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17estadoEILos métodos no tradicionales, como el envenenamiento, son más exitosos en la lucha
DOMINGO 31 DE ENERO DE 2016
En los últimos meses, algunas estrategias insólitas han cosechado pequeñas victorias para derrotar a Estado Islámico (EI), una meta que hasta ahora no alcanzaron los bombardeos ni las tácticas bélicas tradicionales.
Pese a que el presidente Barack Obama definió a EI como "una organización terrorista, pura y simple", el grupo fundó un Estado y tiene, en Siria e Irak, el equipamiento de un ejército. Y aunque sus milicianos son "islámicos", interpretan el Corán a su antojo. Efectivamente, EI es un objetivo complejo, y quizá por eso funcionan mejor contra él estrategias distintas, como envenenamientos, francotiradores e infiltrados.

Para las potencias, EI es un enemigo complejo en todos los sentidos. No depende de un financiamiento externo que sea posible bloquear, porque vive de los impuestos que cobra a los "ciudadanos" de sus territorios, y además tiene petróleo. Su prédica ideológica en los medios de comunicación prende también fácilmente en miles de jóvenes vulnerables.
Quizá por todo eso, su adversario más efectivo hasta ahora no han sido las fuerzas aliadas lideradas por Estados Unidos ni las de Rusia, que iniciaron sus bombardeos aéreos en octubre, sino la milicia separatista kurda, que fue la que logró arrebatarle mayor porción de territorio el año pasado.
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Mientras las potencias aún confían en que las tácticas bélicas habituales de bombardeos y misiles sean las que finalmente aplasten en algún momento a la organización, otras estrategias no tradicionales cosecharon algunas victorias en los últimos meses.
La primera empieza en la cocina. Para todo musulmán, el iftar es uno de los momentos más festivos. Durante el mes del Ramadán, los islámicos practican el ayuno diario desde el alba hasta que se pone el sol. Solamente pueden comer, tomar agua o tener relaciones sexuales en horario nocturno. Pero cumplidos los 30 días, llega el iftar, la esperada comida que rompe el ayuno.
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La tradición establece que la fiesta debe comenzar comiendo un dátil. En julio del año pasado, unos 145 milicianos de EI se reunieron en Mosul, Irak, para celebrar el iftar en torno de una mesa servida, como es costumbre, sobre un mantel en el suelo.
No está claro cómo se pergeñó el plan. Pero lo cierto es que esa noche 45 milicianos murieron envenenados durante la cena, según informaron todos los medios iraquíes. Y el principal sospechoso del ataque fue el Partido Democrático del Kurdistán (PDK).
En Libia, los jihadistas son enfrentados con una estrategia diferente. En Sirte, la ciudad mimada del fallecido dictador Muammar Khadafy, un francotirador está enloqueciendo a los milicianos de EI, que controlan la mayor parte de la zona.
En 10 días tres altos jefes de la organización murieron por las balas del misterioso justiciero.
Abdulah Hamad al-Ansari fue asesinado el sábado pasado cuando salía de una mezquita. La semana anterior cayó el sudanés Abu Anas al-Muhajir, en la ruta de Bengasi, y pocos días antes, Abu Mohammed al-Dernaui, cerca de su casa.
"El terror se instaló entre las filas de EI luego de la muerte de Al-Muhajir. Disparan al aire para atemorizar a la población al mismo tiempo que buscan al francotirador", publicó el sitio web Libya Prospect, al citar fuentes locales.
Otra exitosa estrategia no convencional contra los jihadistas es enfrentarlos a sus prejuicios ideológicos. EI tiene un enemigo muy temido en las filas kurdas: las milicias femeninas (YPJ, por su sigla en kurdo), que actualmente componen cerca de un tercio de las fuerzas kurdas en Siria.
Los jihadistas creen que si en el combate mueren a manos de un hombre, subirán inmediatamente al paraíso como mártires (shahid). Pero si caen asesinados por una mujer, arderán en el infierno. Para un jihadista, una miliciana femenina es entonces un haram, una maldición o visión inquietante y aterradora.

La mayor heroína de las combatientes kurdas es Rehana, una joven rubia cuya foto con su fusil se viralizó y fue convertida en póster de todos los escuadrones femeninos luego de la toma de la estratégica ciudad siria de Kobane, en la frontera con Turquía. Se dice que Rehana mató a más de un centenar de jihadistas en la conquista de la ciudad.
Los kurdos aprendieron a luchar contra EI a fuerza de acierto y error. Un punto de inflexión en el combate fue la batalla por la región de Rojava, en el norte sirio, en 2014. Allí los kurdos cometieron una grave falla de inteligencia militar al perder las ciudades conquistadas en cuestión de semanas debido a que desestimaron la amenaza que significaba el potencial de delación de una población que apoyaba en gran parte a los jihadistas.
Fue entonces cuando el Consejo Supremo Kurdo creó las Unidades de Resistencia Secreta, conocidas como Tabor, agentes encubiertos altamente capacitados en la guerra de guerrillas que empezaron a infiltrarse en las filas jihadistas.
Estos espías se visten con uniformes de EI, y en muchos casos no son kurdos, sino árabes. Así están en mejores condiciones para camuflarse con los dialectos, hábitos y costumbres de los jihadistas, conocer sus planes y pasar información estratégica a los kurdos.
Después de la formación de los Tabor, los kurdos empezaron a dar vuelta la guerra contra EI, y finalizaron el año pasado con victorias más importantes que las de los aliados norteamericanos y Rusia. Pero EI es aún un enemigo poderoso.
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