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lydia_cachoUNA PERIODISTA INFILTRADA EN LAS REDES DEL ABUSO INFANTIL
Por Mónica Maristain
Se disfrazó de monja y de prostituta, recorrió zonas rojas y violó fronteras para trazar el mapa de un delito atroz. La mexicana Lydia Cacho dialogó con Infobae América

Esta mujer es un raro caso de activismo militante ligado a una profesión a la que le entrega vida y obra con una incesante pasión.

Pasó a la historia más dura del México contemporáneo cuando fue secuestrada por las fuerzas policiales de Puebla. Pero la fundadora y directora de un centro de atención para mujeres e hijos víctimas de violencia, en Cancún, tiene una fe a prueba de todo escepticismo. A sus 47 años, defiende un periodismo que requiere personas que, como ella, se involucren con todo el corazón.

Sus acciones en contra del abuso infantil no sólo pusieron tras las rejas a empresarios poderosos, dejaron en evidencia a gobiernos cuestionables como el que encabezaba Carlos Marín en Puebla, sino que también propiciaron una nueva legislación para penar la pornografía con menores.

En Esclavas del poder, su reciente libro, Lydia Cacho relata un viaje alrededor del mundo que le ha llevado más de cinco años y en el que ha estado en riesgo varias veces, en la búsqueda incesante de describir cómo son los modos y las maneras en que se ejerce el abuso infantil en países como Birmania, Irán, Venezuela o Brasil.

El mapa internacional de la trata de personas que involucra tanto a países pobres como poderosos, donde mujeres y niñas son compradas, vendidas y revendidas como residuos sociales, como trofeos y ofrendas, es descrito en un libro espeluznante, donde la voz de las víctimas, supervivientes de los crímenes más horrendos, se levanta desde las páginas para emitir un grito que pide justicia una y otra vez.

Su investigación recorre ámbitos disímiles: en Turquía, el 50 por ciento de las mujeres emigrantes termina ejerciendo la prostitución; los yakuzas violan en Japón; los múltiples abusos a niños y mujeres que se concretan en países que presumen de una religiosidad casi fanática como Irán o Irak; las jóvenes prostitutas del barrio de la Merced en México, cuyos testimonios Lydia recogió vestida de religiosa para que no la reconocieran. No se trata de escenas de una película de acción, sino de la realidad más dura que la cronista documentó en un libro que ya ha sido traducido a 11 idiomas.

En una entrevista exclusiva para Infobae América, llevada a cabo en Guadalajara, la periodista mexicana se muestra orgullosa por el resultado obtenido con su libro, a la vez que ostenta un optimismo basado en las soluciones a largo plazo. "Poco a poco vamos consiguiendo cosas, poco a poco el mundo se hace mejor", insiste.

Este es un viaje al abuso infantil en el mundo, pero también es un viaje a su propio corazón...

Efectivamente. Creo que el verdadero periodismo de investigación implica involucrarse. Como pasó con este libro que tardé cinco años en escribir, sería una mentira decir que no me involucré. El libro comenzó siendo algo muy periodístico, muy formal, con datos duros y mi editor, al leerlo, echó en falta mis vivencias, esas cosas que yo le contaba por correo electrónico desde Camboya, desde Venezuela, y que no había puesto porque lo que menos quería era ser un personaje en mi propio libro. Lo cierto es que fue mi editor el que me puso contra las cuerdas pidiéndome más honestidad con mis lectores. Entonces empecé a reescribir el libro desde mi vivencia como reportera y en cuanto acabé el primer capítulo supe que estaba haciendo lo correcto. Yo escribo el libro, hago la investigación y entrevisto a cientos de personas involucradas de una manera u otra con la trata de esclavas sexuales desde mi subjetividad, no soy un objeto que puede ir por el mundo fingiendo que no siento nada. Soy una mujer que a ciertos lugares no puede entrar más que vestida de prostituta o de monja. Si fuera hombre hubiera podido entrar adonde quisiera y nadie me hubiera mirado dos veces por estar ahí. Eso hace diferente al periodismo que nosotras estamos haciendo, sobre todo en estos temas.

Estos temas que no parecen tener fin y por otro lado parecen no tener eco, nunca son suficientes las denuncias, ¿qué pasa con eso?

