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06Cura adVICTIMA DE UN CURA PEDERASTA
27 de Julio de 2014
Juan Carlos Cruz se levanta frente a los abusos en la iglesia católica. Su libro, ‘el fin de la inocencia’, es un Best Seller en chile; allí denuncia al párroco fernando karadima
Por: Carlos Morales Peña - Fotos: Archivo E Internet
Juan Carlos Cruz tenía 15 años cuando su padre murió tras un cáncer fulminante. Él y sus dos hermanos quedaron, junto a su madre, en la orfandad. Sumido en la depresión, sus allegados le aconsejaron visitar al entonces sacerdote Fernando Karadima, considerado un ‘santo’ en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús en la localidad El Bosque, en Santiago de Chile. El cura le ofreció iniciar otra vida y le aseguró que Dios le había enviado a un ‘nuevo papá’. Allí comenzó un infierno de abusos sexuales que duró ocho años.

Así lo cuenta Juan Carlos Cruz en su libro El fin de la inocencia (Debate, 2014), hoy la obra más vendida y discutida en Chile. Desde Filadelfia (EEUU), donde vive, Cruz habló con EL DEBER para contar su drama, denunciar que el sistema de impunidad sigue intacto en la Iglesia católica chilena y alertar que los cambios impulsados por el papa Francisco contra el abuso de menores son importantes, pero aún presentan grandes contradicciones

¿Qué plantea El fin de la inocencia y en qué medida la obra apunta a transparentar la situación de abusos de menores en la Iglesia católica de Chile?
En el libro relato mi historia, lo que me pasó a mí en primera persona, pero en el fondo es lo que le ha pasado a un montón de gente. La obra apunta a poner luz sobre todo el encubrimiento que ha tenido la jerarquía católica chilena, comenzando por los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, y por varios de los obispos chilenos, especialmente cuatro, que salieron del seno de la Parroquia del Bosque, donde trabajaba el cura Fernando Karadima.

¿Quién era y cómo actuaba Fernando Karadima?
Karadima sentía que era un mesías. Era un hombre siempre cercano al poder. En la época de la dictadura estuvo muy cerca de Augusto Pinochet y de todos los generales que conformaron el régimen. Karadima era un acérrimo pinochetista y, de hecho, cualquier cura que no fuera de ‘derecha’ era tildado de ‘comunista’, lo cual aparecía como una contradicción tremenda porque él decía a sus discípulos, jóvenes y adolescentes, que él era el heredero del padre Hurtado (sacerdote jesuita y patrono del Partido Demócrata Cristiano de Chile), un hombre fantástico que se pasaba el tiempo recogiendo a gente pobre que vivía debajo de los puentes.

Karadima decía que él lo acompañaba, cosa que después se supo no era verdad.
Pero Karadima no hacía eso, al revés, no se lo veía con los pobres y, más bien, llamaba a la Policía para echarlos de su parroquia porque decía ‘esta gente roba’.

¿En qué circunstancias sufriste los abusos por parte de Karadima?
Ocurrió en los años 80. Yo tenía 15 años cuando se murió mi papá. Al poco tiempo alguien me dijo porqué no iba a ver al padre Karadima, que es un santo.
Yo fui a hablar con él e inmediatamente me dijo: “Dios te quiere mucho y no solamente voy a ser tu director espiritual y confesor, sino que Dios te ha mandado hoy día un nuevo papá”. Imagínate lo que significa eso para un muchacho vulnerable como estaba yo a esa edad. Yo me sentía en el cielo. Pero, poco a poco, se transformó en un infierno de abusos, que es lo que cuento en el libro.

¿Cuánto tiempo duró ese infierno?
Ocho años. Hasta que yo cumplí unos 24 o 25 años, aproximadamente.

¿En algún momento sentiste la posibilidad de rebelarte?
Muchas veces sentí la necesidad de rebelarme, pero este es el gran problema del embrujo tan brutal en que te meten y que hasta el día de hoy uno se siente culpable por lo que pasó. Karadima me hizo un gran daño apoyado con toda la jerarquía que no hacía nada para frenar los abusos.

