
Por Jean Georges Almendras-6 de noviembre de 2018
Difícilmente podremos calibrar la verdadera dimensión de la vulnerabilidad de las personas en un contexto social sobrado en pobreza y en carencias de toda forma y color. Difícilmente podremos estar en su piel. Difícilmente podremos tener la honestidad de reconocer que los dramas sociales, que nos son ajenos, deberíamos sentirlos como propios y en consecuencia merecedores de una mínima atención. Los hacemos a un costado, porque la rutina y la sobrevivencia, en nuestro microcosmos, nos enceguece (nos insensibiliza) y no nos permite sincerarnos con nosotros mismos para optar por hacer un alto en “nuestra vida” para así interesarnos en la “vida de otros”, y en lo posible de esos otros que sufren necesidades y soledades. En ese marco, debido a nuestra dependencia con ese ejercicio sacro santo del egoísmo y del individualismo crónicos, que nos invade en todo nuestro ser, y que nos gobierna, cobardemente nos conformamos con “decirnos” y con “decir” (pregonar) que debemos trabajar para que los dramas sociales y las injusticias sociales no sean el pan nuestro de cada día de los tiempos modernos, como ocurre verdaderamente.
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- POBREZA - LATINOAMÉRICA