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21crisisperuCRISIS ECONÓMICA EN EL PERÚ
Escribe: Luis F. Vilcatoma Salas | Economía - 25 ago 2013
El tema de la crisis económica y sus efectos en el Perú ha comenzado a inundar, en las últimas semanas, las páginas de los principales diarios del país, los espacios televisivos donde la sonrisa de los presentadores mezclada con la truculencia de asaltos y crímenes no deja de tomar en cuenta el periodo de “vacas flacas” que el “destino” nos ha deparado, y los comentarios de sesudos neoliberales entrevistados por no menos sesudos entrevistadores oficiales y oficiosos que tratan infructuosamente de encontrar alguna explicación de la crisis que nos afecta, en los precios de los bienes primarios que vendemos, en la fuga de los capitales de corto plazo hacia una convaleciente economía norteamericana y, al final de toda esta mescolanza, en el ultrismo de los gregorios santos que ahuyentan la inversión privada en las diversas regiones del Perú. Los años de “vacas gordas” han comenzado a ensombrecerse en un Perú donde la clase burguesa gracias a la mediación del Estado ha acumulado pingües ganancias, sin que esta acumulación se haya traducido por lo menos en la edificación de una infraestructura industrial capaz de articular demografía y territorio como los fundamentos para la construcción de nación, identidad nacional y Estado nacional. Las ganancias, en todo caso, sólo han servido para el engordamiento y la adiposidad de una burguesía extraña a las reales vicisitudes de las amplias y enflaquecidas mayorías sociales, a quienes se ha querido domesticar en la esperanza perversa de la manumisión de su pobreza con el “goteo” miserable de las bien servidas mesas de quienes más tienen.
La experiencia y la historia demuestran que cuando “las papas queman”, como ahora, donde la cuota media de ganancia del capital empieza a declinar por acción de los propios mecanismos y leyes internas del capitalismo, la burguesía siempre se aferra lacrimosamente a explicaciones secundarias que no dan cuenta de las verdaderas razones del atolladero en que el capitalismo se mete cada cierto tiempo. Claro, en este buscar explicaciones para la propia satisfacción espiritual y psicológica de la burguesía y el adormecimiento opiómano de las mayorías sociales, el sistema cuenta con el pensamiento oficial, “científico” y académico de los “vendedores de cebo de culebra” oportunos y oportunistas que se desviven por explicarnos “eruditamente” las causas de las hecatombes en que regularmente nos hunde el sistema capitalista y donde los platos rotos terminan pagándolos los más pobres, menos organizados y con menos capacidad de presión y negociación; sin contar a aquellos economistas y académicos desvergonzadamente conversos quienes, por ejemplo, luego de años de militancia marxista en la universidad, transitan en la más reciente etapa de su vida, depositando sus blandengues posaderas ideológicas en las más rancias teorías económicas del capitalismo tardío, que enseñan en sus doctos espacios académicos como “la teoría” o “la ciencia” de la economía, rumiando consabidas fórmulas para el camouflaje de la verdadera naturaleza del capitalismo en el cual se sienten muy cómodos.
Sin embargo, en términos prácticos, esta burguesía sibarita que ha metamorfoseado desde la Ilustración el “reino de los cielos” por el “reino de la tierra”, en esta época de crisis o “desaceleración de la economía” como gustan pontificar los rastacueros oficialistas y conversos oficiosos, para dulcificar el trago amargo de la crisis, buscan un “diálogo nacional con los partidos políticos” a través de un Poder Ejecutivo humalista sin legitimidad y sin vergüenza moral. Un diálogo que, en el fondo, es un diálogo capital-trabajo que se podría decir también capital-pueblo, donde el trabajo y el pueblo deben constituirse en el cuadrúpedo de carga para soportar las derivaciones más duras de una crisis que nos afecta gracias al modelo primario exportador, extractivista e irracional impuesto en un marco de relaciones sociales donde, como siempre, los grandes ganadores resultan siendo los grupos de poder dominante que hoy claman por un “diálogo” para enfrentar la crisis económica que empieza a envolver a la sociedad global peruana. Y, lo que es más grave y estúpido es que los convocantes al “diálogo”, el segmento de la caterva política que nos gobierna, proyectan su desleída convocatoria a los políticos y partidos de la escena oficial, es decir a los políticos y partidos de la “repartija”, de la conciliación con el narcotráfico, de la corrupción, de los “come oro”, de la incapacidad y de la absoluta ausencia de representación; como si fueran los representantes del trabajo y del pueblo y como si sus opiniones y decisiones tuvieran algún efecto mágico en la dinámica sociopolítica de la sociedad peruana. La crisis en los predios de la economía termina escenificándose, también, como una crisis en la ideas y en la política de quienes forman parte del “bloque en el poder”, para completar un fenómeno de crisis global que afecta tanto las estructuras socioeconómicas como a los sujetos que se mueven en dichas estructuras.
La convocatoria a un “diálogo” nacional no puede ser una real convocatoria sin la participación activa del trabajo y del pueblo organizado, de sus líderes y organizaciones políticas y sociales nacionales y regionales movilizadas, con poder y capacidad de negociar con los representantes del capital y del Estado, términos de resolución beneficiosos para las amplias mayorías sociales, bajo decisiones políticas fundamentales que orienten las decisiones técnicas de la “aristocracia conservadora” enquistada en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), con el beneplácito asustadizo de la pareja presidencial luego de que el programa de la Gran Transformación diera paso a la “hoja de parra” con la cual Ollanta Humala se esfuerza en dar la impresión que es el presidente efectivo de “todos los peruanos”.
Pensar que el descontento y la movilización social, acrecentados por las variables de la crisis internacional, que es también nuestra crisis porque somos parte asimétrica del sistema mundo se podría, morigerar por lo menos, con toda la saliva que gastan, en este tipo de diálogos, estos políticos desgastados de la escena oficial, es desconocer completamente la lógica movilizatoria de los descontentos, sus verdaderas causas y razones y, por ende, las fórmulas más adecuadas para arribar a entendimientos razonables que, indudablemente, han de transitar por el cuestionamiento y reversión del modelo económico neoliberal fracasado que el gobierno de Ollanta Humala intenta seguir aceitando.
La clase trabajadora y las “masas” populares disputan con el capital y, por ende, con el sistema global del cual forma parte, siguiendo la línea trazada por su ubicación diferencial, asimétrica y subordinada en el marco de este sistema, en términos de dominio y explotación impuestas históricamente por las clases dominantes en el campo del trabajo, el sexo, la autoridad y la explotación de la naturaleza tal como lo demuestra la teoría de la “colonialidad del poder”. Si bien la crisis económica golpea especialmente en la esfera del trabajo, de su control y reproducción en el sentido de impulsar un nuevo “pacto” capital-trabajo beneficioso para la clase dominante, las demás esferas de la dominación y de la disputa entre la burguesía y el pueblo, con la mediación del Estado, se ven afectadas también de algún modo de manera que el conjunto de la formación económica y social termina encrespándose con una crisis que se revela no sólo económica y peor aún no sólo de coyuntura económica, sino de sistema.

 
http://www.losandes.com.pe/Economia/20130825/74216.html

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