De aspecto frágil, tanto que la confundiríamos con una estudiante de liceo totalmente indiferente a las luchas sociales. De aspecto frágil, que hasta llegaríamos a suponer que su voz puede pasar inadvertida. De aspecto frágil, que hasta creeríamos que los miedos la gobiernan por encima de las emociones y de los sentimientos de lucha y de militancia .De aspecto frágil, que hasta nos costaría imaginarla al frente de una organización como el Concejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH). De aspecto frágil que hasta confundiríamos su humildad con una suerte de apacibilidad estéril.
Estamos hablando de Bertha Zúñiga Cáceres, de 26 años: una de las tres hijas mujeres de Berta Cáceres. Estamos hablando de una mujer, que aún en su juventud, es todo lo contrario a esa apariencia de fragilidad, que asombra, y al mismo tiempo cautiva. Estamos hablando de una mujer, literalmente comprometida con las luchas sociales desde que comenzó a dar sus primeros pasos junto a su familia, allá en la comunidad de Río Blanco, en Honduras. Estamos hablando de una mujer que no levanta el tono de su voz, porque no es necesario, porque ella por sí misma se impone con sus palabras, con sus ideas, con sus propuestas y en particular con su presencia; la presencia de una joven de una sobrada inteligencia y madurez emocional admirables. Estamos hablando de una joven, que dotada de una sencillez natural, resulta ser una luz (de una gran intensidad) para los jóvenes de su generación, de su tierra y allende las fronteras de la región centroamericana. Estamos hablando de una joven que desde hace ya más de un año, con el apoyo de cerca de dos centenares de comunidades , es la líder y la voz cantante del COPINH, organización que fuera fundada por su madre, Berta Cáceres, asesinada por el poder el 2 de marzo del año 2016, por oponerse (entre otras luchas) a la materialización de un proyecto hidroeléctrico en la zona del río Gualcarque, financiado por una multinacional, que (certeramente) tuvo mucho que ver con el atentado.
Encontramos a Bertha Zúñiga en el hotel Bauen de la ciudad de Buenos Aires, acompañada de su hermano Salvador y de muchos jóvenes y algunos no tan jóvenes, en ocasión de presentarse el libro de Claudia Korol “Las revoluciones de Berta”, precisamente a escasos tres días de cumplirse tres años del crimen (que todavía sigue impune) de Berta Cáceres: la dirigente más emblemática del pueblo lenca en Honduras, que tuvo el valor y la osadía –desde niña prácticamente- de enfrentarse al poder para defender no solo la tierra, sino también a su pueblo, la zona de La Esperanza, la zona de Río Blanco, y el río Gualcarque, procurando en cada minuto de cada uno de los 365 días del año defender los derechos de sus compas y de las mujeres, resistiendo así los avasallamientos machistas, capitalistas y poderosos de la región. Avasallamientos que tuvieron años atrás y hoy en día el sello del gobierno, de la corrupción en filas estatales y del imperio estadounidense. Ese imperio que históricamente ha azotado a comunidades y ha pisoteado derechos y libertades: de trabajadores, de campesinos y de pueblos originarios, siempre amparados (o protegidos) por el manto de la impunidad que siempre está asegurada por la fuerza bruta de las represiones (a cargo de policías, militares y sicarios), por las muertes y por las corrupciones judiciales de todo tipo.
Encontramos a Bertha Zúñiga y la escuchamos atentamente cuando habló a casi un centenar de personas instaladas en una sala pequeña, pero en absoluto silencio, sencillamente para escucharla con mucho respeto y mucha admiración. Sala que se transformó en el escenario más idóneo y más armonioso para un encuentro signado por los sentimientos de compromiso, no solo por Bertha Zúniga Cáceres, sino por los hijos de Berta Cáceres allí presentes, y por todos los luchadores por las causas sociales de todos los tiempos y de nuestro tiempo, esparcidos por la región y el mundo.
