectó el documental “La Memoria del Cóndor” creado por la Licenciada en Ciencias Políticas Emanuela Tomassetti.

En una ciudad donde la memoria escasea, ya sea por falta de empatía, cultura o por ignorancia, estábamos algunos pocos, reunidos en el teatro Miguel Young. Por parte de Our Voice fuimos un grupo de jóvenes.

Para nosotros que no vivimos la época de la dictadura, es fundamental llegar a la verdad de lo que significaba luchar por un mundo mejor en esos años, de todos los hilos que se movían en un plan macabro llamado Cóndor, plan del que no se habla en las aulas, que parece no formar parte de nuestra historia, una que se niegan a enseñarle a los jóvenes. Ver este documental fue expandir un poco más nuestra conciencia y abrir un poco más el corazón.

La Memoria del Cóndor, es un documental italiano, que surge a raíz del proceso judicial por el Plan Cóndor. Dicho juicio, que duró más de 2 años, se llevó a cabo en la ciudad de Roma, donde fueron acusados 33 militares y civiles de 4 países latinoamericanos, Uruguay, Bolivia, Perú y Chile. Algunos de los acusados han muerto antes del término del proceso, los otros han sido juzgados en ausencia. Este documental une varias líneas narrativas, va desde la parte histórica, Allende y Chile, Uruguay, Argentina y Paraguay, habla del juicio, contiene relatos de hijos de desaparecidos, como Macarena Gelman, Victoria Moyano Artigas, testimonios de aquellas personas que vivieron en carne propia la tortura.

Experimentamos varios momentos extremadamente abrumadores, pero sin duda, en el que sentimos que la tristeza nos ahogaba y las lágrimas eran incontenibles, fue durante la historia de Aurora Meloni y Daniel Banfi. Fue una de las partes más duras del relato, que se transmitió a la perfección, a través de la obra literaria “El Viaje” de Eduardo Galeano.

“El sol se está escondiendo tras los cipreses, cuando Aurora llega al cementerio de San Antonio de Areco”

La han llamado:

-Necesitamos el lugar. Se muere mucha gente, usted comprenda.

Y un funcionario le dice:

--Mucho gusto, señora. Son trescientos pesos. Aquí tiene.

Y le entrega los huesos, dentro de una bolsa de esas que se usan para echar la basura.

En un automóvil negro y enorme, Aurora Meloni se lleva los huesos. El chofer, vestido de negro desde la gorra hasta los zapatos, maneja en silencio. Ella agradece ese silencio. No mira la bolsa de plástico negro. Mira al mundo, que corre al otro lado de la ventanilla. En un descampado, unos muchachos juegan al fútbol. Aurora no soporta esa alevosa felicidad; da vuelta la cara. Mira la nuca del chofer. No mira la bolsa, que viaja en el suelo, apretada entre sus piernas.

Dentro de esta bolsa, ¿quién está? ¿Aquel muchacho que vendía con ella queso casero y dulce de leche en las ferias de los barrios de Montevideo? ¿Aquél que con ella enredado dormía? ¿Por qué nadie les avisó que todo iba a durar tan poco? ¿Dónde están las palabras que no se dijeron? Las cosas que no hicieron, ¿dónde están? Muchos años han pasado. Diecisiete años, o veinte, o cien. El oficial que había arrancado a Daniel de su cama a puñetazos, sigue estando donde antes estaba. Los hombres, armados hasta los dientes, que acompañaban al oficial, también siguen estando, y siguen armados hasta los dientes. ¿Y Daniel? En esta bolsa de plástico, ¿Está Daniel? ¿Aquel que amenazaba con cambiar al mundo y fue arrojado a la vera de un camino como éste, con treinta y seis agujeros en el cuerpo?

¿Y ella? En este automóvil de nunca acabar, este fúnebre adefesio de alquiler, ¿Está ella? ¿Es ella esta mujer que se muerde los labios y siente agujitas en los ojos? ¿Será esto un automóvil? ¿O será aquel tren fantasma que alguna vez se escapó de la vía, con ella adentro, y se la llevó a ninguna parte? Aurora quisiera llorar, quisiera llorarse, pero tiene la cara reseca. Y a su lado viaja la bolsa de plástico negro, cerrada con un nudo”.

Poder ver desde tantos aspectos diferentes, lo sucedido, sin lugar a dudas, unió varias piezas del rompecabezas, donde las víctimas dejaron de ser solo nombres, tomaron cara, cuerpo e historia, cada una de ellas conmovedora hasta lo más profundo.

Fue inevitable preguntarnos ¿Qué sería de nosotros si hoy viviéramos la dictadura? Mirándonos a los ojos, sin poder dimensionar conscientemente la magnitud del horror, nos decíamos, seríamos nosotros los torturados, los asesinados, los desaparecidos, por que anhelamos un mundo más justo, porque luchamos por una sociedad con igualdad y valores, por que soñamos con un futuro mejor, porque nos atrevemos a denunciar y no callar.

 Lloramos, sentimos opresión en el pecho, con cada imagen, con cada relato. Fue un documental con el que nos pudimos acercar un paso más a la crudeza y a la profundidad de todo lo sucedido en esa época, la cual debe permanecer vigente en la memoria de todos, porque el olvido implicaría una gran derrota como seres humanos.

Nos fuimos con angustia, impotencia y rabia por la gran ausente: la justicia. ¿Cómo podemos construir un futuro sin justicia? .Esa es la gran incógnita, la cual genera el mayor compromiso: luchar para conseguirla.

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REDACTORES

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