Amparados por una Constitución tensionada entre la división y la concentración del poder, los presidentes suelen elegir marcar la cancha antes que negociar
Raquel San Martín
LA NACION
DOMINGO 17 DE ENERO DE 2016
política puede ser ingrata. Por ejemplo, cuando se piensa que toda la trabajosa construcción que logra ganar una elección -coaliciones, acuerdos, discurso- sirve para poco cuando llega la hora de gobernar. En la Argentina -el país de las lunas de miel cortas-, además, un fantasma recorre la Casa Rosada en esos primeros tiempos de marcar la cancha: la ingobernabilidad (piénsese, por caso, que el Partido Justicialista lleva su "capacidad de ejercer el poder" como principal argumento para pedir votos, y que el radicalismo sufre su carencia como estigma casi irremontable).
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