Encontramos a Bertha Zúñiga y encontramos a una mujer fuerte, a una mujer que detrás de su fragilidad alberga un ser excepcional, por su humildad en el relacionamiento con sus interlocutores y por la autoridad moral con la que interviene expresando sus ideas: con personalidad y sin miedos, porque como alguna vez ella misma confidenciara a otros periodistas (en algún punto de nuestra América Latina): ”El peligro es normal para mí. Mi madre me enseñó cómo seguir con su lucha, cómo protegerme en las manifestaciones, como entender los problemas sociales. Mi madre no murió, fue puesta en esta tierra como una semilla. A mi madre no solo querían matarla, sino que querían descabezar la organización del COPINH y desaparecerla, pero se equivocaron. Esto no ocurrió”
Encontramos a Bertha Zúñiga, rodeada de mujeres jóvenes, todas militantes, combativas, revolucionarias: como Berta Cáceres. Encontramos a Bertha Zúñiga a sabiendas que desde el día en que el poder arrebató la vida de su madre, ella, con la naturalidad más grande dejó de ejercer como Licenciada en Educación, y se puso sobre sus espaldas la lucha de su madre y del pueblo lenca, optando de un plumazo dedicar tiempo completo a la resistencia, a la denuncia y a la difusión por el mundo, de la realidad social y política de su tierra hondureña. Tierra hondureña en la que solo en los últimos siete años se ha contabilizado la friolera de 123 activistas indígenas y campesinos asesinados por el poder, según estadísticas de organismos de DDHH y no gubernamentales.
Bertha Zúñiga, en cuya tierra han quedado su abuela y otros integrantes de su familia (que por otra parte están presentes codo a codo con ella en las luchas entre manos) nos habló con transparencia y honestidad.
Bertha Zúñiga habló a este periodista y a los jóvenes del Movimiento OUR VOICE con la sencillez y la madurez militante que caracteriza a dirigentes mujeres tales como Marielle Franco (que fuera asesinada el año pasado en el Brasil), Ahed Tamimi (que hoy – a sus 18 años- lleva su voz y su acción de lucha a favor del pueblo Palestino, en la franja de Gaza), y Angela Davis (que en los años sesenta fue emblema y líder de la lucha en contra del racismo y por los derechos civiles en los Estados Unidos y que estará presente en el Uruguay a fines del mes en curso), entre otras.
Bertha Zúñiga nos habló así: ”Yo creo que este encuentro es parte del compartir permanente que hemos tenido como organización, el intercambio no solamente para hablar de Berta, de la lucha del COPINH, que sigue cada día, sino también para un poco aprender de los procesos de lucha y resistencia que han habido también por acá, y ver que eso sirve a nuestros procesos. Es como un gran proceso de intercambio. La presentación del libro es un paso importante. Venimos trabajando en eso también desde hace mucho tiempo, y es una necesidad, ya que creemos que es un material que realmente se acerca a las dimensiones de su pensamiento; aparte es como el proceso de justicia verdadera, real (desde los pueblos) que nos queda”.
-¿Cómo llevas tú esa lucha? Hace rato hablabas de que no tenemos que idealizar a Berta Cáceres, como a otros luchadores ¿Cómo trasmites esa inquietud?
-Bueno, yo creo que es eso; la lucha en su complejidad, en sus dimensiones, retrocediendo-avanzando, pero yo creo que es eso, sin ceder en nuestros principios, que yo creo que es lo más importante; un proceso que sacrifica sus principios no vale la pena, y nosotras nos hemos esforzado, desde ese lugar, a cumplir realmente con el legado, si es que puede existir, de Berta Cáceres. Yo creo que para nuestro país es un momento de fuerte desesperanza, las caravanas migrantes, la desarticulación popular es una manifestación de eso, y hoy es más urgente que nunca el pensamiento y la práctica que tuvo Berta Cáceres en trabajar, fuertemente, también en la articulación nacional, en construir esperanzas, un tiempo para nosotros frente a los fracasos de muchos procesos de izquierda o bueno... los ataques que están sucediendo, de construir una esperanza desde lo que sabemos, que es la lucha popular.
-Hablaste de impunidad al referirte al asesinato de tu madre ¿Qué significa?¿Que todavía sigue impune este crimen?
- Claro que sigue impune, porque decimos que hay una estructura criminal que sigue intacta. Una estructura criminal muy compleja que articula el empresariado, fuerzas del Estado, militares, obviamente, y que sigue acechando las comunidades indígenas y mientras no se ha respondido en todas esas dimensiones a hacer justicia; a mantener los territorios libres de proyectos extractivos, de militarización, de violencia, de imposición, pues no vamos a alcanzar la justicia. Para nosotros todo eso es la impunidad. La impunidad es que continuemos bajo gobiernos golpistas que siguen intactos, básicamente. Y bueno, ese es el trabajo duro que tenemos, derrotarlo.
De aspecto frágil, Bertha Zúñiga desborda en coraje y en valores humanistas, revolucionarios, y en sed de justicia.
Bertha Zúñiga, la del aspecto frágil: nos enseña, sencillamente porque actúa como piensa, y sencillamente porque no practica la hipocresía.
No hay peor ciego que aquel que no quiere ver; ni hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar.
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*Fotos: Lucas Gabriel Martins y Sebastián Bagnasco de OUR VOICE
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