Al final ¿cómo lograste salir de ese infierno?
Después de que ellos mismos me iniciaron un proceso y de que estuve al borde de suicidarme, logré salir del internado, pero bajo un silencio muy profundo. Luego, estudié periodismo y me vine a vivir a Estados Unidos, donde ahora vivo.

Algunas veces intenté contar mi historia a un obispo que me daba mucha confianza, pero no me daba cuenta de que él hacía de doble agente y que me pedía que callara toda esta situación.

¿Presentaste alguna demanda penal contra Karadima?
Yo he presentado demandas no solo ante la justicia sino también ante la propia Iglesia. El Vaticano lo castigó con la decisión de retirarlo de la parroquia y la obligación de retirarse a una situación de penitencia y oración en un convento de monjas donde lo atienden como a un rey y donde no cumple la sentencia vaticana.

De hecho, sigue dando misas en público. Cuando denunciamos esta situación ante el cardenal Ricardo Ezzati, casi que nos regañaba a través de los medios.

El Vaticano lo ha sancionado públicamente por los abusos cometidos, pero Ud. ha mostrado fotos de él dando misa. ¿Karadima sigue disfrutando de la impunidad?
Cuando hubo pruebas concretas contra Karadima y alguien tuvo la astucia de publicar una fotografía de Karadima dando misa, el cardenal Ezzati tampoco hizo nada. La jerarquía católica chilena se ríe de las víctimas de sus abusos.

Pero, más allá de la Iglesia, ¿el Estado chileno hizo algo para hacer justicia?

Nosotros presentamos una demanda criminal contra Karadima y otros obispos. Una juez interrogó a cientos de personas que participaron de esta denuncia y se formó una idea cierta y concreta de lo que había pasado. Nos dio toda la razón a través de un veredicto de 84 páginas. Pero, al final, el caso había prescrito por el tiempo transcurrido entre los abusos y la demanda.

Karadima y la élite chilena

¿Ese sistema de encubrimiento de los abusos todavía está vigente?
Absolutamente. Y lo tremendo del caso chileno es que hay responsables con nombre y apellido que todavía trabajan para esta estructura. Así lo cuento en el libro.

No tengo miedo, porque estoy convencido de que estoy contando la verdad. Muchos allegados me preguntan si no temo a que me vayan a demandar y yo les respondo, bienvenidos sean los juicios. Como estoy hablando con la verdad, estoy seguro que los va a ellos a exponer a las mentiras que han vertido y al encubrimiento que han tenido durante años de años.  

¿Esta Iglesia de los abusos, entonces estaba amparada por el poder político y militar?
No solo por el poder político y militar de ese momento, sino también por el poder económico. La élite de Chile era seguidora de Karadima.

El Vaticano y los pederastas

¿Con el papa Francisco, estamos más cerca o igualmente lejos del final del sistema de abuso de menores y la impunidad en la Iglesia católica?
Uno tenía mucha esperanza en el nuevo papa Francisco, sin embargo, el pontífice nombra a gente criminal como es el cardenal Errázuriz a integrar su pequeño comité de reformadores de la Iglesia y nombra cardenal al arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, y mantiene a estos cuatro obispos que salieron de la localidad de El Bosque.

Durante el mandato de Francisco se ha avanzado, incluso se ha formado un comité especial para tratar estos casos, pero no hemos visto todavía un resultado concreto.

El tema de los abusos sexuales a niños y niñas por parte de sacerdotes en la Iglesia católica es gravísimo. Sin embargo, la Conferencia Episcopal de Chile y otras en otros países saltan cuando una mujer va a tomar anticonceptivos, saltan cuando la gente se va a divorciar, saltan cuando los gais piden derechos, pero cuando se trata de los abusos que cometen algunos de sus integrantes, entonces se quedan callados y se protegen entre ellos.

Esto no puede ser más. El cardenal argentino Jorge Bergoglio, que sabía de nuestro caso porque fue ampliamente informado y debatido en Argentina, además él vivió en Chile y sabe muy bien lo que pasa en nuestro país. Sin embargo, nombra a Errázuriz  y a Ezzati que encubrieron a los implicados en casos de abusos de menores.