Nunca he creído en los cortos plazos. Cuando yo tenía unos 20 años, mi madre, que era una psicóloga, feminista y activista me decía: 'Algún día vamos a ver mujeres presidentas en Latinoamérica'. Mi padre se reía y nosotras, sus hijas, también, aunque con más ilusión. Y lo que sucede ahora es que tenemos varias mujeres en los primeros puestos de gobierno. Nuestro trabajo de hoy es para el largo plazo y viéndolo así cobra mucho más sentido. No creo que mis libros vayan a tener un impacto brutal y que las cosas por ello cambiarán inmediatamente, pero sí pienso que mis libros serán un aporte importante para mover ciertas conciencias, generar indignación y, a través de esa indignación, propiciar toma de decisiones al respecto. Mi trabajo funciona y eso lo he podido comprobar con certeza. Esa confirmación me ha hecho más optimista que antes. Esclavas del poder es un libro que pensé que iba a quedar entre los expertos, entre los estudiosos del tema, entre los defensores de los derechos humanos... sin embargo, fue un boom en España, en México, con muy poca publicidad se han vendido 30 mil ejemplares. Lo más importante para mí es encontrarme a cada paso que voy con personas que me dicen que mi libro les cambió la vida. 'Con este libro entendí lo importante que es hacerme responsable como hombre; no vuelvo a compartir la mesa con hombres que hablen de las mujeres como objeto sexual', me dijo ayer un señor que estaba acompañado por su hija de 12 años. Esas son las pequeñas fibras que tocamos con el periodismo y para eso hacemos periodismo.

Sus dos libros anteriores también tuvieron mucho éxito....

Bueno, luego de Demonios del Edén y Memorias de una infamia, en México se generó una ley contra la pornografía infantil. No digo que la ley haya nacido sólo a causa de mis libros, sino que ellos colaboraron para que eso suceda en la sociedad mexicana.

¿Cuán relacionado está el tema de la esclavitud sexual con la falta de trabajo, con la pobreza?

La tierra fértil para la esclavitud en el mundo entero es la pobreza y sobre todo la feminización de la pobreza. En la medida en que las mujeres no tienen opción alguna, las únicas oportunidades que se les presentan son las de convertirse en esclava sexual. Es muy diferente tener opciones para tomar decisiones que tener acceso a una sola oportunidad de vida. Y esta elección no la inventé yo, sino que me la explicó una niña en el Brasil, de la que hablo en mi libro. Ella fue usada para videos de pornografía infantil durante años y luego atravesó un proceso terapéutico impresionante para recuperarse. Concretamente le planteé lo que mucha gente dice en torno a la legalización de la prostitución, a la que ven como un trabajo como cualquier otro. Ella me respondió: "Cuando no hay opciones, no hay elección auténtica. Tomamos lo que se nos da, no lo que queremos". Si una niña lo entiende, ¿por qué el mundo adulto no lo entiende?

¿Podría describir más lo que usted llama la feminización de la pobreza?

Bueno, es aquello que en un sistema de pobreza colabora para que sean las mujeres las que llevan la peor parte y está originado en la cultura sexista que caracteriza a muchas de nuestras sociedades. Para mucha gente, sobre todo hombres, está muy bien comprar, vender, humillar, someter a las mujeres, pagarles menos, hacerlas trabajar más horas porque son más dedicadas y honestas, mandarlas a hacer los trabajos más riesgosos como está pasando actualmente en México con las mujeres periodistas, en fin. Las redacciones se han feminizado, pero pagan menos que a los hombres, carecen de guarderías infantiles y ni se te ocurra embarazarte...

¿Qué implicó desde el punto de vista profesional este viaje por el mundo?

Fue bastante difícil porque los medios de nuestros países no invierten en el periodismo a largo plazo. Cuando decidí que quería hacer el libro, hice un mapa...y me di cuenta de que tenía que viajar a 47 países, no tenía idea, la verdad, de cómo iba a lograrlo. La investigación en México me resultó un poco más fácil porque siempre me invitan a dar conferencias o charlas. Así que aprovechaba el viaje para quedarme uno o dos días más y dedicarlos a mi investigación. Algo parecido pasa con Estados Unidos, pues me invitan a menudo. El adelanto que me dio la editorial para escribir Esclavas del poder también fue empleado para los viajes. El dinero que me dieron por los derechos para España, fue para los viajes. Financié parte con mi tarjeta de crédito, que acabo de terminar de pagar. Mi pareja, que es periodista y muy solidario, me invitaba a algunos viajes. Así se hizo: autofinanciado...

¿Disfrazarse para entrar en algunos sitios fue una decisión difícil de tomar?

Me releí todos los libros de Günter Wallraff (NdR: periodista alemán, pionero de la investigación encubierta), pues cuando él estuvo en México tuve la oportunidad de platicar con él y preguntarle cuándo él creía adecuado, éticamente hablando, que el periodista adoptara otra identidad. Günter me dijo que se vale cuando la vida de uno corre mucho riesgo, cuando tienes que investigar flagrantes violaciones a los derechos humanos y no tienes acceso de otro modo que disfrazándote y cuando, haciéndolo, eres honesto con tus lectores y se lo cuentas. Fue así que decidí disfrazarme de prostituta y de monja, para poder entrar a algunos sitios y comprobar de primera mano lo que no hubiera podido ver de otro modo, sobre todo en México, donde soy tan conocida.

