Su nombre y su rostro quedarán esculpidos para siempre en la memoria de cientos de familias sirias. Mohamed Wassim Moaz tenía 36 años y era el último pediatra que había quedado en Aleppo. Había decidido quedarse en su ciudad para asistir a los niños que cada día se despiertan bajo la amenaza de las bombas. No tenía miedo de morir, cuentan los colegas que lo conocieron, sino solo una gran sed de justicia y una profunda humanidad.
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- PABLO MEDINA