Esas son unas contradicciones que uno no puede entender, por un lado habla una cosa, pero las acciones dicen otra cosa. Por ahora, lo de Francisco es solo un maquillaje, porque las acciones no están reflejando la gravedad de la situación.

Francisco acaba de reunirse en el Vaticano con víctimas de curas pedófilos. ¿Qué opinas de ese encuentro y esperas que un día te inviten a un encuentro con el papa?

Es un paso importante, pero muy limitado que tuvo la participación de seis víctimas de países europeos. Obviamente, entiendo que no puede invitar a todas las víctimas de abusos sexuales porque se le llenaría el Vaticano, pero hubiese sido buena una representación un poco más variada. El Vaticano no puede cerrarse a reconocer que en América Latina hay una gran cantidad de víctimas de abusos sexuales.

El papa conoce perfectamente nuestro caso, pero el papa está rodeado por el cardenal Errázuriz y otros prelados que han negado la gravedad de lo que pasa en Chile. Esas son las contradicciones del perdón.

Un informe del Centro por los Derechos Constitucionales de EEUU alerta sobre la existencia de una red de pederastas en América Latina y que, a diferencia de Estados Unidos y Europa, se mantiene bajo un manto de silencio. ¿Esto es así?

Esto es así plenamente. A mí me tocó exponer mi caso ante la primera conferencia internacional sobre abusos de menores en Irlanda en el año 2000, en el lugar que fue la cuna de los abusos. Allí había gente de los cinco continentes.

Es cierto, en Estados Unidos y en Europa los sistemas judiciales son bastante más avanzados de lo que tenemos en nuestros países, entonces se ha llegado a un nivel de castigar a los sacerdotes implicados en forma más drástica.

En América Latina, donde la Iglesia ejerce un poder enorme, donde está asociada a los poderes económicos, donde tienen un sistema de protección muy sólido, no existen los castigos que corresponden para aquellos que cometieron delitos gravísimos.

Los obispos encubren estos abusos abiertamente y en lugar de castigar a los responsables los envían a lugares alejados para ocultar sus delitos.

El pensamiento común entre los católicos asegura que la pedofilia se explica por curas que son homosexuales reprimidos. ¿Qué dices al respecto?
Esa es la mentira más increíble que gran parte del Vaticano ha presentado como explicación de fenómeno.

La pedofilia es una forma de abuso de poder, simple como eso. Ser homosexual no implica ser pedófilo, como tampoco ser heterosexual implica el abuso de los otros.

La pedofilia es una condición de abuso que se da en cualquier tipo de persona. Es triste cuando tratan de hacer esta conexión.

Tú insistes en que no se puede generalizar y que “hay gente buena” en la Iglesia católica. Pero, ¿qué estructuras del catolicismo favorecen el abuso de menores?

- Yo conozco mucha más gente buena que gente mala en la Iglesia católica. Pero lo que pasa es que la mala hace mucho más ruido y mucho más daño que la buena. Los sacerdotes y obispos dicen que tienen apertura, pero tapan con una mata todo lo ocurre por debajo. Yo creo que en América Latina nos tenemos que levantar contra el abuso, en Chile, en Argentina, en Bolivia, en Perú, nos tenemos que levantar contra aquellos que cometen abusos con total impunidad.

Yo llamo a la gente a denunciar a quienes atropellan sus derechos y no lo permitan. Hay gente que puede ser célibe y estar estable sicológicamente como para no cometer abusos, conozco a varios sacerdotes que sí lo han logrado, pero yo estoy a favor de una apertura más grande.

Me parece que hay que ir con los tiempos, donde las mujeres tengan un papel más importante y que los sacerdotes tengan la posibilidad de casarse. Yo creo que hay que tener una mayor apertura en la Iglesia, pero lo que pasa es que estamos dominados por una élite anquilosada en el poder que no quiere soltar las riendas de esta institución. Por eso es muy difícil avanzar si los tumores cancerígenos no se cortan enteros, de raíz. Uno puede sacar un tumor, pero las ramificaciones pueden alcanzar a otras partes.
Esto es lo que pasa en la Iglesia
http://www.eldeber.com.bo/Mundo/vctima-de-un-cura-pederasta/140726181340

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