Por Julio Algañaraz
La Santa Sede supervisará ahora los presupuestos y la doctrina de la organización. Había sectores inquietos porque la entidad se enfocaba en la asistencia y no en la evangelización. Y porque distribuyó preservativos para combatir el sida.
Vaticano. Corresponsal - 03/05/12
De hecho las medidas anunciadas establecen una intervención estructural subordinando a la organización, en todos los aspectos de su gestión, a la centralización del Vaticano. En 1994, el Papa Juan Pablo II concedió a la Caritas Internacional una personalidad jurídica pública, que comportaba una amplia autonomía.
Que los conflictos fueron creciendo en los últimos años lo reconoció el cardenal africano Robert Sarah, presidente de Cor Unum, al aclarar que la Santa Sede “tiene el deber de seguir las actividades de Caritas” para que su mensaje sea divulgado “en forma coherente con el magisterio de la Iglesia”. Sarah dijo que la entidad creada en los ‘50 por Pío XII tras la Segunda Guerra Mundial, debe tener “una sana visión antropológica” frente a la comunidad internacional.
En la británica Lesley-Anne Knight se encarna buena parte de los conflictos porque las altas esferas vaticanas la consideran “demasiado independiente”, acusándola de dar la prioridad a la asistencia sobre la evangelización de las almas de los asistidos . La inglesa Knight era secretaria general de Caritas y en mayo del año pasado fue reemplazada desde arriba por el francés Michel Roy, quien ayer se mostró totalmente alineado con el ajuste de fierro promovido por el cardenal Bertone. El francés elogió las reformas que quitan autonomía a Caritas porque dijo que “refuerza la dimensión eclesial” de la organización y esto permitirá “una mayor interacción entre la Curia y la Caritas”.
El director de la Caritas Internacional es el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, que era considerado un bastión de los progresistas en el mundo católico, pero que terminó apoyando el golpe de estado militar en su país. Rodríguez Maradiaga es salesiano como el cardenal Bertone y también se alineó a los dictados de la Curia Romana.
Para asegurar el funcionamiento y control de una organización de dimensiones tan grandes, que maneja mucho dinero y debe coordinar a muchos miles de personas, el Vaticano crea normativas de trabajo, nombra un “asistente eclesiástico” encargado de participar en las reuniones de los órganos de gobierno y establece nuevas normas para nombrar las principales autoridades de Caritas, que deberán ser aprobadas por el Papa. Un control completo por parte de las altas cumbres vaticanas.
El semanario católico progresista inglés Tablet contó el año pasado detalles del conflicto que se vivía en las entrañas de la Caritas Internacional. La secretaria general, Leslie-Anne Knight fue criticada por “no hacer lo suficiente” para imprimir una identidad católica a la actividad de la organización. Ella respondió: “Me preguntan por qué ayudamos a tantas personas de otra fe religiosa, como musulmanes y budistas. Yo respondo que ayudamos a la gente no porque son católicos sino porque nosotros somos católicos”. Esta posición cayó muy mal en el Vaticano.
También hubo críticas porque algunos equipos de voluntarios de Caritas en áreas africanas donde impera la epidemia de sida distribuyeron preservativos contra el contagio y la organización central no obligó a seguir la estricta línea del Vaticano en la materia.
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