En Birmania tuvo que entrar en forma ilegal...

Fue un acto de locura, la verdad, que le agradezco a un amigo mío que trabaja en migraciones en la región. Entré en forma ilegal por Tailandia.

Las elecciones en Puebla, que derrotaron al "gober precioso", me imagino que la habrán llenado de satisfacción...

Estoy muy orgullosa de todo lo que hicimos, la verdad, más allá de los resultados electorales. Hablo en plural porque no estuve sola nunca. Antes de las elecciones mucha gente me mandaba correos y la verdad es que no sabía qué iba a pasar...

¿Usted se siente compelida a una misión por las circunstancias?

Hay varias razones, la verdad. Una, claro, tiene que ver con las circunstancias. Las cosas pasan y tú eliges dónde ponerte. Hay otra parte que tiene que ver con lo más íntimo de mí, con mi formación, con haber tenido una madre feminista que me enseñó a que mis derechos como mujer no fueran negociables. Me he pasado la vida en un mundo contradictorio, donde en general te enseñan a que ser mujer es algo de segunda y he aprendido a crecer en la defensa de mis propios derechos. Desde la indignación cuando te "nalguean" en la calle o en el transporte público, hasta la reacción cuando te insultan sólo por el hecho de ser mujer. Me gustaba mucho jugar al futbol en mi niñez y no faltaba el que te dijera que eso no era para las niñas. Yo reaccionaba inmediatamente. ¿Por qué no? ¿Quién pone las reglas? Me siento una rebelde con causa. Una causa mía y de las demás para poder jugar al futbol y hacer todo lo que se nos dé la gana. Es importante para mí saber que soy periodista, pero que también soy activista desde adolescente. Defiendo los derechos humanos de las mujeres con convicción y en forma paralela a mi profesión. A lo mejor esa es mi forma de soportar el país donde he nacido...

Y de pelear por un mundo mejor, ¿no?

Claro. Mi madre nos decía que nos tocaba a nosotros, sus hijos, poner al mundo un poco mejor de como lo encontramos. Suena a cliché, pero así es. Hay una cosa que me quedó clara hace muchos años. Si no te dedicas a hacer un mundo mejor de aquel en el que vives, el mundo va a ser peor también para ti. Todos ganamos. Todos nos merecemos ser felices. Me merezco pasarla bien, salir con libertad a la calle, tener una vida sexual libre y plena... Esa es la manera en que veo la vida y mi trabajo periodístico también tiene que ver con eso. No escribo sobre la esclavitud sexual de las mujeres porque algo horrible me pasó en la infancia y quedé traumada. Nada de eso. Escribo sobre estos temas, porque creo que todas las mujeres y niñas del mundo se merecen una vida erótica sana, plena, sin discriminación, sin violencia y porque algo tenemos que hacer para cambiar el estado de un mundo donde están tan jodidas las visiones del amor, de las relaciones humanas, del sexo.

Eres una feminista del siglo XXI, que cuida mucho su aspecto, que siempre está impecable...

Cuando era niña y mi madre me ponía vestidos, yo me los quitaba y los enterraba. Me encantaba andar desnuda. Y la verdad es que si fuera por mí andaría desnuda, pues la ropa es un disfraz...Lo cierto es que estoy a gusto conmigo misma, llevo 20 años haciendo yoga porque me apacigua y me centra. Soy una mujer muy apasionada y necesito encontrar mi sitio para no irme como carrito de fricción contra las cosas y las personas.

De su viaje durante cinco años para hacer el libro, ¿qué cosa no se puede sacar de la cabeza?

Es una imagen muy concreta cuando en Camboya vi a las niñas en un refugio y luego me encontré con las limusinas con la leyenda "Baby girls". Este letrero de color rosa en una limo negra, impecable, elegante, con unas florcitas debajo de las letras...es algo que no me puedo quitar de la cabeza.

Y lo que da mucha impotencia también...

Por supuesto. Esa es la razón por la que principalmente mi trabajo se centra en los supervivientes, para no centrarme tanto en la tragedia. Por eso busqué tanto esas entrevistas, con gente dedicada a cambiar el mundo...

¿Y no tiene ganas ahora de hacer un libro de cocina, de algo más liviano?

(Risas) Justamente ese es mi plan. Un libro sobre cocina mexicana y portuguesa, que son mi especialidad, ¿cómo ves...? La verdad es que me quiero dedicar a escribir mi primera novela.

http://america.infobae.com/notas/17194-Una-periodista-infiltrada-en-las-redes-del-abuso-infantil

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