Lejos de encontrar soluciones al cambio climático, la COP25 fue más bien una burla a las luchas ambientalistas y un insulto a las palabras de la ciencia. Con tan sólo un mes de organización, se realizó en Madrid (en principio iba a ser en Chile, pero se canceló por los conflictos sociales) entre el 2 y 13 de diciembre, siendo así la conferencia más prolongada que hubo. Allí estuvieron presentes no solo casi 200 países sino también empresas como Endesa, la más contaminante de España, que aunque emita más de 33 millones de toneladas de CO2 al año, sus billetes para financiar la COP25 le permitieron una alegre entrada a la conferencia, así como también se le permitió a los grupos de interés en combustibles fósiles que metieron con ellos las presiones para, siempre, favorecer sus intereses.
Sin propuestas claras y sin metas firmes, la Conferencia nos demostró nuevamente que la crisis climática no es prioridad para las corporaciones ni para los gobiernos poderosos que, evidentemente, no tienen la intención de perder un centavo. Un punto importante era rever el Acuerdo de París, particularmente el Artículo 6, para lograr la regulación de los mercados de carbono (cabe aclarar, criticado fuertemente por grupos ambientalistas por ser una medida ineficaz que solo sirve para fortalecer el poder empresarial).Pero ni siquiera eso pudo lograrse por los grandes desacuerdos al respecto y se terminó posponiendo para el 2020 (como si tuviéramos el tiempo para seguir posponiendo).
- Detalles
- OUR VOICE