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mexico200Por Piero Innocenti – 28 de junio del 2017

Desde hace más de veinte años sigo los eventos del tráfico de drogas de México y de la seguridad pública en general. Por un tiempo lo hice muy de cerca, desde Colombia, donde pasé algunos años durante el período de los grandes carteles de Medellín, de Cali, de la Costa, de Pereira y de Bogotá. También fui testigo de su declive y del arresto, captura o muerte de sus líderes en enfrentamientos con la policía, la división en muchos otros "cartelitos" y en otras tantas bandas criminales que todavía se disputan los mercados de la droga.

En aquel momento los narcos mexicanos todavía se estaban estructurando en forma sutil pero generalizada para convertirse en las poderosas organizaciones de Sinaloa, Juárez, los Beltrán Leyva, la Familia Michoacana, los Caballeros Templarios, de Valencia, de los Zetas, por nombrar sólo a unos pocos. Desde hace algunos años ciertas divisiones dentro de estas organizaciones han dado lugar a la aparición de otros grupos y la consecuencia inmediata ha sido un extraordinario aumento de la violencia generalizada en gran parte del país. Violencia que está minando la estabilidad democrática del país.

Los datos estadísticos del Sistema Nacional de Seguridad Pública proporcionados hace unos días por las autoridades muestran una situación cuanto menos dramática: sólo en el mes de mayo se produjeron 2.186 muertes, el número mensual más alto desde 1997. Situación aún más preocupante si se considera que, en promedio, cada año alrededor de dos mil mujeres son asesinadas, un promedio de seis por día. Por no hablar de las matanzas y de las "desapariciones" de periodistas incómodos; son seis los muertos en el 2017 y más de veinte de los que no se tienen más noticias (el último episodio se remonta al 6 de junio del año pasado con un periodista de Tlatlataya). ¡Un parte de guerra! Y no se vislumbra el final de estas matanzas y de estos choques violentos entre narcos, entre las banda de matones dedicadas a la extorsión y a los secuestros de personas y las fuerzas militares y de policía.

El mes de junio que llega a su fin, en este sentido, fue muy problemático. Comenzó con una emboscada, el primer día del mes, a una escolta policial asignada a un servicio de transferencia de dinero y el asesinato de cinco agentes de policía. Dos días más tarde, un comando de tres personas encapuchadas secuestró en su casa al director de la cárcel de La Unión (Guerrero). El cuerpo se recuperó horas después en la zona de Jaripo. En Guamúchil (Sinaloa) en un tiroteo entre dos bandas rivales, equipadas con chalecos antibalas y trajes militares, hubo nueve muertes. En Escopedo (Nuevo León), a bordo de un jeep, en algunas bolsas de plástico, se encontraron los cadáveres despedazados, de tres hombres y una mujer. Otros restos de cadáveres, seis hombres, con la misma modalidad fueron tirados en una calle de Omealca (Veracruz). El 4 de junio, hubo nueve asesinatos en Chilpancingo (Guerrero), incluyendo los restos de los cuerpos de cuatro hombres encontrados cerca de la zona militar de la ciudad. Al día siguiente, en Santa Cruz Xoxocotlán y Villa de Tutepec (Oaxaca), fueron asesinadas cinco personas, entre ellas una mujer caída cuando un comando mató el subdirector de la prisión de Los Cabos. El 6 de junio, en San José del Cabo, en una fosa clandestina, se recuperaron en forma inmediata los cuerpos de seis personas que luego subirían a dieciocho, incluyendo a cinco mujeres, cuando todos los cadáveres fueron desenterrados. El 7 de junio, en León (Guanajuato), dos agentes de la policía local fueron asesinados. El 8 de junio, en Tecpán, el ex alcalde fue asesinado mientras se encontraba en su casa (junto con él mataron a uno de los dos guardaespaldas). Unas horas más tarde, en las afueras de Acapulco, un grupo armado irrumpe en una granja, matando a seis personas, entre ellas tres niños. El 13 de junio, en la carretera que une a Oaxaca con el Istmo de Tehuantepec, un comando atacó a una patrulla de la policía federal hiriendo de gravedad a un oficial. En el tramo de mar frente a San Pedro Ixcatlán, algunos pescadores recuperaron los cuerpos desmembrados de dos hombres. En Morelia fue asesinado por dos hombres en moto el jefe regional de la policía federal. En Reynosa, chocaron dos grupos armados de matones con el saldo final de tres muertos y un herido. El 18 de junio en Culiacán, en una emboscada, se mató al comandante de la Policía Estatal de Prevención y se hirió a un oficial. En un bar de Chimalhuacán, tres hombres y una mujer fueron asesinados. El 19 de junio, en la pedanía de San Antonio La Gavia del municipio de San Miguel Totolapan (Guerrero), en un tiroteo con elementos de la banda de los Tequileros, dedicada a secuestros de personas, fueron asesinados cuatro agentes de la policía federal y hubo trece heridos.

Apenas han transcurrido veinte días del mes y sólo se mencionaron algunos de los hechos de violencia denunciados cotidianamente. México se hunde inexorablemente (y es un problema muy serio para toda la región) mientras, en algunas ciudades, se están reorganizando los grupos de autodefensa armada de los ciudadanos cansados de la opresión y la violencia que las autoridades públicas no llegan ni mínimamente a controlar.

Extraído de: liberainformazione.org

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