15 de junio de 2015
Brasilia AFP La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afirmó que el país afronta dificultades económicas, aunque aseguró que se trata de una situación pasajera.
El gigante latinoamericano registra una inflación acumulada de 8,47% en los últimos 12 meses, en momentos en que su economía está estancada y el Gobierno impulsa un ajuste fiscal severo.
“Brasil tiene una estructura fuerte. Estamos enfrentando una dificultad momentánea. Vamos a superar esa dificultad”, garantizó la mandataria durante el Programa do Jo , de la TV Globo.
Tras recortar $23.300 millones de su presupuesto 2015 y conseguir pasar buena parte de un paquete para reducir el gasto público, el Gobierno lanzó programas de gran escala para financiar la producción agropecuaria, ofertó un paquete de concesiones para obras de infraestructura por $64.000 millones en los próximos años y prepara medidas para dinamizar sus exportaciones.
“La crisis (internacional) duró más de lo que esperábamos. Y, además de eso, Brasil pasó por la peor sequía de los últimos tiempos”, justificó Rousseff.
La economía brasileña muestra señales de franco deterioro, con las cuentas públicas en rojo, la balanza comercial deficitaria, el desempleo en ascenso y una devaluación de la moneda. En 2015, la actividad se contraerá 1,2%, según datos oficiales y completaría cinco años con un desempeño modesto o negativo.
Esa situación, sumada a un megaescándalo de corrupción en la estatal Petrobras que salpica al partido de gobierno y su base aliada, provocó el desplome de la popularidad de Rousseff en los primeros meses de su segundo mandato.
Sobre las duras críticas que recibe por su gestión, la mandataria afirmó: “Tengo que aceptar que hay personas a quienes no les gusta lo que hago (...). No me lo tomo como algo personal. Ahora, si me preguntas, me pongo triste, sí, en algunos momentos, bastante triste”. “Nadie es de hierro”, concluyó.
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